Escasa motivación. Menor compromiso de los colaboradores. Eventuales problemas de salud física y mental. Ausentismo. Estrés. Aversión. Denuncias por acoso moral o mobbing. Esas son algunas de las respuestas a una gestión errada del poder.
De acuerdo a los especialistas, la confianza es clave para ejercerlo. Según coinciden, suelen haber dos clases de autoridad: la formal, que incluso puede actuar de manera negativa en el clima laboral y la informal, que se basa en la confianza y que, por el contrario, actúa de forma positiva.
Para los expertos consultados por La Tercera, solo cuando la confianza está presente, surge la real autoridad. Así la construcción de las relaciones entre jefes y colaboradores basada en ella no tiene por qué ser complicada.
La confianza, según recoge el medio chileno, depende de distintas iniciativas como reconocer el trabajo de los empleados de forma pública o privada; demostrar genuino interés y respeto por los subalternos mediante acciones concretas; proteger los intereses de los empleados; abstenerse de sobrecargarlos laboralmente y de dañar sus intereses en beneficio propio.
Mientras algunos especialistas destacan la necesidad de mantener una comunicación recíproca y otorgar flexibilidad, otros consideran la importancia de crear espacios bajo la llamada “confianza lúcida” (es decir, definir en qué ámbitos y/o roles se esta asignando la confianza).
Lo cierto es que no existe una fórmula única sobre la mejor manera de canalizar la autoridad y lograr así resultados satisfactorios (que van desde compromiso, productividad, desempeño hasta motivación). Ello debido a la variedad de funciones y roles.
Para ciertos especialistas una manera de canalizar la autoridad para obtener buenos resultados es “generando propósito y sentido a las tareas que la organización quiere implementar. Y de igual manera, generando espacios de participación y co-construcción entre quienes integran el grupo”.
Otros expertos añaden que quienes ostentan la autoridad necesitan gestionar las fortalezas, concentrándose en potenciar lo bueno de cada colaborador. Pues no se trata de tener personas buenas en todo, sino de armar equipos que sean extraordinarios combinando las fortalezas de todos sus miembros, porque así cada uno de ellos sacará su mejor versión.