Sabemos que la práctica mejora las habilidades, pero no toda práctica es igualmente efectiva. Proporcionar retroalimentación durante la práctica cumple un rol fundamental en la acumulación de habilidades y resulta fácil entender por qué.
Imagínese a una persona lanzando dardos a un blanco en una habitación totalmente oscura. ¿Puede esta persona mejorar con la práctica? Claro que no, según un artículo del blog Mejorando vidas del BID.
Anders Ericsson, uno de los principales científicos en el estudio de cómo alcanzar un rendimiento experto, presentó el siguiente ejemplo para ilustrar la importancia de la retroalimentación en el aprendizaje. Los cirujanos mejoran muchísimo con la experiencia, mientras que los radiólogos que leen las mamografías, no.
Ericsson sostiene que la explicación gira en torno a la diferencia en la retroalimentación que estos profesionales reciben. Por un lado, los cirujanos tienden a recibir una retroalimentación inmediata y clara; si cometen un error, en muchos casos sus pacientes mueren.
En cambio, los radiólogos leen imágenes generadas por bajas dosis de rayos X para detectar si una persona tiene un tumor o no. Sin embargo, rara vez se les ofrece retroalimentación que indique si su evaluación fue correcta o no. Por consiguiente, la falta de retroalimentación reduce la posibilidad de que perfeccionen sus habilidades a lo largo del tiempo.
Afortunadamente, ciertas tareas se aprenden naturalmente con la experiencia porque generan una retroalimentación automática. Por ejemplo, el famoso psicólogo Daniel Kahneman señala que al manejar un auto el conductor notará, casi inconscientemente, cuánto tiene que girar el volante para tomar una curva o cuánto hay que apretar el acelerador para aumentar la velocidad.
Por lo tanto, gracias a la presencia de una retroalimentación automática, se puede esperar que la conducción mejore con la experiencia (como efectivamente sucede).
Peor aún, en algunos casos los alumnos son objeto de una retroalimentación equivocada, debido a potenciales brechas en los conocimientos de los maestros. Este aspecto general también es válido cuando uno “aprende haciendo.”
Puede ser que los trabajadores de las empresas reciban retroalimentación de forma poco frecuente o puede ser que la reciban de maneras que no promueven la mejora del desempeño. La retroalimentación que se interpreta como una crítica personal y no incluye medidas específicas y concretas para solucionar los problemas puede provocar más daños que beneficios.
Más allá de la retroalimentación, existen otras estrategias prometedoras para asegurar los beneficios de la práctica. Ericsson señala el rol clave que la “práctica deliberada” puede desempeñar en el desarrollo de cualquier habilidad.
Sus investigaciones han documentado que las personas que tienen mejores resultados en una diversidad de campos (como los músicos, los jugadores de ajedrez, los corredores y los tenistas) no solo practican intensamente: también lo hacen de forma deliberada.
Esta llamada “práctica deliberada” normalmente requiere un entrenador que proporciona retroalimentación y consejos acerca de las debilidades que hay que superar y qué forma específica de práctica debería aplicarse para mejorar estos aspectos.
Esta práctica requiere sesiones largas y a veces agotadoras en las que la persona lleva a cabo los ejercicios asignados y monitorea su progreso para identificar los ajustes necesarios.
Según la teoría del rendimiento experto, la práctica deliberada aumenta los niveles de rendimiento, independientemente del nivel educativo alcanzado o incluso de la experiencia en un empleo.
Estos principios básicos y estrategias acerca de cómo promover las habilidades subraya los roles fundamentales que cumplen las diferentes personas que apoyan el proceso de aprendizaje en la vida de un individuo.
Los padres, maestros, empleadores y otros mentores deberían aplicar estrategias efectivas para el despliegue de diferentes tipos de habilidades en diferentes contextos. No es una tarea fácil.