La familia y los amigos constituyen un apoyo fundamental para el emprendedor en su aventura empresarial. Pero ¿conviene además tenerlos en cuenta como posibles vías de financiación para el negocio? “Si se quiere ser prudente y se tiene la oportunidad es mejor no mezclar a la familia con el proyecto empresarial”, opina Alberto Fernández, profesor de Iniciativa Emprendedora en IESE.
A fin de cuentas, el 90% de las empresas no consigue sobrevivir más allá de los tres primeros años, según el último informe de Spain Startup. Un posible fracaso que, más allá de lo económico, puede dar al traste con la relación familiar
Con todo, el experto reconoce que para muchos emprendedores “acudir a la familia no es tanto una ventaja como una necesidad”. Y matiza que depende en buena medida del proyecto. “Si cree que es muy bueno, quizá les quiera hacer partícipes de su éxito”, comenta.
Ventajas
Entre los pros de acudir a las 3F (familia, amigos y locos, por sus siglas en inglés) destacan la facilidad y la rapidez. Como es lógico, nuestro entorno más cercano no impone los exigentes requisitos que sí podemos encontrar en un banco o en un inversor profesional, como un business angel. “Los fondos piden modelos de negocio probados.
En cambio la familia lo hace porque confía en ti”, señala Fernández. Por tanto, su papel resulta clave en las etapas más incipientes de un negocio, cuando todavía no se han podido obtener las métricas de clientes, ventas e ingresos con las que seducir a un inversor. No obstante, esto supone un arma de doble filo.
“El índice de supervivencia de los negocios financiados por familiares suele ser menor, ya que no se han visto obligados a recurrir a una entidad o a un fondo que analice su viabilidad y les haga de filtro”, explica Rogelio Villalba, socio de Asepyme y experto en formación de emprendedores.
Otro aspecto positivo a tener en cuenta es que la financiación obtenida de un familiar suele tener condiciones mucho más laxas en cuanto al plazo de devolución y los intereses. De hecho, incluso se puede obtener de forma gratuita, a través de una donación o un préstamo a tipo cero, aunque en esos casos los expertos recomiendan ser conscientes de las implicaciones legales para no tener problemas con Hacienda (ver información adjunta).
Un último componente a valorar es el motivacional. “Cuando la financiación proviene de un familiar, la presión es mayor para el emprendedor, se involucra más”, señala Villalba.
Riesgos
En el lado de los contras destaca la posibilidad de que se produzca un cisma familiar. Un riesgo que se puede minimizar, según los expertos, estableciendo unas reglas del juego. Por un lado, la propuesta debe ir acompañada de un plan de negocio serio.
“No puedes embarcar a tu familia en algo que no tengas mínimamente trabajado”, comenta Villalba. Es necesario asegurarse de que el amigo o familiar, que habitualmente no es un inversor profesional, entiende perfectamente los riesgos del negocio y las características de la financiación que se le está solicitando.
Además, no está de más recordar que “no hay que aprovecharse de ellos”, comenta Fernández. Por ejemplo, en una ampliación de capital no se les debe ofrecer condiciones menos ventajosas que a otros socios. Y, en cualquier caso, se debe velar por sus intereses y mantenerles informados con regularidad, igual que se haría con otro inversor.
Una segunda desventaja es que la financiación familiar carece del valor añadido que aporta el denominado smart equity. Y es que los inversores profesionales no sólo ofrecen el capital necesario para abrir un negocio, sino que a menudo orientan y asesoran al emprendedor en sus etapas iniciales, en ocasiones incluso formando parte del Consejo.