Son pocas las empresas que logran conjugar el core business con la forma de gestionar personas. “Es lo que hacemos; mezclamos ambas cosas porque nosotros tenemos el rock en las venas”, dice Vicentini.
Casi como un solo grito de guerra, él y sus dos socios en el Perú han logrado desarrollar un negocio al ritmo de rock n’ roll con personas con cabellos largos, tatuajes y botas de cuero haciendo que esta franquicia estadounidense se posicione entre las mejores del planeta.
Cuestión de carácter
Cuando el Hard Rock Café llegó al Jockey Plaza, hace aproximadamente un año y medio, recibió 2,000 CV para ocupar 100 puestos, lo que demostró de arranque el atractivo de la empresa.
Sin embargo, la anécdota que destaca Vicentini es cómo llegaron esos jóvenes al proceso de selección: en su mayoría, de traje o corbata.
“Nosotros no queremos que las personas oculten lo que son; sino que, si usan aretes, se los dejen puestos; si tienen tatuajes, que se los descuban”, detalla.
“Aceptamos la actitud de cada uno porque queremos que las personas sean sinceras frente a nuestros clientes”, afirma.
Éste es el valor diferencial que el restaurante brinda en su atención al cliente y que, a su vez, logra que el Hard Rock Café cuente con una rotación de talento menor de 5% anual.
Durante su periodo de reclutamiento, Vicentini detalla cómo Hard Rock Café inyecta su cultura.
“El corporativo tiene un opening crue que viaja por el mundo entrenando a las personas antes de abrir operaciones. Son 15 días en los que les enseñan nuestros valores y les inyectamos la cultura”, explica.
Agrega que, producto de los buenos resultados del negocio, la operación limeña ha obtenido el primer puesto en el ranking de las mejores operaciones de Hard Rock en el mundo.