Las ciudades son los monumentos de la civilización. Una ciudad define una civilización más que cualquier otra cosa. Atenas fue para Grecia tanto como Mohenjo-Daro (en la actual Pakistán) fue el pináculo de la civilización del valle del Indo de la Edad de Bronce. En los tiempos actuales, Japón es conocido por Tokio más que cualquier otra cosa.
Para los viajeros o cualquier visitante de un país extranjero, la ciudad es la que los acoge y la característica de las ciudades son las que reconocen como representativas del país. Las ciudades se originaron como centros administrativos, comerciales y de producción y sobrevivieron mientras el comercio o el gobierno estuvieron vigente.
En 1800, solo el 3% del mundo era urbano, lo que aumentó a 14% en 1900 y a 40% en el 2000. En el 2050, se espera que el 70% de la población mundial viva en centros urbanos. La gran pregunta que enfrentan las autoridades en este momento es cómo las ciudades pueden acomodar a más personas sin destruir las cualidades que las hacen originalmente atractivas para las personas.
Las ciudades, ante todo, proporcionan menores costos de transporte de bienes, personas e ideas. Una ciudad hace que la prestación de servicios públicos sea más fácil. Nueva York es capaz de proporcionar electricidad sin interrupciones, incluso en situaciones de emergencia. Tiene universidades y hospitales de clase mundial. El metro de Nueva York es financieramente viable, ya que atiende a un gran número de personas y la ciudad cuenta con innumerables espacios públicos y centros culturales. En el libro City of Economics (Ciudad de Economía), Brendan O’Flaherty dice que las ciudades continúan solo si sus ventajas compensan sus desventajas.
A medida que los costos de transporte han caído durante el siglo 20, se han reducido las ventajas concedidas a las ciudades por su ubicación estratégica. El futuro de las ciudades depende en si los substitutos a la comunicación cara a cara harán obsoleta la necesidad de contacto personal, o si las nuevas tecnologías albergan los albores de una era más interactiva.
Las primeras ciudades globales.
Singapur, Londres, Dubái, Hong Kong y Nueva York son ciudades que se transformaron con la tercera revolución industrial. Se convirtieron en las primeras ciudades verdaderamente globales. Ya eran importantes centros de comercio, pero se convirtieron a sí mismas en centros de finanzas globales.
Shanghái y Shenzhen se convirtieron en mega ciudades de producción, incluso cuando las ciudades manufactureras morían en gran parte del mundo desarrollado. Esto se debió en gran parte a condiciones muy benignas brindadas por el gobierno al suministrar financiación e infraestructura y, por supuesto, un cambio en la industria manufacturera global para estas ciudades a causa de las ventajas que presentan. Al igual que con las ciudades más antiguas, tuvieron la ventaja de ser puertos y fueron capaces de proyectar su influencia a través del comercio.
Silicon Valley y las ciudades del futuro.
La cuarta revolución industrial no va a ser fiel a la ubicación. No hay ventajas que se obtienen de la proximidad a las vías marítimas o las rutas comerciales terrestres. Las empresas van a donde está la gente hábil. Las personas no encontrarán límites tampoco. Ellas se moverán de acuerdo a su preferencia social y cultural y a lugares que ofrecen las mejores oportunidades. La cuarta revolución industrial se refiere al complejo industrial que se avecina en base a la Internet de las cosas, la inteligencia artificial y el big data (grandes volúmenes de datos). El medio ambiente se volverá más sensible, porque las actividades se pueden monitorizar en tiempo real y los datos así generados pueden ser usados para mejorar la prestación de servicios.
Silicon Valley es el ejemplo por excelencia de aglomeración industrial de alta tecnología. Aunque no es una sola ciudad, bien demuestra la economía de la proximidad a las ideas. Al reunir a personas altamente cualificadas, la innovación se alimenta de sí misma y se ha convertido en la referencia mundial para la innovación y la experimentación.
Ciudades como Nueva York han desarrollado su propia versión de Silicon Valley, mientras que ciudades como Detroit, que no cambian, se han estancado y están en vías de desaparición. Esto enseña lecciones para el mundo en desarrollo, ya que se urbaniza rápidamente.
En primer lugar, cada ciudad debe identificar su ventaja competitiva, ya sea manufacturera o financiera. En segundo lugar, esta debe ser seguida por inversiones específicas. Por ejemplo, Dubái invirtió fuertemente para convertirse así misma en un centro de aviación, negocios y turismo. En tercer lugar, las ciudades deben tener espacios públicos para que las personas interactúen, tales como Central Park de High Line en Nueva York.
Por último, las ciudades son solo comunidades de alta densidad. Esto tiene que ser planificado en términos de requisitos de salud y transporte. Permiten un uso de menos recursos, como los automóviles, una mayor sostenibilidad del transporte público y por supuesto de fijación de precios.
Desigualdad, el mayor peligro urbano de este siglo.
La desigualdad representa la mayor preocupación social asociada a la cuarta revolución industrial, ya que los mayores beneficiarios son los que tienen el capital intelectual y físico: los innovadores, accionistas e inversores. Aquellos que proporcionan meramente mano de obra pueden sentirse prescindibles y vulnerables. El hecho de que los responsables políticos y la gente sean conscientes de estos cambios es algo bueno. Si sabemos de esto, podemos hacer algo al respecto. La gente va a reformular sus habilidades si tienen la oportunidad, y si son conscientes de los cambios que se avecinan.
Ya existen ejemplos de ciudades inteligentes que demuestran lo que es posible. La plataforma tecnológica CityOS de Barcelona utiliza de forma constante retroalimentación de datos en tiempo real desde el entorno urbano para regular el consumo de energía, uso del agua y gestión de residuos. El distrito financiero Songdo de Corea del Sur fue creado desde cero para tener inteligencia integrada en toda su infraestructura. El camino para construir grandes ciudades no es fácil, pero la amplia prescripción para los países son similares.
¿Cómo podemos planificar una ciudad de cuarta generación?
La palabra “planificación” puede tener connotaciones negativas, pero es esencial para la supervivencia y desarrollo de las ciudades. Para que ocurra cualquier cambio, la economía política del cambio es muy importante. La gente debe exigir espacios públicos, regulaciones que permiten la conducción autónoma y edificios eficientes en términos de energía. Las ciudades no deben hacer normas para mantener alejadas a empresas como Uber sino deben regular para permitir el acceso a vehículos autónomos. Los responsables deberían tener el poder y la autonomía para hacer la diferencia. Las autoridades deben ser capaces de identificar una visión a largo plazo para las ciudades con un análisis de las fortalezas y oportunidades. Todo esto depende esencialmente de otra lección que el mundo puede recoger de China: la descentralización del poder.
Los alcaldes chinos son todopoderosos en sus ciudades y son responsables de la mayor parte de la planificación local. A ellos les confieren responsabilidades correspondientes respecto a la generación de ingresos para sus proyectos y su ejecución. El desempeño de un alcalde es medible a través de objetivos específicos, como el crecimiento del PBI, que podría ser sustituido por, por ejemplo, por el número de estudiantes o eficiencia de carbono, dependiendo de las prioridades nacionales.
La vitalidad de una ciudad se deriva en primer lugar de las actividades económicas. Las ciudades necesitan aprovechar su ventaja competitiva para competir globalmente y no solo dentro de un país. Tienen que hacerse atractivas para que las personas se muden ahí. El segundo factor más importante es la conectividad, es decir cómo las ciudades acomodan el movimiento de personas, incluyendo transporte público, carreteras y aeropuertos. En el mundo moderno, la conectividad digital es igualmente importante, como lo será la infraestructura auxiliar como electricidad fiable. En tercer lugar, las ciudades tienen que mirar al entramado social en términos de distribución del ingreso, el acceso a la gobernabilidad y el comercio, salud, educación y seguridad. Y, finalmente, las ciudades deben ser sostenibles, que consiste en planificar las energías renovables, la seguridad del agua, gestión de residuos y la calidad del aire.
Solo nuestra imaginación limita las capacidades de una ciudad de cuarta generación. Puede tener autos compartidos autónomos, sistemas de transporte público autónomos, que responde cuando la demanda sube para ofrecer trenes y autobuses adicionales. Puede tener tecnologías inteligentes y que ahorran energía. Las posibilidades son ilimitadas.