Londres (AFP).- “Sin los inmigrantes europeos no podríamos funcionar”, admitió Nick Ottewell, un productor de lechugas británico. Como él, los hospitales, los restaurantes o la construcción necesitan brazos europeos que podrían esfumarse con el Brexit.
Con uno de los desempleos más bajos de la Unión Europea, inferior al 5%, la libre circulación de trabajadores europeos ha sido una bendición para la floreciente economía británica de los últimos años, pero también para cientos de miles de españoles, italianos, griegos o polacos, que necesitaban trabajo o mejores salarios.
El gobierno de Theresa May, que el miércoles inició el proceso de ruptura con la UE, ha lanzado mensajes tranquilizadores, pero algo se ha roto con el Brexit.
“Nunca antes me habían hecho sentir que no era británico. Y ahora soy consciente”. Una de las caras más reconocibles de The 3 million (una organización de europeos residentes en el Reino Unido que lucha por conservar sus derechos), es Joan Pons, un enfermero español que trabaja en un hospital de Norfolk, en el este de Inglaterra.
Vacantes de enfermería
Con 24,000 plazas de enfermería vacantes, los hospitales británicos están al límite y el Brexit podría complicar todavía más su funcionamiento si, como parece estar ocurriendo, el personal europeo le da la espalda al país.
El número de nuevos enfermeros europeos llegados al NHS (National Health Service, el servicio de sanidad pública) cayó un 90% desde el referéndum del 23 de junio, según datos del Consejo británico de enfermeras y comadronas (NMC).
“Es el primer signo de un cambio tras el referéndum sobre la UE”, dijo en un comunicado Jackie Smith, directora del NMC.
Más del 5% de los 1.2 millones de empleados de la sanidad pública británica, alrededor de 60,000, son de la UE, según datos de NHS Digital.
Según un sondeo elaborado para el programa Dispatches, de la televisión Channel 4, el 42% de los europeos del NHS está considerando irse, el 70% cree que el país es menos atractivo por el Brexit y el 66% teme por el futuro de sus carreras.
Pons tiene tres hijos nacidos en el Reino Unido, de 5, 11 y 14 años que no paran de preguntarle si tendrán que volverse a España. “Tienen miedo a ir de vacaciones y que no nos dejen volver”.
“Estamos pensando en irnos a Australia”, reconoció una enfermera barcelonesa de 45 años afincada en el Reino Unido y casada con un médico español, que no quiso revelar su identidad.
Lleva tres años en el Reino Unido, pero en este poco tiempo “las condiciones han cambiado”, añadió. Las ventajas de estar en un país anglosajón cerca de casa desaparecerán con las primeras trabas burocráticas. “Me agota el mal tiempo, y nunca antes me había importado”, admitió.
“El resto es propaganda”
Paradójicamente, el hartazgo con la inmigración fue el principal motivo por el que la gente de Maidstone, un área rural del sudeste de Inglaterra, votó a favor del Brexit, pese a que sus granjeros no podrían vivir sin europeos.
“Los británicos están hartos de que les digan que son demasiado vagos para trabajar. He conocido a muchos que habían enviado 60 o 70 currículum sin recibir respuesta. Al mismo tiempo, se publican ofertas de empleo directamente en países de Europa del Este”, lamentó Eddie Powell, empresario y concejal del partido antieuropeo UKIP.
La tesis, sin embargo, tropieza con todos los análisis. “Todos los estudios demuestran que la inmigración no tiene ningún impacto en los salarios o lo tiene de manera marginal”, explicó Jonathan Wadsworth, autor de un informe sobre este tema para la London School of Economics. “Si los salarios cayeron fue por culpa de la crisis financiera del 2008, no por la inmigración”.
James Bish, un inglés de 18 años que trabaja en la cadena de cafés Costa, dijo que “los británicos son demasiado perezosos”. “Los inmigrantes hacen los trabajos que los de aquí no quieren”, añadió, al tiempo que se ajustaba la gorra.
Nick Ottewell recibió cartas insultantes por haber formulado una conclusión similar en la prensa local. Este hombre robusto, de barba pelirroja, dirige una explotación agrícola de 600 hectáreas a unos kilómetros de Maidstone que produce hasta 9,000 toneladas de lechugas al año.
La totalidad de sus 150 trabajadores temporales y más de la mitad de los 30 con contrato fijo son extranjeros, en su mayoría rumanos.
“Hace tres o cuatro años, la oficina de empleo me pidió que contratara a diez británicos. Sólo se presentó uno y acabé teniendo problemas con él. Simplemente, no podríamos funcionar sin los inmigrantes de la UE”, narró.
En su granja, los temporeros cobran el salario mínimo (7.50 libras la hora, US$ 9.3) y viven en caravanas con ducha y cocina puestas a su disposición por la granja, un alojamiento por el que pagan 42 libras a la semana, con agua y electricidad incluida.
“Aquí nos tratan muy bien. Vine para tener una vida mejor y cumplir mis sueños. El Brexit no nos preocupa mucho. Sabemos que nos necesitan”, explicó Nico, un rumano de 25 años, mientras plantaba lechugas.
“Los inmigrantes trabajan muy duro. El resto es propaganda estúpida”, sentenció Nick Ottewell.