(Bloomberg).- La cartelera se yergue sobre Sunset Boulevard: la mano de un titiritero, como en los posters de “El Padrino” hace décadas, tira de los hilos de Hollywood. Plantea una pregunta inquietante: “¿El títere rojo de China?”.
El cartel es obra de Rick Berman, un cabildero en una misión contra “la adquisición de nuestras películas por los comunistas”. El blanco, en este caso, es Dalian Wanda Group Co., propietaria de la segunda cadena de cines más grande de Estados Unidos y de Legendary Entertainment, coproductora de “The Hangover” (¿Qué paso ayer?”). Y cuyo fundador, el multimillonario Wang Jianlin, estará este lunes en Los Ángeles para acoger un evento en una ciudad cuya industria más famosa lo adoptó.
La industria del entretenimiento podrá recibir la invasión de dinero de Wanda y otras empresas chinas de brazos abiertos, pero Berman ve un peligro. Esos inversores están ganando poder que, según su opinión, se utilizará para influir sobre la opinión pública y adaptar las películas al gusto de los gobernantes del país más populoso del mundo.
“Si todo sigue en su trayectoria actual, nunca verán a un villano chino en las películas”, dijo en entrevista telefónica desde Berman & Co., su empresa de relaciones públicas en Washington. Allí es famoso por sus tácticas duras en nombre de las industrias de alimentos, bebidas alcohólicas, cigarrillos y energía, y se ganó el apodo de “Dr. Maligno” por su lobby contra los sindicatos.
La campaña de Berman para que el Gobierno investigue más los riesgos para la seguridad de las participaciones chinas en la industria del entretenimiento llamó la atención de algunos miembros del Congreso. Está provocando murmullos y un poco de alarma en una industria ansiosa por acceder al enorme mercado cinematográfico de China y cada vez más dependiente del financiamiento de sus empresas.
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‘Muy ingenua’
“China es el mayor inversor externo, con la probable excepción de Wall Street, de la historia de Hollywood”, dijo Robert Cain, consultor y socio de Pacific Bridge Pictures.
Cain, una oveja negra en la industria, dijo que hay algo preocupante en el intento de China de alzarse con el llamado “poder blando” de influencia cultural y económica. “Fui beneficiario de la inversión china y estoy muy contento con los inversores con los que trabajé”, pero respecto a quienes creen que a los chinos sólo les interesa ganar dinero, “es una actitud muy ingenua e incluso peligrosa”.
Otros rechazan a Berman por considerarlo un alarmista. Janet Yang, productora de películas como “The People vs. Larry Flynt” (Larry Flynt: el nombre del escándalo), dijo que no parecía coincidencia que el tema surgiera en un año electoral en el que Donald Trump atacó a China en particular y a la globalización en general.
“No estamos haciendo widgets”, dijo Yang, cuyos padres nacieron en China. “Estamos haciendo cosas que requieren narraciones increíblemente hábiles y llenas de matices, y el público no va a tolerar nada que apeste a propaganda”.
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Mucho dinero.
Los chinos vienen distribuyendo mucho dinero por toda la industria desde 2012, cuando Wanda compró la operadora de cines AMC Entertainment Holdings Inc. Varios de los últimos grandes éxitos —entre ellos “Misión: imposible – Nación Secreta” y “Terminator: Génesis”— fueron financiados parcialmente por empresas chinas.
Uno de los estudios más nuevos, STX Entertainment, fundado hace dos años, comenzó con ayuda de la empresa china de capital privado Hony Capital y recaudó millones en acuerdos con Huayi Brothers Media Corp. y Tencent Holdings Ltd. La semana pasada, Alibaba Pictures Group Ltd. dijo que iba a comprar una participación en Amblin Partners, la productora financiada por Steven Spielberg.
‘Otras intenciones’
El más activo es Wanda. Fundado por Wang —exoficial del Ejército Popular de Liberación—, el conglomerado compró Legendary en enero y tiene un acuerdo para hacer películas con la unidad cinematográfica de Sony Corp. AMC planea comprar Carmike Cinemas Inc. Wanda está negociando la adquisición de una participación mayoritaria en Dick Clark Productions. Y Wang dijo que le gustaría controlar uno de los seis principales estudios de Hollywood.
“No creo que Wanda esté comprando todos esos intereses en películas en un intento por acaparar el mercado de palomitas de maíz con manteca”, dijo Berman. “Estos tipos tienen otras intenciones”.
A decir verdad, los estudios de Estados Unidos necesitan el acceso a China tanto como su dinero, y dependen de asociaciones para distribuir en ese país, donde las regulaciones imponen fuertes restricciones a las películas extranjeras. Como el mercado chino tiene tanto potencial, Hollywood se autocensura sin necesitar un empujón, dijo Stanley Rosen, profesor de la University of Southern California que estudia la relación entre China y la industria estadounidense.
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Ola de inversión
La del entretenimiento no es la única industria estadounidense que está atrayendo capitales chinos. Hubo inversiones directas por más de US$18.000 millones provenientes de ese país en el primer semestre de 2016, según Rhodium Group, más que el total en todo 2015.
Las empresas estadounidenses con sociedades controlantes con sede en China abarcan desde Smithfield Foods Inc. hasta el legendario hotel Waldorf Astoria en Nueva York. Ambas fueron examinadas por el Comité sobre Inversión Extranjera en Estados Unidos (CFIUS, por sus siglas en inglés), un panel que supervisa la adquisición de compañías estadounidenses por extranjeros.
Ahora, gracias a Berman, la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno de Estados Unidos (GAO, por sus siglas en inglés), está analizando si se debería expandir formalmente el alcance del CFIUS, en virtud de lo que 18 miembros del Congreso calificaron de “cuestiones serias de seguridad” planteadas por la ola de compras de Wanda. En una carta escrita el 15 de septiembre, los legisladores pidieron a la GAO que estudie si los exámenes de CFIUS deberían enfocarse en la propaganda y el control de medios y otras instituciones de poder blando.
Quizás sea cuestión de tiempo y dinero, dijo Nova Daly, asesor sénior de políticas de Wiley Rein en Washington. “En teoría, se podría llegar a un punto en el cual suficientes inversiones en la industria por parte de empresas provenientes de un solo país, como China, empiecen a generar sospechas”.