Para Alfonso Brazzini Díaz-Ufano, presidente del directorio de Inversiones La Rioja (ILR), ha terminado un vía crucis. Seis años y medio después de que se empezara a planear la apertura de un JW Marriott en Cusco y casi cuatro años después de que el proyecto tomara forma definitiva con la adquisición de un histórico inmueble en la esquina de las calles Ruinas y San Agustín, Brazzini es el principal anfitrión del cóctel de inauguración del nuevo hotel. “Lo que siento es indescriptible”, le confiesa a G de Gestión minutos antes del evento. “Pensamos muchas veces que el fracaso nos venía persiguiendo”.
Según la memoria anual de ILR del 2008, se proyectaba una inversión de US$ 38,6 millones en el local, que empezaría a operar a finales del 2010. La cifra aumentó a US$ 56 millones y la fecha se corrió dos años. “Hemos hecho una obra a mano en pleno siglo XXI”, explica Brazzini. Por el carácter histórico del inmueble y sus alrededores, no se podía usar maquinaria pesada en la construcción. Además, buena parte del tiempo se dedicó a trabajos arqueológicos para recuperar vestigios de las culturas killke e inca. Brazzini tiene fotos del terreno repleto de decenas de piedras marcadas con números para que los arqueólogos las clasificaran. “Eran toneladas de piedras”, recuerda con alivio. Hoy, el hotel tiene una ocupación por encima del 35%, que supera largamente lo esperado. Para el 2013, se proyecta que este ratio supere el 50%.
Futuro promisorio
Mientras avanzaba en la aventura cusqueña, ILR adquirió un predio en San Isidro y consolidó otros tres en Miraflores para desarrollar dos hoteles con la marca Courtyard, que abrirían a partir del 2014. Brazzini revela que también está por cerrar la compra de un terreno en la avenida El Polo. “Con eso, vamos a completar la cadena de cuatro estrellas con estándar americano, que es muy necesaria en Lima”, explica el ejecutivo.
Sus planes no quedan ahí, pero Brazzini hace los anuncios con cautela. “Es fácil decir que podría hacer 30 hoteles, pero no lo puedo anunciar hasta no tener los terrenos. Sin terreno, no hay hotel”, afirma el ejecutivo. La mira de la empresa está puesta en provincias, particularmente en Arequipa y Trujillo, para ingresar con la marca Fairfield Inn.
Aunque en sus proyectos anteriores IRL se financió con aportes de capitales y créditos bancarios, la empresa quiere aprovechar ahora el mercado de capitales. “Estamos trabajando en una emisión de bonos”, anuncia Brazzini. El ejecutivo revela que la empresa ya está siendo evaluada por las clasificadoras de riesgo, lo que deja entrever que su salida al mercado de capitales es inminente. “Los inversionistas institucionales necesitan inversiones de largo plazo, a 30 años, y esos son también los periodos de inversión de un hotel”, explica.
Con la emisión casi lista, al ejecutivo le queda un sueño pendiente. “Si el mercado sigue desarrollándose, me encantaría tener un Ritz Carlton en Lima”, se confiesa “Vería coronados mis esfuerzos cuando inaugure un Ritz. Y nos estamos acercando’’, concluye. No hay tiempo para más: Brazzini debe anunciar formalmente que el JW Marriott de Cusco dejó de estar en la categoría de los sueños para convertirse en una lujosa realidad.