Muchos profesionales confían en su smartphone de empresa para enviar un WhatsApp personal, un email al jefe o reservar las vacaciones, pero más de la mitad cree que su compañía puede espiarles.
Un joven de Jaén, España, ha sido detenido esta semana por instalar una aplicación espía en el móvil de su pareja. Le permitía acceder a los WhatsApp, a toda su actividad en las redes sociales, y hasta activar el micrófono o la cámara del dispositivo en remoto para escuchar y ver lo que ocurría alrededor del teléfono.
El hecho de que alguien pueda controlar nuestra actividad en el smartphone despierta cierto desasosiego, sobre todo entre los profesionales móviles. Que levante la mano a quien nunca le hayan enviado un mensaje personal a su teléfono de empresa. Este es el precio que hay que pagar por la flexibilidad laboral, en la que vida privada y profesional se combinan… en el mismo dispositivo.
Público y privado
Que la organización se inmiscuya en los asuntos privados de sus empleados es poco menos que un sacrilegio. La Ley de Protección de Datos es bastante estricta en este sentido, pero parece que los profesionales, sobre todo los españoles, no se fían: el 52% sospecha que la empresa puede acceder a información personal.
Los alemanes son los más confiados: un 74% cree que su compañía no espía en su móvil privado. Estas son algunas de las conclusiones de Mobilelron Trust Gap Survey que mide las expectativas de privacidad de los empleados.
Ojas Rege, vicepresidente de estrategia de Mobilelron, explica que “los empleados móviles, especialmente los más jóvenes, tienen una expectativa de privacidad cuando utilizan sus móviles. Muchos dejarían sus empleos si su empresa pudiese acceder a su información personal”.
Es más que evidente que los smartphones contienen un caudal de datos de los que a veces no somos conscientes: desde ese informe que enviamos cuando nos conectamos un momento al email hasta las fotos más vario pintas de amigos y familiares. “Los responsables de la información deben tener en cuenta que cada móvil es un dispositivo de uso combinado, y es clave proteger la privacidad del empleado tan fuertemente como la seguridad corporativa”, indica Rege.
Según Daniel Madero, director regional de MobileIron para Iberia, para evitar la suspicacia de los profesionales “es importante que la empresa realice un ejercicio de transparencia en sus políticas de control que genere confianza si no, conseguirán el efecto contrario”.
La investigación de Mobilelron, basada en entrevistas a 3.500 empleados que utilizan el dispositivo móvil para trabajar, reveló que el 86% de estos profesionales son propietarios del smartphone que usan para el trabajo, al igual que el 37% que recurre a la tableta como herramienta. Un 30% abandonaría su trabajo si supiera que su organización puede acceder a sus emails, textos o fotos personales.
La cuestión es si los empleados conocen realmente hasta dónde puede meterse la empresa en su vida. Más allá de controlar su Twitter o las páginas web que ha visto durante su jornada laboral, hay que tener en cuenta que es el dispositivo móvil el que genera más desconfianza.
No tendría que ser así. Hace apenas tres meses, el Consejo de Europa -integrado por 47 estados entre los que se encuentra España- aprobó por primera vez una recomendación que se refiere a aspectos relacionados con las nuevas tecnologías. Uno de ellos recoge que “la empresa sólo puede acceder a las comunicaciones electrónicas profesionales de sus empleados si antes han sido informados de ello. Las privadas que realicen en el trabajo no deben ser controladas bajo ninguna circunstancia”.
Gestionar, no depende.
Lo que se plantea ante un entorno en el que lo profesional y lo personal se confunden es si el profesional es capaz de gestionar de forma adecuada la información que lleva en su smartphone, un pequeño ordenador de cuyo potencial no siempre es consciente.
La hiperconexión, que según otro informe de Mobilelron padece el 58% de los profesionales, es la gran lacra del siglo XXI. Cuando recibimos un mensaje nos vemos en la obligación de responderlo de manera inmediata. Si se trata de un asunto laboral, la imagen del profesional puede llegar a resentirse: estar enganchado al móvil empieza a no ser bien visto.
Y cuanto más interactuemos, mayores posibilidades hay de enviar una foto, comentario o documento al destinatario equivocado. Los límites de esta gestión y la seguridad corren por cuenta de la empresa, pero es el profesional el que debe tratar la información con la mesura adecuada.
Lo público y lo estrictamente privado.
La empresa puede acceder a tu ‘smartphone’, pero en función de su política sólo tiene vía libre para entrar a determinados datos. Según Mobilelron, si los empleados confían en su compañía para proteger su privacidad, adoptan nuevos servicios empresariales móviles. Lo que se permite y lo que no, se puede resumir en los siguientes puntos:
- SI. Operador país, fabricante, modelo y versión del sistema operativo. También al número de teléfono y a la lista completa de aplicaciones instaladas.
* NO. Información en aplicaciones, salvo que esta se haya creado para transmitir información a un servidor corporativo.
* SI. Localización del dispositivo (opcional para el usuario final), nivel de batería, capacidad de mantenimiento y uso. - NO. ‘email’ personal y archivos adjuntos, textos, fotos, vídeos, activación de navegación web personal y correos de voz.
Diario Expansión de España
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)