PERSPECTIVA. Hace dos días, la agencia de riesgo Moody’s elevó la calificación soberana del Perú para ubicarla en el rango de las naciones más confiables del mundo, por encima de países como España, Italia, Brasil y Rusia. La nueva calificación elevó en dos peldaños la situación del Perú, algo que ningún otro país había experimentado desde el 2006. Ahora, somos el segundo país más seguro de América Latina para invertir, después de Chile, de acuerdo a las tres agencias de riesgo más importantes.
Sin duda, una gran noticia. No solo porque permitirá al Estado peruano endeudarse a tasas más bajas, sino también por el mensaje de confianza que se transmite a la comunidad internacional y a los inversionistas extranjeros acerca del clima en nuestro país (sobre todo en esta etapa de desaceleración).
Pero el mensaje no debe ser solo transmitido afuera. Es importante que los peruanos recordemos, por lo menos de vez en cuando, lo mucho que hemos avanzado en los últimos años, aun cuando la coyuntura no sea la mejor. El continuo fortalecimiento de las cuentas fiscales y las pretensiones de este Gobierno por llevar a cabo reformas estructurales son dos de los argumentos que cita la agencia como los principales factores de su ajuste.
El tercero es la expectativa que la economía vuelva a acelerarse en el 2016. Para Moody’s, en contraste con la –casi- desesperación con que se ha vivido los últimos meses, el enfriamiento es solo un movimiento cíclico de la economía que no merece mayor atención. No obstante, el estado de alerta de los peruanos tiene su lado positivo, pues es la opinión pública -en parte, por lo menos- la que demandó medidas del Gobierno para incentivar la economía, una de las notas positivas que ha tomado la agencia.
Pero, a pesar de los méritos, no podemos dejar de lado tampoco los factores que nos siguen reteniendo. Dice el reporte de Moody’s que si el ruido político o la corrupción aumenta lo suficiente como para generar inestabilidad política (dos desenlaces que no están muy lejos) existirán presiones a la baja.
Por lo que debemos seguir exigiendo reformas y políticas públicas que ordenen el país. Estamos solo a mitad de camino.