Aunque todos los referéndums tienen un componente emocional elevado, no podemos quejarnos de la falta de análisis rigurosos y de debate público que ha generado el referéndum sobre el Brexit. A pocos días del día señalado, sólo queda sacar conclusiones finales y esperar el resultado.
A pesar del revolcón de las encuestas en la última semana, la incertidumbre va a ser muy alta hasta el final. Por un lado, se espera una participación mayor que en otras votaciones y, para los expertos, resulta muy difícil adivinar cuál será la dirección de voto de los abstencionistas habituales, por falta de referencias. Además, el clásico viraje de la última semana hacia la posición más conservadora (en este caso, la permanencia en la UE) aún no se ha producido, mientras que el informe aún por publicar del FMI y la comparecencia conjunta de los ex-primeros ministros británicos pueden mover de nuevo las encuestas hacia el equilibrio.
Curiosamente, la división casi matemática en las predicciones de voto contrasta con el consenso en la casi totalidad de los estudios serios sobre las consecuencias económicas del Brexit a largo plazo en el Reino Unido, que apuntan a un importante impacto negativo, a través sobre todo de un comercio menor con la UE, unos flujos de inversión más desfavorables hacia el Reino Unido y posiblemente una menor inmigración que, no lo olvidemos, ha sido una fuente de riqueza para el país en los últimos años a pesar de ser uno de los asuntos que están empujando hoy más a la salida. El rango del impacto estimado sobre el nivel de PIB está entre el 2% y el 8% hacia 2030. Es elevado, pero no dramático. Aún con un nivel de PIB 10 puntos por debajo del que podría ser si se mantuviese el status quo, el crecimiento acumulado en el Reino Unido en todo ese período seguiría siendo superior al de la zona euro, que se encuentra con una situación de partida peor en términos de crecimiento potencial.
De ganar el voto favorable a la salida, la incertidumbre sobre lo que ocurrirá a continuación es muy elevada sobre muchas variables: cómo será la gestión de las negociaciones del previsible nuevo gobierno (con retos muy difíciles y donde las posibilidades para equivocarse son elevadas), qué tipo de acuerdo buscará, cómo responderá un parlamento que es mayoritariamente europeísta, cuál será la estrategia negociadora del resto de socios europeos (motivados por limitar daños, pero también por evitar un precedente para otros países), etc.
Además, la incertidumbre que generarían estos -y otros- factores en el corto plazo afectaría negativamente a la confianza económica y a los mercados, aunque la magnitud y persistencia de este efecto es difícil de determinar. Una depreciación adicional de la libra es muy probable, teniendo en cuenta que el Reino Unido tiene un déficit externo relativamente elevado. Adicionalmente, es de esperar un movimiento hacia activos refugio y hacia el dólar, un aumento de las volatilidades y un cierto efecto contagio al resto de Europa. En principio, no hay motivos fundamentales para un contagio persistente, más allá de la primera reacción: un Brexit no va a producir una recesión profunda en el Reino Unido, ni va a producir impagos masivos, ni va a llevar a la ruptura de la UE. Pero, aun así, las dinámicas de los mercados a través de “profecías autocumplidas” son un riesgo difícil de calibrar.
Por último, el efecto político que tendría un Brexit sobre el resto de Europa debería ser acotado. Aunque los populismos anti-europeos se han extendido recientemente, es difícil que sobrepasen una cierta cota en países grandes, y no es de esperar que las demandas de excepciones a determinadas políticas europeas o incluso de salida de la EU afecten a países de la zona euro, aunque quizás sí a otros de Centroeuropa o a países nórdicos. Es posible además que un Brexit lleve a una reacción hacia una mayor integración por parte de Francia y Alemania, probablemente en temas pocos polémicos en el corto plazo y en asuntos más de fondo tras las elecciones en ambos países en 2017.
Pero sería mejor que todos estos problemas no aparecieran a partir del día 24 y que las especulaciones europeas se pudiesen limitar solamente al resultado de la Eurocopa.
Por Miguel Jiménez
Economista del BBVA Research