El presente año no se vislumbra como alentador para los países exportadores de materias primas, en particular en el caso del petróleo, pero también en el de los metales básicos, y específicamente en el del cobre, según Maximixe.
Esto último es de particular relevancia para el Perú, puesto que el año pasado las exportaciones del metal rojo representaron 23% del total de las exportaciones del país, y dado que se espera un importante incremento de las exportaciones físicas para el presente y próximos años.
Al respecto, las cotizaciones en la Bolsa de Metales de Londres (LME) ya fluctúan por debajo de los US$ 2.80/libra, comparable con las cotizaciones de junio del 2010, cayendo desde un nivel promedio de US$ 3.31/libra registrado en enero del año pasado.
Ello equivale a una reducción de alrededor de 15.4% en un período de doce meses. Adicionalmente, casi con certeza se podría prever que dicha cotización continuará reduciéndose en las próximas semanas pues el mercado se encuentra en una situación de “backwardation”.
Esto es, la cotización a futuro (3 meses) hoy en día es inferior a la cotización para entrega inmediata del metal o “spot”. Es decir, quienes producen cobre, prefieren comprometerse a entregarlo al término de dicho período a cambio de un precio menor al precio que reciben hoy por sus ventas, seguramente debido a que esperan que el precio “spot” que regiría dentro de tres meses, sea inferior al que rige hoy para éstas ventas “adelantadas”.
Otra forma de interpretar la situación de “backwardation” es afirmar que el mercado espera una situación de exceso de oferta en el futuro cercano y por ende espera también cotizaciones inferiores a las actuales.
Conocidos son los factores que explicarían dichas expectativas. Entre los principales se suelen mencionar el actual estancamiento de las economías de los países de la Eurozona y del Japón, situación que podría inclusive tornarse en sendas recesiones; el fortalecimiento del dólar estadounidense y la pérdida de ritmo de la economía china. En lo que sigue se hará un brevísimo análisis de los mismos, aunque se pondrá énfasis en este último factor.
En primer término, cabe señalar que la economía norteamericana continua mostrando evidentes signos de recuperación puesto que las principales cifras macroeconómicas así lo señalan.
Por ejemplo, en el tercer trimestre del año pasado, el PBI creció en un sólido 5%, y se estima que el PBI se expandió en un 2.5% respecto del nivel alcanzado en el 2013. Igualmente, durante el 2014, se crearon alrededor de 3 millones de nuevos empleos –algo no visto desde 1999- por lo que la tasa de desempleo se redujo a 5.6% a fines de diciembre.
Sin embargo, aún el mercado laboral no muestra signos de fortaleza pues los salarios reales continúan siendo relativamente bajos, lo cual evita la presencia de presiones inflacionarias.
Adicionalmente, la estrepitosa caída del precio del petróleo ha significado una mejora en la cuenta corriente y también una menor incidencia de este insumo básico en la formación de los precios.
Estos factores abonan en favor de la presunción de que la Reserva Federal pospondría el cambio de su política monetaria, en favor de una que provoque el incremento de las tasas de interés, hasta fines del presente año. Mientras tanto, el dólar se aprecia, restándole interés a la participación de los inversionistas en las bolsas de los “commodities”.
En cambio, las perspectivas económicas de la zona Euro son poco favorables, pues confronta problemas diversos que hacen vislumbrar una deflación y probable recesión. Como se sabe, la desaceleración de las economías de la zona ha provocado que por primera vez en los últimos 5 años, los precios a los consumidores se redujeran en 0.2% el año pasado.
Esta situación podría empeorar y desembocar en una reducción generalizada de los precios, lo que provocaría el incremento de las deudas en términos reales, desencadenando una crisis de pagos que golpearía al sistema bancario, provocando un colapso de la inversión.
Por ello se espera que en la próxima reunión del Banco Central Europeo del 22 del presente mes, se apruebe la compra de grandes montos de deuda soberana, lo que a semejanza de lo sucedido en los Estados Unidos, tornaría abundante el crédito y reduciría al mínimo las tasas de interés.
Todo ello a fin de estimular el gasto y promover la inversión. Sin embargo, factores de carácter político-económicos como la posibilidad de que Grecia después de las próximas elecciones, nuevamente deje de honrar su deuda externa y abandone la Eurozona, y que Ucrania incurra también en una cesación de pagos, de una magnitud mucho mayor que en el caso de Grecia, son factores que podrían provocar una crisis bancaria que definitivamente colocaría a los países de la Eurozona en recesión.
A todo ello se debe agregar los conflictos geopolíticos entre los países de la zona y Rusia, a causa de las disputas territoriales entre Ucrania y dicho país.
Adicionalmente, cabría señalar que eventualmente la mejora de la economía norteamericana comenzará a generar algunas presiones sobre los precios, lo que sería motivo para que las autoridades monetarias de dicho país se decidan a iniciar una política monetaria que permita el alza de las tasas de interés a fin de controlar el exceso del gasto agregado.
Dicho cambio en la política monetaria significaría un mayor flujo de fondos hacia dicho país, particularmente en detrimento de las economías de los países emergentes, donde se dispondría de menores recursos para financiar la inversión y donde también ocurriría una depreciación adicional de sus monedas.
Ambos factores deprimirían aún más sus economías en el corto plazo, reduciendo las compras de cobre. Esta apreciación del dólar agravaría el ya mermado interés en las inversiones financieras o especulativas en las bolsas de metales.
Pero, asumiendo que los anteriores factores no conduzcan a una nueva crisis mundial como la iniciada el 2008, quedaría un factor que por su singular importancia amerita un análisis particular por la influencia decisiva que ejerce sobre la situación del mercado mundial del cobre en el corto plazo: el consumo y las importaciones chinas.
Las siguientes cifras estadísticas corroboran dicha afirmación: entre el 2011 y el 2014, el consumo chino fue de aproximadamente 47%, en promedio, del consumo mundial, con una ligera tendencia creciente en dicha participación entre los años señalados. Se estima que el consumo chino en total alcanzó alrededor de unos 10 millones de TMF el año pasado, mayormente en la fabricación de productos electrónicos y eléctricos, alrededor de 4.8 millones de TMF, y en la construcción de edificaciones, unas 2.4 millones de TMF.
Entre ambos usos, se explica el 73% del consumo del metal rojo en dicho país. Cabe indicar que China no es solamente el mayor consumidor de cobre en el mundo, sino que también es un gran productor ya que en los mismos cuatro años aludidos, produjo aproximadamente, en promedio, un 30% de la producción mundial. Así mismo, dicha participación se ha incrementado desde un poco más del 26.3% en el 2011, a una participación de 33% el año pasado. Estas cifras corroboran la política del gobierno chino de reducir la importancia relativa de las importaciones en el consumo global del metal.
En consecuencia, el comportamiento de las importaciones de China evidentemente condicionan grandemente las cotizaciones del metal. China importa anualmente un poco menos de 3.5 millones de TMF, lo que le permite cubrir un tercio de su consumo. Como es conocido, la economía china ha venido desacelerándose debido a los problemas financieros internos que confronta debido a la desmesurada expansión de su economía en los últimos tiempos.
El año pasado, la tasa de inflación fue de 2%, por debajo de la meta oficial de 3.5%, producto de la política de moderación del gasto agregado aplicado por las autoridades. Al respecto, resulta de vital importancia los anuncios de las metas oficiales de crecimiento económico y las nuevas reformas que la Asamblea Popular de China definirá cuando se reúna a principios del próximo mes de marzo.
De tales metas, especialmente las referentes a los sectores inmobiliario e infraestructura, se podrá colegir si el peso del consumo de cobre de China prestará un soporte importante a las cotizaciones en el presente año.