(Bloomberg) En las ganancias recién publicadas de Samsung, la empresa parece haber esquivado buena parte del impacto del fiasco con la batería del Note 7. Sin embargo, también es evidente que sus cifras para el tercer trimestre no contabilizan totalmente el costo de dejar atrás toda la saga.
Aunque las ventas quedaron cerca de 4% debajo de las estimativas, las ganancias operativas superaron en algo los pronósticos. Todos los sacrificios financieros incurridos quedaron disimulados por resultados mejores en otras divisiones, como la de semiconductores.
Cuánto se absorbió exactamente y cuánto falta es una pregunta fundamental para la administración de Samsung y los inversores. Igual de importante es por cuánto tiempo se extenderá este lío financiero. Suponiendo que Samsung pueda controlarlo, quizá la empresa elija repartir los daños por varios períodos o asumir todo de una sola vez.
Las normas para pasivos contingentes son claras y bastante flexibles. Las empresas pueden, y deberían, registrar cualquier pasivo futuro potencial si este es probable y medible. En este caso, ya se superó el obstáculo de la probabilidad.
El requisito de mensurabilidad se puede cumplir mediante consultas a abogados, contadores y otros expertos para presentar una cifra razonable.
Hasta ahora, parece que la empresa cargará con los costos sobre las ganancias netas —sustitución, reparación y posibles gastos legales— por lo menos durante dos trimestres: el que acaba de pasar y el período actual.
El impacto sobre los ingresos brutos, en forma de menos ventas de todos los productos en el futuro, es algo sobre lo que Samsung tiene menos control y que podría tener efectos durante un tiempo, según escribió Bloomberg News el miércoles.
Nuevos informes sobre problemas en los modelos sustituidos lanzados por Samsung podrían agravar el problema.
En vista de que Samsung puede controlar el momento en el que incurrirá en los costos, yo diría que debería amortizar lo más posible lo más rápido posible.
Con otras palabras, darse un buen baño. Habrá problemas financieros en el corto plazo, pero tal como sacarse un apósito, eso le permitiría a la empresa seguir adelante y evitar arrastrar ese relato a plena vista de los consumidores.
La otra cara de la moneda es que se podría entender que un producto importante de la línea y la consecuente reducción de la utilidad neta podrían debilitar la mano de la administración mientras Samsung se prepara para una posible batalla con el inversor activista Paul Elliott Singer.
Un desafío fundamental, sin embargo, es calcular el costo de las posibles soluciones, que podría incluir multas, compensaciones y cualquier otra cosa necesaria para ahuyentar el problema.
No queda claro que alguna de esas reparaciones será necesaria, y no estoy alegando infracciones civiles o penales, pero todos sabemos que los abogados de los demandantes y los entes reguladores buscarán con mucha atención cualquier oportunidad.
Para lidiar con esta incertidumbre, lo mejor que podrían hacer Samsung y sus accionistas es una estimación muy conservadora de los costos —o sea, una sobreestimación— y asumir una depreciación puntual en este trimestre.
Como las estimaciones de daños y perjuicios ya ascienden, según se informa, a US$ 2,000 millones, eso podría acarrearle a Samsung las peores ganancias desde la crisis financiera.
Pero también se volvería a foja cero y todos tendrían la impresión de que se trata de un caso puntual, que es precisamente el relato que necesita Samsung ahora mismo.
También podría brindar la posibilidad de efectuar una medida contable digna de un ninja, como obtener ganancias con el fiasco en un trimestre posterior si los costos finales no alcanzan las estimativas.
Pero esa estrategia viene con una advertencia importante: si Samsung sigue haciendo lío, no habrá suficiente jabón y agua en el mundo para lavar la mancha.