El Economista de México
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)
Un gran número de profesionales ha optado por el camino del emprendedurismo. Esta decisión se fundamenta en dos razones: las limitaciones que conlleva tener un empleo tradicional y la facilidad de crear una empresa gracias a herramientas como el Internet.
Zuckerberg y Facebook son ejemplos representativos de emprendedores que han generado para sí ganancias millonarias gracias a ideas innovadoras que decidieron lanzar en la web.
El eficiente uso de plataformas de marketing como redes sociales, que ofrecen beneficios como los bajos costos de infraestructura, les brindaron la oportunidad de llegar a mercados nunca imaginados, lo que se tradujo en grandes utilidades.
“Lo más bonito de la web es que democratizó las herramientas de invención, pero también de producción. Cualquiera que tenga una idea para un servicio puede convertirla en un producto con un poco de código de software y no se requiere patente”, asegura Chris Anderson en su libro “Makers: La nueva revolución industrial”.
Anderson plantea que la distancia entre el inventor y el emprendedor ha disminuido considerablemente y que esto se debe tanto al auge de los makers (hacedores), personas que diseñan y fabrican sus propios productos mediante los nuevos programas de diseño, como al hecho de que las impresoras 3D ya están industrializando el espíritu “hágalo usted mismo” (do it yourself, DIY).
Movimiento Maker
El denominado “movimiento maker” apareció hace menos de siete años. Su relevancia alcanzó a empresas como Google, la cual se ha unido a este concepto, específicamente en el tema de hardware libre, al soltar componentes electrónicos de código abierto para conectar con los cientos de millones de teléfonos y dispositivos con sistema operativo Android.
Este movimiento, según Chris Anderson, quien además es periodista, director de la revista Wired y fundador de la empresa 3D Robotics, presenta tres características: 1) gente que usa en casa herramientas digitales para diseñar nuevos productos y hacer de ellos prototipos; 2) una norma cultural para compartir esos diseños y colaborar con otros en comunidades en línea y, 3) uno de estándares, para permitir que todo el mundo, si lo desea, pueda enviar sus diseños a servicios comerciales de fabricación para que los produzcan en el número que deseen.
Financiación colectiva
Por otra parte, las herramientas de captación de capital también se han democratizado, dando lugar a una nueva generación de inversionistas que han dejado de apostar por un producto y se enfocan en invertir en una idea, detonando a más emprendedores.
En el “movimiento maker” el capital de riesgo es la financiación colectiva, la cual se origina desde botes de propina hasta créditos formales respaldados por gente, no por bancos.
“Ya no se requieren altas inversiones iniciales y se minimizan los errores que conducen a almacenes de existencias invendibles. El fracaso digital puede ser celebrado, pues el coste inicial es relativamente bajo, a diferencia del mundo tradicional de la fabricación donde el fallo implica la ruina”, indica.
El experto augura un futuro prometedor a este nuevo concepto: la idea de fabricar artículos bajo pedido y olvidarse de la manufactura está tomando fuerza: “Hay que buscar aquellos países en los que florecen las empresas web más innovadoras. Esos son los valores que predicen el éxito en cualquier mercado del siglo XXI”, finaliza.