BBVA Research: G7, el peso de las palabras

“El interés por un foro multilateral en el que tratar asuntos de alcance global siempre va a existir; lo que no está tan claro es quién va a seguir estando en el núcleo que lo impulse”, señalan Julián Cubero y Miguel Jiménez González-Anleo del BBVA Research.

Las reuniones periódicas del grupo de naciones más desarrolladas se formalizaron a mediados de los años 70, como un foro de discusión de asuntos económicos de alcance global. En aquella época se trataba de eventos nada menores, como el colapso del sistema de tipos de cambio basado en la convertibilidad del oro y el dólar o el embargo petrolero de Oriente Medio. A lo largo de estos más de 40 años, los participantes, la frecuencia de las reuniones y la diversidad de asuntos a tratar han ido evolucionando, aunque siempre con la idea de que es positivo tener un foro multilateral de discusión de asuntos que afectan a todos, con un tamaño más manejable que la ONU, por ejemplo, y recogiendo los intereses comunes de un grupo de países relativamente homogéneo.

La reunión de Taormina, del pasado fin de semana, deja patente que el G7 se encuentra en horas (muy) bajas, e incluso pone en tela de juicio su propia composición. Esto refleja un panorama en el que el bilateralismo es la guía de la política exterior y comercial de EE.UU., el Reino Unido negocia los términos de su salida de la UE y, en contraste, los países que se declaran ahora como campeones de la apertura al exterior y el multilateralismo, como China, no pertenecen al G7.

Una pista de los pobres resultados de este último encuentro en Italia lo da ya el poco “peso” del comunicado final, el más corto desde 2012, con sólo 4.000 palabras, muy lejos del máximo de las más de 14.000 del año pasado. Pero lo fundamental es que ha sido mucho menos asertivo que en el pasado. La voluntad de acción mostrada con la palabra inglesa “will” (“se hará”) no aparece muy arriba en el ranking de palabras del comunicado final, lo contrario de lo que ocurría en 2013, 2014 o 2015, años en los que la ambición de la toma de decisiones sobre asuntos como paraísos fiscales, lavado de dinero o el desafío del cambio climático, era mayor. En 2016 y 2017 se hacen mucho más frecuentes las palabras “welcome”, “support” ó “commit” (“se da la bienvenida”, “se apoya”, “se compromete”) formas, todas ellas, que denotan una menor implicación.

En lo que se refiere a los asuntos tratados el pasado fin de semana, la política exterior y la lucha contra el terrorismo aumentaron su presencia en el comunicado frente a años anteriores (acaparando, por cierto, casi todos los “will” del texto). Muchas más cautelas ha habido en lo que se refiere a la defensa del comercio global, con frases que contextualizan el rechazo al proteccionismo, un rasgo definitorio del G7, para acomodar la nueva política comercial de Estados Unidos. Pero incluso ese acuerdo de mínimos no ha sido posible en lo relativo a la lucha contra el cambio climático, donde Estados Unidos está revisando su posición, mientras que el resto reafirma su compromiso con el Acuerdo de París de 2015.

China, que no pertenece al G7 pero que es ya la segunda economía más grande del mundo, con unas interrelaciones exteriores de flujos comerciales, financieros y de personas crecientes, está aprovechando la oportunidad que le da el repliegue multilateral de EE.UU. Así, la economía asiática señala su apoyo al libre comercio y la lucha contra el cambio climático, además de estar promoviendo una arquitectura multilateral global, más cercana al reparto actual del poder económico, que está virando desde el Atlántico hacia Asia, con el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, con la promoción de más acuerdos comerciales y con la iniciativa “One Belt, One Road”, que le permitirá ir aumentando su influencia a lo largo de Asia y Europa en un movimiento de largo alcance.

El interés por un foro multilateral en el que tratar asuntos de alcance global siempre va a existir; lo que no está tan claro es quién va a seguir estando en el núcleo que lo impulse y quién será un simple seguidor. Quizás, con el tiempo, habrá que contar en las reuniones del grupo de países más comprometidos con el multilateralismo no sólo el número de “will” si no el de su traducción china “将” (“jiāng”).

Por Julián Cubero y Miguel Jiménez González-Anleo
BBVA Research

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