PRIORIDAD. El viernes último, el ministro de Educación, Jaime Saavedra, expuso ante el Pleno del Congreso para informar sobre los avances del Proyecto Educativo Nacional. Los progresos de los últimos años, sin embargo, no se comparan –ni de cerca- con lo que todavía queda por hacer.
Ya todos conocemos el lamentable estado de la educación en nuestro país. No es necesario recurrir a los últimos resultados de las prueba PISA ni mirar los índices de capital humano para transmitir que la calidad de la educación en el país es, en términos generales, paupérrima. En ese sentido la presentación del Sr. Saavedra ha sido precisa en resaltar los puntos que hemos de tratar para conseguir una educación de calidad: 1) revalorizar la carrera docente con mayores exigencias; pero, a la vez, con mayores incentivos, 2) cerrar la brecha de infraestructura –más del 10% del PBI- con la ayuda parcial del sector privado, 3) garantizar una educación para todos con mayor énfasis en el proceso pedagógico y 4) modernizar la gestión del Minedu y las instituciones educativas.
Para conseguir todo esto, el ministro Saavedra hizo hincapié en que se necesita una mayor asignación de recursos por parte del Estado, algo que el ministro de Economía y Finanzas, Luis Miguel Castilla se comprometió a cumplir la semana pasada. Lo que no señaló el ministro es que la mayoría de las soluciones propuestas deben pasar, necesariamente, por los gobiernos regionales. Y muchos de ellos han demostrado su incapacidad para lidiar con sus propios recursos. Pedirle a una mala gestión que mejore y supervise otra mala gestión entonces suena algo inverosímil. Por lo que para que el plan propuesto por el ministro sea realista debe abarcar también un compromiso del Gobierno Nacional para capacitar a los funcionarios de los gobiernos regionales y comprometerlos en la estrategia nacional.
El Sr. Saavedra también subrayó el hecho de que para revertir el deterioro de la calidad educativa se necesita que la educación sea prioridad en la agenda política. Lamentablemente, el hemiciclo había quedado medio vacío para cuando el ministro pronunció esas palabras.