Visa arrancó operaciones en el Perú. Luego de tantos años de crecimiento constante –al cierre de edición, con 20 millones de tarjetas de débito en el país– María Adrian, country manager de Visa, espera que terminen los últimos toques de sus oficinas con vista al parque Las Américas en San Isidro, con claro entusiasmo de, al fin, arrancar una nueva gestión en su país de procedencia.
Por su lado, Diego Conroy, CEO de VisaNet, no se queda atrás en entusiasmo, tras cumplir apenas un semestre en el cargo y haber heredado un negocio con 110,000 puntos POS en el Perú.
Ambos explican sobre qué orígenes está cimentada su relación. “Visa es una empresa de tecnología que tiene una red que conecta globalmente a personas, instituciones financieras, comercios, para que puedan realizar pagos electrónicos”, explica Adrian.
La ejecutiva explica que, dentro de este sistema de red global, hay tres jugadores: Visa, el emisor de tarjetas (bancos) y el adquiriente que afilia a los comercios, que, en la gran mayoría de países, suelen ser los mismos bancos, pero el Perú es la excepción: aquí Visanet tiene la adquirencia exclusiva.
Conroy detalla: “Es ahí que entramos con el principal objetivo de facilitar la aceptación de los productos Visa en el país. Eso lo hacemos afiliando a comercios y desarrollando soluciones que permitan generar mayores transacciones con los medios de pago Visa”.
[Diego Conroy y María Adrian. Foto: Omar Lucas]
Formación en pared.
La llegada de Adrian no responde a un espacio vacío de negocio, sino en potenciar lo ya logrado por Visa. Por eso, uno de los verdaderos desafíos conjuntos está enfocado en abordar cada cambio tecnológico más cerca de los bancos, con especialistas locales en consultoría, en tecnología y en operaciones para poder dar una respuesta a esa tendencia.
“Empezar con el dinero electrónico es uno de los focos para los que estamos desarrollando muchas aplicaciones vía celular, porque es una ola muy fuerte de transición”, señala la country manager de Visa.
A pesar de la tendencia, Conroy menciona que, a sabiendas de que las tarjetas tienen aún tiempo por delante, una de sus innovaciones a corto plazo es el desarrollo de un POS que tenga la capacidad de leer la tarjeta sin contacto. “Será solo para ciertos giros de comercio, pero antecederá poco a poco hacia las billeteras electrónicas en el celular”, explica.
Soluciones ya descubiertas
No obstante, Adrian y Conroy están de acuerdo con que todo desarrollo tecnológico no cambiará sus conceptos de negocio: crear soluciones. “Al final, siempre hay un medio de pago y una aceptación del cliente; que el dispositivo sea un POS o esté en la nube no cambia nuestro trabajo”, explica, Conroy, agregando que, más que un reemplazo, será una convivencia.
“Va a haber más alternativas para el consumidor y va a depender mucho de la circunstancia, producto o servicio que esté tomando”, dice.
Por su lado, Adrian ve el plástico más como una demostración que podría dejar de usarse en la medida que vaya ganando terreno el dinero electrónico. “La realidad del producto está detrás, porque es una solución, no es el plástico lo que importa; lo que el cliente cuida son sus beneficios, programas de recompensas y demás funcionalidades”, explica. “Por eso, estamos enfocados en personalizar al máximo cada servicio para que cumpla con las expectativas del cliente”, finaliza.
La seguridad: el pilar innegociable.
Diego Conroy:
bq. “El comercio electrónico ha crecido el doble que el mundo físico y, en ese camino, ha habido múltiples cambios del lado del tipo de plástico, de los comercios, del tipo de dispositivos y esto no va a parar porque la expectativa es que el crecimiento se mantenga por encima del 30%. Sin embargo, y a pesar de los cambios, la seguridad, la confiabilidad y disponibilidad de la red siempre van a estar listas cada vez que un cliente quiera hacer una transacción con nosotros”.
María Adrian:
bq. “Nosotros tenemos la red de procesamiento más grande del mundo, donde hay herramientas de seguridad por las que pasan cerca de 49,000 transacciones por segundo. Cada una de ellas es monitoreada y perfilada según su riesgo, para poder entregarle al banco emisor, en menos de un segundo, una transacción con un perfil de riesgo predeterminado para que ellos puedan dar una autorización y saber que no es un caso de fraude”.