Poco más de 26 mil casos de Chikungunya se han registrado en las Américas hasta la fecha. El Zika Virus ya cuenta con miles de casos confirmados en Brasil, Colombia y Suriname. Las playas de la Florida continúan amenazadas por la “bacteria come carne” que ya cobró 11 infectados durante el verano del 2015. Sin duda, América Latina está viviendo una de época cargada de alarmas por enfermedades que impactan el bienestar público. 2015 ha sido un año marcado por la presencia de epidemias y virus que han puesto a prueba a todos los actores del entorno sanitario.
El mundo, tampoco es ajeno a esta situación de crisis. Durante 2014 y 2015 fue testigo de una de las “emergencias públicas sanitarias” más trágicas de la historia: el virus del ébola, autor de más de 11 mil muertes en África y que saltó las alarmas del mundo entero luego de pensar que era una enfermedad que no traspasaría las fronteras de África.
En un contexto de una sociedad global, hiperinformada e hiperconectada debido al alcance de los ciudadanos a los dispositivos electrónicos y al papel de los medios de comunicación con difusión global, el virus del ébola y, especialmente, los virus y epidemias acontecidas en América Latina, nos dejan lecciones que no debemos olvidar.
Se debe tener cuidado con la pobre atención informativa inicial. En casos como el ébola, el bajo cubrimiento de noticias sobre lo que venía ocurriendo en África se dio durante casi cinco meses. Fue un 8 de agosto de 2014, cuando la OMS declaró la “emergencia pública sanitaria” que el interés de los medios empezó a crecer exponencialmente. Caso similar sucedió con la fiebre por el virus del Chikungunya, trending topic una vez confirmaron casos en Venezuela (puerta de entrada de la enfermedad a Sudamérica). Las crisis sanitarias no esperan. Nos muestran siempre su lado más crudo y los medios pueden contribuir a tomar generar una actitud preventiva por parte de la población, pues el público en general tiende a la reacción cuando se encuentra informada de una manera certera y a tiempo.
Por otro lado, las instituciones a cargo de la vocería frente a este tipo de epidemias deben optimizar sus procesos de comunicación. Sus equipos de comunicación deben tener en su radar un protocolo para responder frente a las crisis severas que se desprenden de una epidemia y mejorar su capacidad de reacción frente a una crisis. La inmediatez y la transparencia son cruciales para hacer frente a los rumores y evitar los miedos innecesarios en la población. En momentos de crisis, es condición necesaria un líder de opinión confiable, calmado y empoderado del tema, que tome la posta de la comunicación y mantenga informado a los ciudadanos con un lenguaje entendible y cercano a la gente.
En tercer lugar, es importante reconocer que los profesionales sanitarios son la piedra angular de la estrategia para hacer frente a un virus en expansión o una epidemia que corra peligro de convertirse en pandemia (como sucedió en el 2009 con el virus de la influenza H1N1). Todos sin excepción: médicos, enfermeras, personal de laboratorio y cualquier trabajador relacionado a la salud, son los primeros en enfrentar a las enfermedades; son quienes deben tener la información más veraz de las medidas estatales tomadas, para enfrentar estas cuestiones de salud pública. Incluso, estos cuentan con mayor rango de ejecución que los propios políticos.
Es importante destacar lo siguiente: los medios de comunicación son los llamados a escuchar y además transmitir la información de manera oportuna cuando las campanas de la salud pública empiezan a sonar. Una percepción lejana puede convertirse en un verdadero problema de salud pública; a veces, el no estar en agenda pública actual, hace que los temas de salud se vean sometidos a espacios pequeños o incluso a ser descartados cuando aún no se conoce del “primer caso”. Lo ideal es anticiparse para que se pueda incluir el tema en la agenda pública y política. Solo así se podrán lograr estrategias de prevención sin llegar al pánico generalizado.
Finalmente, es importante tomar en cuenta que los liderazgos políticos juegan un rol crucial para transmitir calma y soluciones a las personas. La labor de presidentes, ministros y/o consejeros de salud es salvaguardar la salud de los ciudadanos y por ello, tienen la misión de explicar bien las cosas y tranquilizar a la población. Ser eficaces, sensibles, y, sobre todo, transparentes con la información y ágiles para brindar soluciones que implican movilizar recursos del estado. Las burocracias frente a este tipo de emergencias pueden tener consecuencias desastrosas.
Una realidad es contundente: seguimos a prueba. Lamentablemente, para los virus no existen fronteras ni demoras que valgan, y, muchas veces, su velocidad de transmisión es mayor a nuestra capacidad de reacción. Por este motivo, todas las instituciones afines a la salud pública: gobiernos; instituciones públicas y privadas; medios de comunicación y ciudadanos, deben aprender del camino recorrido y estar preparados de cara al futuro. Es tarea de todos.
Por Catalina Parada
Directora de Operaciones, Axón Comunicación Corporativa