Liliana Ortiz tiene un hijo de diez años de edad, es madre soltera y vive con su padre en San Miguel. Hace casi seis años empezó como mesera y luego capitana –jefa de meseras– en Crepes & Waffles (C&W) en el primer local de San Isidro, y hoy es una de las colaboradoras con mayor antigüedad en el local de Miraflores.
Por su parte, Marita Hernández también es madre soltera de un hijo que está en la universidad; empezó hace siete años como mesera; al igual que Liliana, pasó a ser capitana y hoy es administradora de uno de los locales. Estas historias en un mismo espacio no son coincidencia.
Desde la creación de Crepes & Waffles, cadena colombiana con más de 30 años, se creyó en que trabajar exclusivamente con mujeres, en su mayoría jefas de familia, madres solteras y víctimas de violencia, haría un cambio sustancial en sus resultados de negocio.
Así, la cadena les garantiza a estas mujeres empleos bajo una política de bienestar ligada a programas de salud, vivienda, educación, recreación y espiritualidad.
Para sus directivos, la principal función social de C&W es brindarles oportunidades de trabajo a quienes les resulta difícil vincularse en el mercado laboral, por cuestiones de exclusión de género, raza, educación u otros factores.
Para Jimena García Calderón, gerente general, esta política no es Responsabilidad Social Empresarial (RSE) sino forma parte del core business, del espíritu y los valores de la marca: “Ofrecer artesanos con amor”, dice ella. Hoy en día, un 60% de sus colaboradoras son jefes de familia.
Empuje femenino
Domingo. 11:00 de la mañana. Hora punta de desayunos. García Calderón conversa con cada una de las chicas que se van acercando a su mesa. “¿Cómo está tu hijo?, ¿cómo se siente tu mamá?”.
Todas conocen sus alegrías y preocupaciones, todas se preocupan de una y de la otra. Son casi 80 mujeres en este matriarcado que, día a día, se acompañan en sus historias.
La CEO recuerda que, en una primera etapa, C&W llegó a sus colaboradoras de la mano de algunas organizaciones no gubernamentales (ONG) que apoyan a mujeres solteras o en situaciones vulnerables. Una de las primeras fue la casa de las Monjas Adoratrices y Cesvy.
“Desde el inicio nos enfocamos en mujeres que no tenían mucha oportunidad de trabajo. Empezamos con 16 de la casa de las monjitas, por ejemplo”, cuenta con cariño García Calderón.
Dentro del proceso de selección, las meseras de C&W pasan por una entrevista personal y pruebas psicológicas. Sin embargo, sus políticas de contratación no miden edad, ni si hay algún tipo de parentesco entre las colaboradoras o su pasado.
“Hemos contratado a estas mujeres para que salgan adelante y empoderarlas”, añade la ejecutiva, quien detalla que una vez seleccionadas, pasan por un entrenamiento de la mano con colaboradoras de mayor experiencia.
“También trabajamos con consejeras que las ayudan a mejorar su autoestima y tenemos un programa de consejería con la Universidad Antonio Ruiz de Montoya”, agrega.
Existen muchas historias de mujeres que vivían en lugares precarios y han podido construir su casa propia. “Son mujeres que no tenían estabilidad en sus vidas, por lo que hoy valoran su trabajo y encuentran sentido a temas como el ahorro para llevar a sus hijos a la universidad”, añade con particular orgullo.
Como parte de sus prácticas, resalta que cada colaboradora es evaluada mensualmente con una plantilla con 23 puntos, como compañerismo, honradez, trabajo en equipo y cuidado del equipo; cada ítem con un puntaje y ponderación.
En la matriz cuentan con guarderías para los hijos de las colaboradoras, así como con “La Academia de las Artes”, donde las entrenan en habilidades blandas; incluso, tienen clases de yoga.
“La idea a mediano plazo es replicar estas buenas prácticas y llegar a más mujeres”, finaliza García Calderón, quien sabe que seguir trabajando de la mano con mujeres es y seguirá siendo el valor diferenciador de Crepes & Waffles.