La semana pasada, subieron las acciones y se registraron las mayores alzas en Asia. En los EE. UU., el índice Dow Jones Industrial Average aumentó un 0.77% hasta 17.215, el índice S&P 500 subió un 0.94% hasta 2.033 y el índice Nasdaq Composite, compuesto mayoritariamente por empresas tecnológicas, ascendió un 1.16% para cerrar la semana en 4.886.
Las acciones continúan beneficiándose gracias a un ciclo activo de fusiones y adquisiciones. La lista de la semana pasada incluía los planes de Dell de adquirir EMC, la empresa fabricante de hardware, y las intenciones de AB InBev de aumentar su oferta por SAB Miller.
Las acciones también se están viendo favorecidas con la reciente caída en las tasas de interés, una tendencia que ha continuado durante la semana pasada: la rentabilidad de las letras del Tesoro a 10 años disminuyó del 2.09% al 2.03% y, en cierto momento, cayó por debajo del 2%. Asimismo, en Alemania, Italia y Australia también bajó la rentabilidad y subió el precio de los bonos durante la semana pasada.
En las últimas semanas, han comenzado a recuperarse las acciones, el crédito e, incluso, los mercados emergentes. Desafortunadamente, las alzas no se vieron impulsadas por indicios de mejora económica, la estabilización de la inflación ni el aumento de las ganancias.
Más bien, los inversionistas nuevamente experimentan alivio gracias a las tasas bajas y las condiciones monetarias favorables que, probablemente, se mantengan durante el resto del año.
Sin embargo, esta situación favorecerá al mercado solo hasta cierto punto. Mientras tanto, está surgiendo otra importante tendencia: para los inversionistas que pretenden alcanzar una cierta estabilidad a largo plazo en sus carteras (en particular, las carteras centradas en títulos valores), se reposicionan los bonos de mayor duración como mecanismos de cobertura eficaces contra el riesgo de renta variable.
Estamos transitando una época muy agitada
En la mayoría de los países, las tasas de interés se mantienen bajo control gracias a una inflación constantemente baja. Por ejemplo, las últimas mediciones de la inflación en China estuvieron por debajo de las expectativas, mientras que las mediciones en el Reino Unido resultaron negativas por segunda vez desde el 1960. Incluso en los EE. UU., el índice de precios del productor está cayendo al ritmo más rápido desde el 2009.
Dado que la inflación real se ha mantenido obstinadamente baja, también han permanecido estancadas las expectativas de inflación. Por ejemplo, las expectativas de inflación a cinco años en los EE. UU. cayeron a alrededor del 1.15%, un porcentaje más bajo que el de la semana anterior, que era del 1.25%.
Debido a que siguen disminuyendo las expectativas de inflación, cada vez parece menos probable que la Reserva Federal aumente las tasas en el 2015 y hasta parecen disiparse las posibilidades de que vaya a suceder esto a principios del 2016.
Estas condiciones han ayudado a mantener baja la rentabilidad de los bonos. Sin embargo, el hecho de que los bonos resulten poco atractivos y de que las tasas a corto plazo estén cada vez más cerca de alcanzar un nivel de cero por noveno año calendario, los inversionistas se han volcado nuevamente hacia las acciones como principal de mecanismo de defensa en sus carteras.
No obstante, esto tiene un costo: el aumento en las valoraciones; desde el 30 de septiembre, la relación pasada entre precio y ganancia correspondiente al índice S&P 500 ha registrado un alza del 10%.
Pese a esto, aunque las acciones lograron recuperarse de las bajas, han descendido los índices S&P 500, Dow Jones Industrial Average y Russell 2000 en lo que va del año. Esto se ha debido, principalmente, a ganancias corporativas desalentadoras, una tendencia evidente en la temporada de ganancias del tercer trimestre que todavía es prematura.
La semana pasada, los resultados más desalentadores correspondieron a Walmart, el indicador del sector. La compañía emitió una advertencia en cuanto a sus ganancias, culpando de ello al aumento en los salarios.
Rápidamente, las acciones cayeron más del 10%, lo que representó la pérdida más grande en un solo día desde el 1988. La reacción negativa refleja el estado de ansiedad generalizado: dado el debilitamiento del crecimiento en los ingresos, en caso de que los márgenes en los EE. UU. comiencen a descender respecto de sus importantes alzas registradas, será aún más difícil lograr el crecimiento en las ganancias.
La cruda realidad es que, a pesar de que pueda seguir observándose un aumento en las valoraciones por un tiempo más (en particular si el Banco Central Europeo o el Banco de Japón contribuyen a sus propios programas de flexibilización cuantitativa), las valoraciones ya están predestinadas a sufrir bajas, especialmente en el caso de las acciones de los EE. UU.
A un nivel, aproximadamente, 18 veces por encima de las ganancias pasadas, los múltiplos se restablecieron al mismo nivel en que se registró el pico del mercado durante este verano. Pensamos que, durante este año, todavía puede registrarse un alza más respecto de las acciones, pero dada la ausencia de un crecimiento en las ganancias, se presenta el siguiente escenario: en el mejor de los casos, las acciones de los EE. UU. se estancarán; en el peor de los casos, quedarán vulnerables a crecimientos abruptos e inesperados.
Los inversionistas pueden volver a optar por mecanismos de cobertura
Estas condiciones llevan a que los inversionistas abandonen dicha clase de activos (posiblemente, perdiendo ganancias) o intenten especular con el mercado. Sin embargo, existe una tercera alternativa: en lugar de especular con el mercado, los inversionistas deberían considerar el mecanismo de cobertura adecuado.
A pesar de que no vemos mucho valor en los bonos a largo plazo, estos se han reposicionado como mecanismos de cobertura de títulos valores para volver a cumplir la función que han tenido históricamente.
De hecho, la correlación de 90 días entre el índice S&P 500 y las letras del Tesoro a 10 años es, una vez más, considerablemente negativa. En un entorno donde los temores de los inversionistas se han inclinado nuevamente hacia la economía y ha cesado el miedo infundados con respecto a la Reserva Federal, es posible que la correlación siga siendo negativa en el futuro previsible.
Esto implica que los bonos a largo plazo, aunque posiblemente no ofrezcan ingresos considerables, pueden servir como mecanismos de cobertura eficaces dentro de las carteras compuestas principalmente por títulos valores.
Por Russ Koesterich
Estratega Principal de Inversiones Globales para iShares de BlackRock