Los buenos empleados también pueden dañar a la empresa

Quien atente contra la cultura de organizacional, que da las pautas para una buena convivencia en el trabajo, tiene más posibilidades de ser despedido aunque tenga un buen desempeño laboral.

(Foto: instantshift.com)
(Foto: instantshift.com)

“Mantener una cultura efectiva es tan importante que, de hecho, triunfa incluso sobre la estrategia”. Así describe Howard Stevenson, catedrático de la Escuela de Negocios de Harvard, la solución a un dilema que se presenta varias veces en las organizaciones. ¿Se debe mantener a los empleados con una productividad laboral óptima a costa de cómo trata a sus colaboradores?

Eric C. Sinoway, co-fundador de Axcess Worldwide, una consultora par alianzas empresariales, pasó por esta experiencia. Uno de sus directores más productivos estaba impactando negativamente su cultura organizacional y tuvieron que evaluar su permanencia en la firma. Para ello, Sinoway se sirvió de un sistema de clasificación de empleados creado por Stevenson:

1. Las estrellas. Son los empleados que todos amamos. Aquellos que hacen “lo correcto” (buen desempeño) en la manera “correcta” (de una forma que apoye y contribuya a la cultura organizacional deseada).

2. Los de alto potencial. Son aquellos cuyo comportamiento valoramos, quienes hacen las cosas bien pero que necesitan madurar sus habilidades. Con entrenamiento, tiempo y apoyo, estas personas son futuras estrellas.

3. Los zombis. No encajan en ninguna de las anteriores. Su comportamiento no se alinea con la cultura de la empresa y su desempeño es mediocre. Sin embargo, su capacidad de dañar a la organización se ve mitigada por su falta de credibilidad.

4. Los vampiros. Estos son una verdadera amenaza. Tienen un buen desempeño pero con intenciones que sobrepasan de las aspiraciones de la empresa. Puesto que sí trabajan, adquieren poder e influencia. Con el tiempo, estos se unen a los zombis y atacan a las estrellas y los de alto potencial.

En su artículo del Harvard Business Review, Sinoway describió al empleado altamente productivo como una persona demasiado enfocada en lo que hacía, razón por la que descuidaba el cómo cumplía con sus objetivos: desdeñando constantemente la opinión de los otros.

“Cuando hicimos un mapeo de este directivo en base a estas categorías, nos dimos cuenta que él era un vampiro. Entonces, a pesar su productividad funcional, tuvimos que dejarlo ir”, finalizó el autor.

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