Alicia García-Herrero
Economista Jefe de Mercados Emergentes BBVA Research
Si quedaba alguna duda de que atrás quedaron los tiempos de una China humilde políticamente a pesar de su potencia económica, el reciente viaje de Xi Jinping a América Latina no ha hecho más que confirmarlo.
En Brasil, la aparente magnanimidad de Xi Jingping en las negociaciones para crear un banco de desarrollo de los BRICS esconde su arduo interés por cambiar las reglas de juego a nivel internacional aunque sea cediendo poder a otros BRICS con tal de derrocar a EE.UU. en su liderazgo de las grandes instituciones multilaterales.
En ese sentido, a priori Brasil debería beneficiarse – más que el resto de América Latina – de tener voz y parte en un banco de desarrollo orientado a la construcción de infraestructuras.
El resto de América Latina no tendrá voz ni voto por el momento, al no ser accionistas de dicho banco, pero quizás si que consiga ser receptor de los préstamos.
La clave de esta lectura ampliada del proyecto de banco de desarrollo de los BRICS en el proseguimiento del viaje de Xi Jingping a la región latinoamericana donde ha anunciado la concesión de préstamos bilaterales en un conjunto de países que tienen en común, no solo la precariedad de su situación económica y sus necesidades de financiación sino la cercanía al régimen de Pekín.
Dichos préstamos bilaterales, concedidos fundamentalmente por el Banco de Desarrollo Chino en una situación cada vez menos holgada, bien podrían sustituirse en un futuro por préstamos del banco de desarrollo de los BRICS con lo que China repartiría el riesgo de crédito con sus aliados.
Mientras tanto China conseguiría ampliar su liderazgo en la región en un esfuerzo cada vez más comparable al que EE.UU. ha realizado al pivotar su política exterior hacia los vecinos de China en Asia Pacífico.
Así, China estaría pivotando su política exterior en la zona considerada durante mucho tiempo el “patio” de EE.UU. En otras palabras, una de las respuestas de China a la política de contención de EE.UU. hacia ella en la región asiática podría ser tan osada como la de contener a EE.UU. en su terreno conocido gracias a la fragmentación económica e ideológica que América Latina ha vivido en los últimos años.
Tal osadía lo es menos si miramos la realidad económica de la región en la que una buena parte de los países ya tienen a China como primer socio comercial sea como destino de sus exportaciones de materias primas como proveedor de importaciones más adecuadas a la menor capacidad adquisitiva de América Latina respecto a los países desarrollados.
En resumen, salvo imprevistos relacionados fundamentalmente con una formalización de una guerra fría en la que los países han de escoger un solo dueño y señor, la sombra de América Latina puede acabar siendo cada vez mas amarilla.