Llegar todos los días enojado a la oficina, además de generar un nivel de estrés que no beneficia a nadie, provoca un malestar laboral que impacta de forma negativa en tus resultados y en los de tu equipo.
¿Sabías que tener un compañero de trabajo positivo, además de hacer más llevadera la jornada laboral es un acelerador de la productividad? Hace unos años, Pilar Jericó, presidenta de Be-Up, realizó un estudio sobre el funcionamiento de las oficinas bancarias.
El 30% de las que obtuvo la calificación de excelente, “coincidía con aquellas que tenían en sus equipos, además de un buen líder, una persona que ayudaba a crear ambiente en el grupo a través del sentido del humor o animándoles a tomar algo después del trabajo”.
Parece más que evidente que lo contrario, generar mal ambiente, puede tener consecuencias opuestas. Sin embargo, a veces es inevitable. Pasamos muchas horas en el puesto de trabajo y, en el caso de tener jornada partida, hasta comemos o cenamos con nuestros colegas.
Autogestión
Compartir lo bueno y lo malo es parte del juego laboral, y muchas veces las emociones nos superan, porque primero sentimos y luego pensamos. Javier Martín de la Fuente, CEO de la consultora de recursos humanos Persona, recuerda que “no tenemos emociones, ellas nos tienen a nosotros. Lo que se puede hacer es procurar no expresarlo dado nuestro condicionamiento cultural, pero eso no significa que la emoción desaparezca”.
Evitar que un mal día te desborde desde que pones el pie en la oficina requiere autogestión. José Manuel Chapado, consultor independiente y autor del libro Vértigo, señala que “es bueno expresar las emociones en el trabajo, al igual que lo hacemos en casa o con los amigos. Otra cosa es hacerlo de manera inapropiada o tóxica. Eso no procede ni en el trabajo ni tampoco con la familia o los amigos”.
Martín de la Fuente asegura que para gestionar la emoción hay que cambiar la interpretación de esa situación: “La herramienta más eficaz es la de re-interpretar las situaciones. Uno de los errores más comunes es querer cambiar nuestras emociones y las de los demás razonando con nosotros mismos o con ellos. Es más eficaz reflexionar sobre lo que estoy interpretando o hacer que los otros reflexionen”.
Pero en éste, como en otros casos, lo más aconsejable es prevenir. Si percibes que tienes un mal día y que es muy probable que lo pagues con tus compañeros de trabajo, Jericó recomienda que antes de dejarte llevar “uno de los antídotos más eficaces es pensar en el ridículo que puedes hacer si, a la mínima, reaccionas de manera inadecuada. Pensar en algo positivo o contar hasta diez son algunos de los anclajes que ayudan”. También conviene controlar los gestos. Alberto Blázquez, doctor en Ciencias del Deporte y coordinador de Instintos Laborales (LID), advierte de que “comunicamos más por lo que no decimos que por lo que decimos”.
Hechos y abusos
Conocerte a ti mismo es clave para controlar tus reacciones. Pero, además, tienes que saber cómo son los que te rodean. Genoveva Vera, coach y experta en liderazgo, cree que “es importante conocer las situaciones o personas que pueden hacerte perder el control. Está comprobado que un profesional que tiene un coeficiente intelectual alto, y uno emocional bajo, es muy probable que se deje llevar por las emociones y, en un momento dado, se bloquee”.
Vera explica que si el empleado comprueba que lo que despierta su enojo siempre es la misma persona o la misma situación, “lo mejor que puede hacer es no entrar en ese juego. En el caso de que sea un compañero, es más que probable que detecte tu botón rojo antes que tú y te haga perder los nervios”.
Menciona esta experta al neurólogo Viktor Frankl, quien afirmaba que no se puede elegir que las cosas sucedan, pero sí cómo se reacciona ante ellas. Blázquez añade que “si una persona interpreta el entorno como hostil, no se abre puede llegar a pensar que cualquiera de sus debilidades es motivo para ser atacado”.
Como dice Chapado, “una cosa es calmar los ánimos y dejar pasar el momento para que la ira se aplaque, eso es bueno. Otra muy distinta es huir de los problemas y buscar en el trabajo el refugio de un problema que está en casa, o la inversa. Los conflictos se resuelven afrontándolos, negarlos es huir de ellos”.
Dónde está el problema o cuando el problema eres tú
Para Alberto Blázquez, doctor en Ciencias del Deporte, uno de los secretos para evitar emociones no deseadas en el trabajo es “no llamar la atención en exceso y actuar en modo de grises. La cuestión no se encuentra en en saber mucho, sino en huir de alardear de lo que sabes”. Por otra parte, propone una serie de elementos que, bien gestionados, pueden ayudarte a detectar y gestionar los motivos de tu enojo o de tus compañeros.
- El conflicto intrapersonal o interpersonal, podría responderse a través de este esquema: detectar los hechos más importantes asociados al problema; buscar las causas; acordar criterios para la toma de decisiones; y localizar las posibles opciones.
- Registro anecdótico de situaciones estresantes. Indica cuáles te generan mayor ansiedad; y describe los pensamientos, emociones y conductas que se desarrollan antes, durante y después de las mismas.
- Blázquez propone recurrir a las cinco fuerzas competitivas (Porter, 1979) aplicadas a nosotros mismos para analizar la percepción de amenaza que tenemos ante la llegada de nuevos compañeros; la convivencia con los actuales; la sustitución de nuestra actividad; la relación con los superiores; y la relación con los clientes.
Diario Expansión de España
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