Washington y Wall Street, desencontrados de cara al 'abismo fiscal'

A principios del 2013, US$ 600,000 millones en aumentos de impuestos y recortes de gastos gubernamentales se convertirán automáticamente en ley a menos que se llegue a un acuerdo en el Congreso.

<strong> Preocupación. </strong> Ni los inversores de Nueva York ni los legisladores del Congreso estarían tomando en serio el inminente abismo fiscal. (Foto: Reuters)
Preocupación. Ni los inversores de Nueva York ni los legisladores del Congreso estarían tomando en serio el inminente abismo fiscal. (Foto: Reuters)

(Reuters).- Por Edward Krudy y David Lawder

Terminan las elecciones presidenciales y comienza una inminente crisis presupuestaria en Estados Unidos. Una vez más, la desconexión entre las miradas de Washington y Wall Street podría generar efectos adversos sobre los inversores.

A principios del año que viene, US$ 600,000 millones en aumentos de impuestos y recortes de gastos gubernamentales -el llamado abismo fiscal- se convertirán automáticamente en ley a menos que el Congreso introduzca cambios.

Medidas así de dramáticas podrían golpear el gasto empresarial y de los consumidores, arrastrar a la economía estadounidense hacia la recesión y dejar a los mercados tambaleando.

Sin embargo, existe la sensación de que ni los agentes financieros e inversores de Nueva York ni los legisladores del Congreso se están tomando en serio.

Muchos en Washington creen que el Congreso no puede hacer nada y que la reacción de los mercados será relativamente optimista. Del lado de Wall Street, varios dicen que el abismo fiscal, de alguna u otra manera, va a ser resuelto. Eso aumenta la posibilidad de que el Congreso navegue sobre el abismo mientras los mercados afronten una tormenta.

“Los mercados han sido muy optimistas sobre el abismo fiscal”, dijo Greg Valliere, estratega jefe de política de Potomac Research Group, que sigue los asuntos de Washington para inversores institucionales.

Los desencadenantes automáticos del abismo fiscal fueron establecidos bajo la ley como una manera de obligar a los legisladores a contener el enorme déficit presupuestario de Estados Unidos.

Bancos de Wall Street, inversores y los grupos de presión de la industria han confluido en torno a la idea de que después de las elecciones el Congreso buscará un acuerdo a corto plazo para prevenir lo peor del abismo. En términos simples, creen que el Congreso tratará de estirar el tema por varios meses más.

“Tienen que hacer algo para tener una extensión en el corto plazo y lograr tiempo para desarrollar el mayor desafío del abismo fiscal, que es un plan fiscal a gran escala”, sostuvo Ken Bentsen, presidente de la oficina en Washington del grupo de la industria financiera SIFMA, que supervisa el proceso.

Pero Wall Street y Washington ya se han malinterpretado mutuamente en el pasado y eso no ha favorecido a los mercados.

Uno de los mejores ejemplos se produjo en septiembre del 2008, al momento del colapso de Lehman Brothers, cuando la Cámara de Representantes rechazó un plan rescate de US$ 700,000 millones. Los mercados se desplomaron y el impacto fue lo suficientemente duro como para que los legisladores aprobaran un plan revisado pocos días después.

Hay preocupación de que se formen hipótesis erradas o simplistas de ambas partes. En Washington, hay republicanos respaldados por los ultraconservadores del Tea Party que anticipan un shock en los mercados, pero creen que vale la pena si modifica lo que ellos consideran una cultura del gasto de parte del Gobierno.

Aunque ninguno de ellos los asume públicamente en el contexto previo al resultado electoral, grupos de presión cercanos al Capitolio dicen que hay suficientes miembros con esa idea para crear dolores de cabeza a líderes como el presidente de la Cámara, John Boehner, tal como sucedió durante las negociaciones por el techo de deuda en el 2011.

Además, hay un creciente grupo de demócratas y expertos en política de centro-izquierda que dicen que dar continuidad al abismo fiscal puede ser una opción estratégica viable para forzar aumentos de ingresos sobre los republicanos, que se han resistido a ello.

La teoría es simple: ninguno está obligado a emitir un voto para aumentar los impuestos que potencialmente podría poner fin a su carrera, y los legisladores pueden fácilmente culpar al otro partido por el punto muerto.

Si los legisladores creen que los mercados serán relativamente benevolentes con ellos si deciden seguir adelante con el abismo fiscal, van a llevarse una sorpresa.

“Si esa es la percepción en Washington creo que están muy equivocados”, dijo David Joy, jefe de estrategia de inversiones de Ameriprise Financial en Boston, donde ayuda a la gestión de US$ 655,000 millones en activos.

Joy es optimista. El espera un acuerdo de corto plazo para fin de año y dice que ha incrementado sus contactos con los representantes de la firma en Washington, con quienes habla una o más veces por semana.

“La percepción que tengo de alguna de estas lecturas de las personas en terreno en Washington es que ellos están comenzando a asumir la idea de que esto es serio y que podría innecesariamente dañar a la economía desde enero”, dijo Joy.

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