José Prieto, socio de Laboral de Baker & McKenzie, responde a mis preguntas desde una cafetería en una ciudad del norte, lejos de Madrid donde trabaja.
Atiende a mi llamada y continúa con su trabajo a pesar de encontrarse a muchos kilómetros de su despacho. Pone en práctica, al fin y al cabo, aquello sobre lo que estamos tratando, el smart working, una fórmula que facilita mucho la conciliación de la vida laboral y personal y permite a las empresas un nuevo enfoque orientado a objetivos. Un método que, sin embargo, es todavía un gran desconocido para la mayoría de españoles.
“Es una evolución del teletrabajo, que se limitaba prácticamente a las tareas profesionales que se realizan desde el domicilio.
Ahora es habitual encontrarse con colaboradores que trabajan en aeropuertos, hoteles, cafeterías, en definitiva desde cualquier lugar que permita la tecnología, lo que ahorra costes a la empresa, fomenta que los profesionales cumplan objetivos en tiempo y les ofrece mayor libertad”, describe Prieto.
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Se trata, en definitiva, “de utilizar las TIC para gestionar de forma inteligente el trabajo, de tal manera que se pueda obtener una mayor rentabilidad. Conceptos como la movilidad, la comunicación permanente o la flexibilidad horaria se convierten en la base de este nuevo método”, se explica en el informe Global Adecco: Búsqueda de empleo y reputación digital en la era 3.0.
Un estudio que también denuncia la escasa penetración que esta fórmula ha logrado entre las empresas españolas, quizá por las dificultades que lleva aparejadas:“Una mayor cantidad de distracciones, un posible aislamiento y la dificultad de compartir la cultura corporativa”. Javier Pera, asociado de Baker & McKenzie, también se refiere al “temor a tener a la plantilla muy dispersa, lo que podría generar una falta de cohesión y del control del trabajo”.
Regulación
Excusas que en más de una ocasión encuentran refugio bajo el paraguas de la ausencia de regulación de estos nuevos métodos. Pero “las legislaciones no suelen dedicarse a las prácticas aún incipientes como ésta, y también suelen ir por detrás de las necesidades y realidades.
Además, el smart working, más que regularse como sucede con las estructuras fijas, requiere un marco como guía pues es una cultura, una actitud”, defiende Montse Ventosa, socia directora de Grow. Para Ventosa, el secreto para fomentar este tipo de métodos reside en el core de cualquier empresa: “Hay que empezar desde la dirección, desde el convencimiento de que para crecer se requiere un cambio en la cultura del trabajo, en sus formas, e iniciar la transformación desde ahí”.
Dinamizar la cultura de la flexibilidad laboral y el teletrabajo es un paso importante, pero no hay que obviar la necesidad de una legislación, pues “la empresa se expone a importantes riesgos, como no poder actuar contra un trabajador que infringe sus deberes contractuales, asumir responsabilidades no previstas en materia de prevención de riesgos laborales o sufrir una fuga de información confidencial, entre otros”, advierte el socio laboral de Baker & McKenzie.
En Italia y Reino Unido, recuerdan desde ManpowerGroup, “ya se han registrado las primeras iniciativas que dibujan una regulación en torno al smart working. En Italia, por ejemplo, y según L’Osservatorio Smart Working del Politecnico de Milano, el 17% de las grandes empresas del país ya habrían puesto en marcha proyectos para normalizar este método en áreas como compras o administración”.
José Prieto recuerda, no obstante, que en el Estatuto de los Trabajadores únicamente se contempla el teletrabajo en un artículo en el que, además, se obliga al trabajador a fijar un lugar de trabajo habitual. Algo que difiere, y mucho, de las bases sobre las que se asienta el smart working.
No obstante, el socio de Baker & McKenzie, apunta a que en los convenios colectivos e, incluso, las propias empresas pueden establecer normas que lo regulen. Así, en caso de accidente laboral, por ejemplo, el profesional que trabaja desde un lugar distinto a la oficina podrá acreditarlo gracias a las nuevas tecnologías si sus dispositivos están conectados con el sistema de la empresa. Javier Peral, asociado del mismo despacho, entiende que “dada la novedad de estas tendencias, los precedentes judiciales son escasos, por lo que las políticas que establezcan las empresas, ya sea de forma unilateral o consensuada con los trabajadores, jugarán un papel crucial hasta que exista una regulación que responda a todos los interrogantes”.
No parece que dar esa opción a sus trabajadores suponga un obstáculo para las empresas, todo lo contrario, y, sin embargo, son pocas las organizaciones que ofrecen esta alternativa a sus equipos. “Hay que realizar todo un ejercicio de reestructuración en las compañías y en la forma de pensar de los jefes”, avisa José Manuel Casado, socio fundador de 2C Consulting, quien, de paso recuerda una de las últimas declaraciones de Juan Rosell, presidente de la CEOE, cuando dijo que “el trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX”.
El futuro
“La forma de trabajar por la que nos regimos está basada en el modelo industrial”, reflexiona Casado quien, además, señala que en Estados Unidos, por poner un caso de una economía avanzada, “el teletrabajo ha aumentado en estos años un 30% y se espera que la cifra ronde el 40% en 2020”. España, sin embargo, aún se encuentra muy por detrás y la culpa la tienen “una cultura corporativa muy jerárquica y la falta de transformación digital real y de management”, avisa el socio director de 2C Consulting. Demonizar a la empresa en este sentido tampoco es muy realista, “pues al trabajador también hay que instruirle en este tipo de trabajo”, puntualiza Casado.
Superados los baches y una vez que entendamos que el futuro del mercado laboral pasa porque los profesionales seamos nuestra propia empresa y contemos con carteras de clientes para los que trabajemos de manera autónoma, lograremos llegar a un futuro en el que “la tecnología facilite que el modelo sea cada vez más eficaz y flexible. Una fórmula que le ahorrará costes a las empresas y les hará ganar productividad, un elemento que les ayudará a atraer talento”, vaticinan desde ManpowerGroup.
“El mundo nos lleva hacia esta realidad”, dice Montse Ventosa, “un escenario que, sin embargo, requiere de la valentía que muchos directivos no tienen para dar el paso y prefieren cambiar lo visible. El freno a este método son las propias personas”, pues todos pecamos de lo mismo, de esa resistencia al cambio. Porque no tiene por qué ser verdad aquello de más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer…
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