Los 70 son los nuevos 40, porque en el mundo laboral de hoy cada vez más septuagenarios demuestran un valor profesional perenne.
Albus Dumbledore, director de Hogwarts y mentor de Harry Potter fue, hasta su trágica muerte, un “profesional” centenario que gozaba de buena salud (para la edad que tenía); de éxito indudable en lo suyo; y de competencia reconocida en el gremio que frecuentaba.
Son tres factores que caracterizan, según Financial Times, a un número creciente de mayores que siguen en activo a pesar de la pujanza de las nuevas generaciones. El recurso mágico a Dumbledore viene al caso para demostrar que la persistencia de muchos sénior en sus puestos y en su actividad profesional es hoy algo más que un truco de prestidigitador.
Financial Times utiliza asimismo el éxito de un nuevo best seller de Lynda Gratton y Andrew Scott -The 100-year Life- que analiza cómo las carreras se extienden temporalmente en un mundo laboral en el que las futuras generaciones vivirán más allá de los 100 años.
A los miembros de la Generación X -un grupo encajonado entre los Boomers y los Millennials- se les suele relacionar con la categoría denominada Generativity, que se refiere a la capacidad para guiar a la siguiente generación, con un plus de productividad y creatividad que incluye la posibilidad de ser mentores de los próximos grupos.
Tendremos que trabajar cada vez más años y la realidad global -que no sólo afecta a España- es que el envejecimiento de la población activa es imparable. La Generación U (Unretired, los que no se jubilan) crece en las empresas, ya que aquellos que antes se iban a los 65 prolongan su carrera -porque no pueden o no quieren irse- y plantean retos nunca vistos a las organizaciones, complicando las nuevas relaciones entre empleados y empleadores.
Pero hoy no sólo los profesionales de 60 se mantienen en las compañías. Ahora es cada vez más común la presencia y el protagonismo de septuagenarios en las empresas. Dos ejemplos muy actuales que siguen en el candelero y que seguirán en activo en los próximos años son Donald Trump, que tiene 70, o Hillary Clinton, que cumplirá 69 en octubre. Cualquiera de ellos tendrá en cinco meses uno de los trabajos más interesantes y complicados del mundo… A su edad.
Valores generacionales
Jorge Cagigas, socio de Epicteles, explica que “una persona que hace 100 años tenía 70 era lo que es hoy una de 40 ó 50. Las expectativas de vida más amplias hacen que los 70 de ahora correspondan al esplendor profesional de hace un siglo, pero con una experiencia enriquecida con aprendizajes muy diversos”.
Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, apunta que “cuando la esperanza de vida media llegaba a los 73 años, resultaba razonable jubilarse a los 65. Pero si aumenta la esperanza de vida, lo lógico sería subir la edad de jubilación”.
El incremento del desempleo juvenil que agota las posibilidades de una generación de reemplazo cualificada hace que las compañías tengan que resolver sus necesidades con una fuerza laboral envejecida. Cada vez más generaciones convivirán en las empresas, y éstas tendrán que conciliar diversos intereses, culturas, modelos de trabajo y de compromiso profesional.
Cagigas cree que “más que hablar de población envejecida deberíamos referirnos a un alargamiento de la vida” que tiene consecuencias en nuestra carrera laboral. Añade que en el caso de los septuagenarios que siguen en activo, “la diferencia generacional no es un obstáculo, sino una oportunidad. Esta generación presenta altos niveles de tolerancia para aprovechar las capacidades de los demás, algo que para las generaciones jóvenes resulta mucho más complicado”.
Hay que tener en cuenta además que la convivencia intergeneracional obligará a concebir nuevos modelos organizativos y a rediseñar los itinerarios profesionales.
La conciencia sobre la importancia del talento de mayor edad es creciente, y eso implica respeto, tanto a su forma de trabajar como a sus singularidades personales, familiares y sociales. Y las políticas de reclutamiento tendrán que ajustarse asimismo a los criterios del mercado, teniendo en cuenta la protección del trabajador, en las que la experiencia sea un valor añadido.
Ovidio Peñalver recuerda que en países como Japón, una de cada cinco empresas emplea a septuagenarios, y explica que una de las causas que provocan que estos sénior sigan trabajando es que “se trata de profesionales que vienen de una cultura del trabajo y del esfuerzo. Sociológicamente han vivido un momento de trabajar y trabajar, y pueden considerarse un poco workaholics”.
Cagigas opina que los septuagenarios que permanecen en activo muestran una gran capacidad para encontrar vías de entendimiento, y pueden ser magníficos conciliadores entre las diversas generaciones. Peñalver coincide en esto y sugiere dedicarlos activamente a que sean mentores -formándolos para ello- de profesionales más jóvenes.
A esto Cagigas añade la capacidad de remangarse: “No les asusta desarrollar cualquier tipo de actividad”, sin olvidar que saben aprovechar las oportunidaders y que cuentan con niveles de aprendizaje muy desarrollados.
En este punto Cagigas niega la mayor a quienes piensan que estos sénior puedan arredrarse ante factores como las nuevas tecnologías o los nuevos modelos de trabajo: “Algunos problemas se transforman en oportunidades, y este tipo de sénior pueden aprovechar su gran valor. Precisamente esa capacidad de aprendizaje les puede ayudar a superar las dificultades que les provoca el nuevo mundo digital y las formas de relación cambiante, y hace que esto no les limite”.