Steve Jobs era una leyenda mucho antes de que falleciera, a los 56 años, el 5 de octubre de 2011. Su fuerte personalidad dividió a todo aquel que le conoció en vida entre quienes que le admiraban y los que le ridiculizaban, los que creían en su magia y los que rechazaban sus formas autoritarias. Pero todos ellos coincidían en una cosa: era una persona que no pasaba desapercibida.
Becoming Steve Jobs es la (pen)última biografía del cofundador de Apple, y la única que han recomendado desde la propia Apple. “El libro muestra a Steve mejor que nada que hayamos visto antes, y estamos contentos de haber decidido participar en él”, dijo recientemente Steve Downling, uno de los portavoces de la compañía, en un artículo de The New York Times.
La obra está escrita en primera persona pero en realidad son dos sus autores: Brent Schlender, que como periodista de la revista Fortune mantuvo una estrecha relación con Jobs a lo largo de 25 años. Schlender entrevistó al joven emprendedor en varias ocasiones, incluyendo aquella histórica entrevista junto con Bill Gates en 1991.
El otro autor, Rick Tetzeli, también trabajó en Fortune y en la actualidad dirige la revista de negocios Fast Company.
La relación personal entre Schlender y Jobs se plasma a lo largo y ancho de la obra. Una relación, según cuenta el propio autor, basada en una sinceridad casi extrema y en el respeto mutuo. Becoming Steve Jobs hace un repaso de la vida del fundador de Apple desde un punto de vista más personal. Lo humaniza y lo desmitifica, para, al mismo tiempo, poner en valor sus grandes logros y su evolución conforme iba aprendiendo de sus igualmente grandes fracasos.
Mito #1
Jobs es percibido en el acervo popular como una persona egocéntrica y egoísta que no sabía lo que era la amistad. Schlender no lo cree así. El día en que le entrevistó por primera vez, los papeles parecían intercambiados. “Eres nuevo en esto, ¿verdad?” fue lo primero que le espetó. Lo segundo: “Entiendes algo, lo más mínimo, de lo que estamos hablando”. Jobs se interesaba por saber quién era la otra persona y, si le resultaba interesante, podría convertirla en su amigo e incluso su mentor, alguien a quien pedir consejos de cualquier índole.
Jobs llamó a Schlender al hospital cuando éste enfermó, y viceversa. Le escribió cuando le destinaron a Hong Kong y cuando regresó. Le mandaba correos cuando publicaba un artículo que le gustaba… y sobre todo cuando no le gustaba.
Mito #2
Dice también que no sabía pedir perdón. Y, sin embargo, las últimas palabras del mago de Apple a su colega periodista fueron “lo siento”. Pese a su fuerte ímpetu, sobre todo cuando era más joven, era frecuente que Jobs se arrepintiera de sus duras palabras vertidas sobre algún miembro del equipo.
Si bien le costaba reconocer públicamente sus errores estratégicos -su gestión al frente de Next o de Pixar son ejemplo de ello-, no dudaba en pedir perdón. Igualmente, era capaz de asumir críticas voraces. Su relación con Jonathan Yve, el director de Diseño de Apple, se basaba en esta sinceridad abrumadora.
“Me esperaba a un tirano, pero no se parecía en nada a lo que las historias dicen de él. Podía ser muy intenso con aquello que le preocupaba, pero en general era una persona mucho más afable, mucho más considerada. No era un loco líder solitario. Creía en su gente”, cuenta en el libro Susan Kare, uno de los miembros del equipo original de Macintosh.
Mito #3
¿Sólo se fiaba de sí mismo? No mostraba afecto igual que el reto de las personas, lo que no significa que no lo sintiera. Entre sus mentores más destacados figuran David Packard, Bob Noyle, Edwin Land, Dianne McKenna o Andy Grove. Becoming Steve Jobs muestra una faceta desconocida del visionario: una fuerte inseguridad, que sabía en cambio ocultar y superar en sus actuaciones públicas y negociaciones.
También admiraba, a su manera, a Bill Gates, con el que procesaba una relación de amor-odio. Jobs y Gates intercambiaban reproches y críticas públicamente. El tono de éstas, no obstante, se fue suavizando con el paso del tiempo. La entrevista conjunta concedida a Fortune, inmortalizada en una fotografía de los dos sentados juntos en una misma escalera, representa este respeto que existía entre ambos.
Becoming Steve Jobs también está repleto de anécdotas del fundador de Microsoft, cuya vida transcurre de forma paralela a la del protagonista del libro. Jobs y Gates se llevaban sólo ocho meses de diferencia. Aunque desde distintas aproximaciones, ambos crearon el concepto moderno de informática, y los dos se hicieron multimillonarios antes de cumplir los 30.
Mito #4
Para Schlender, la personalidad real de Jobs dista mucho del concepto que se tiene de él entre la sociedad. El periodista revela situaciones de su vida personal y familiar que se alejan mucho de una imagen fría y soberbia.
Pero tampoco niega esta faceta. “Según los estereotipos, era un genio con un instinto para el diseño; un chamán cuya elocuencia podía crear algo mágico y magnífico llamado ‘distorsión de la realidad’; un capullo pomposo que sentía indiferencia hacia los demás en su obsesión por la perfección; alguien que se sentía más listo que nadie; que nunca escuchaba los consejos; y que era, desde que nació, medio genio, medio imbécil. Ninguna de estas cosas coinciden con mi experiencia con Steve, que siempre me pareció más complejo, más humano, más sentimental e incluso más inteligente”, dice Schlender.
Esta visión contradictoria del creador de Apple se muestra repetidas veces a lo largo del libro. En opinión de sus autores, la imagen que Steve Jobs procesó durante su primera etapa en Apple le acompañó el resto de su vida. No obstante, fue el periodo en que estuvo fuera de la compañía (1985-1997) el más decisivo.
Durante los doce años en que estuvo trabajando en Next y Pixar, suavizó su temperamento, maduró como persona, formó una familia y se forjó el genio que pasará a la Historia.
Mito #5
Steve Jobs era humano, y se equivocaba. De hecho lo hizo muchas veces. En Pixar aprendió el valor del trabajo en equipo, pero sería un error atribuirle el éxito de Toy Story.
Cuentan en Becoming Steve Jobs que la estrategia del consejo de dirección Pixar era básicamente dejarle hacer lo mínimo posible. Ponía empeño y entusiasmo, pero desconocía el sector y sus dinámicas, y la mayor parte de las decisiones que tomó como consejero delegado fueron equivocadas.
El éxito de la película de animación Toy Story, no obstante, sí valió para que Jobs recuperara su genio inspirador. Era un producto de gran calidad, innovador y comercialmente sobresaliente, y él no había participado en la creación de uno solo de sus fotogramas. Y no le importó. Al contrario, supo apreciar el talento y el esfuerzo del resto del equipo.
Toy Story supone por tanto un punto de inflexión. Tras varios años de tropiezos sucesivos, y coincidiendo con una etapa personal más estable, Jobs aprendió ayer a delegar y se centró de nuevo en lo que sabía hacer mejor: inspirar, pensar a largo plazo y negociar.
Jobs se distinguía de la mayoría de informáticos de la época en que donde ellos veían funcionalidades, chips y bytes, él veía necesidades. Y fue así como, con la ayuda de un joven pero prometedor jefe de diseño llamado Jonathan Yve, dieron vida a productos como el iMac, el iPod, el iPhone y el iPad, así como iTunes, AppStore o iCloud.
Mito #6
Mucho se ha escrito sobre quiénes influyeron más decisivamente en sus grandes creaciones. Xerox Parc, Microsoft, Andrew Grove… “¿A quién le importa de dónde vienen las buenas ideas? Si prestas atención, las verás”, solía responder Jobs. Pese a todo, era agradecido. Siempre tuvo buenas palabras para sus mentores, para su familia adoptiva e, incluso, para el entorno que le tocó vivir.
En definitiva, Jobs era una persona contradictoria, pero sus grandes éxitos no podrían comprenderse sin atender también a su faceta más humana, su empatía intermitente y, sobre todo, su capacidad para seguir soñando con lo más grande. “De él aprendí que puedes conseguir lo imposible. Una y otra vez”, concluye Eddy Cue, exvicepresidente del grupo.
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