Londres, (AFP).- Los disparatados precios de la vivienda en Londres han hecho que más y más londinenses se vayan a vivir a barcazas, un aumento que amenaza a la red de canales y ríos de la ciudad.
El pintoresco estilo de vida en una de esas largas barcas de colores vivos atracadas en la ciudad parece tentador, sobre todo cuando comprar una puede costar una fracción del precio de un apartamento, pero los costes de mantenimiento pueden dispararse rápidamente.
“Se ha vuelto más frecuente, sin que la gente sepa muy bien en qué se está metiendo, porque no tienen otra opción”, explicó Jim Bryden, de 39 años, que lleva dos años viviendo en la “Violeta Mae” con su novia, un perro y un gato.
“He conocido a personas que han acabado en un barco, porque tenían sólo dos semanas para abandonar su apartamento, y pudieron comprar un barco por 10.000 libras” (15.500 dólares, 14.000 euros), aseguró.
Los barcos más caros pueden costar más de £100.000, una cantidad que sigue siendo una fracción del precio medio de la vivienda de Londres, £500.000, un aumento de 11% en un año.
Un nuevo barco entró en las aguas de Londres cada día en el último año, con algunas zonas particularmente populares experimentando un aumento de 85% en el número de barcazas atracadas, según la Fundación de canales y ríos (CRT, Canal and River Trust), que gestiona una red de 3.200 kilometros que se extiende por toda Gran Bretaña.
Muchos de esos barcos fueron construidos para el transporte de mercancías durante la Revolución industrial.
Todo el mundo tiene una historia que contar acerca de los recién llegados peleándose con los nudos, las averías del motor, o cualquier otra cosa que permite entender por qué los navegantes se refieren a sus buques como “agujeros negros” de dinero. Los robos frecuentes son otro inconveniente.
“Si no sabes nada sobre comprar barcos, es fácil acabar comprando uno que se convertirá en una pesadilla”, dijo Mikaela Khan-Parrack, de 26 años, que lleva cuatro viviendo en una embarcación y trabaja en el CRT.
- Peleas con los vecinos –
El aumento de las población ha causado congestión, y fricciones con los residentes cercanos, que de repente se encuentran con un elenco numeroso y cambiante de nuevos vecinos.
Bryden es parte de un equipo de voluntarios que trabaja para limitar el ruido y el humo en un trecho muy popular del céntrico canal Regent de Londres, rodeado de casas adosadas cuyos residentes se quejan a menudo.
“Básicamente, se trata de asegurarse de que los navegantes conocen las reglas de esta parte del canal”, como la del límite de una hora en el funcionamiento de un generador, dijo Bryden.
La mayoría de los barcos no tienen amarres permanentes, por lo que hay una demanda feroz y hacerse con uno puede costar lo mismo que alquilar un apartamento en Londres.
En cambio, muchos propietarios tienen licencias de “crucero continuo”, más baratas, pero que exigen mover los barcos cada 14 días, un requisito que puede ser logísticamente difícil para personas con hijos en la escuela o un trabajo fijo.
Los navegantes también se muestran reacios a alejarse de lugares que cuentan con instalaciones como baños, agua potable y electricidad.
En marzo, el CRT comenzó a hacer cumplir las normas, con el potencial de denegar licencias o retirar del agua a barcos no conformes a ellas, provocando protestas.
Unas 20.000 personas han firmado un manifiesto para “evitar el desalojo de los habitantes de barcazas”, que acusa a la CRT de dejar sin hogar a muchas familias.
“Nos guste o no, la realidad socio-política ha convertido los cursos de agua en un recurso de vivienda asequible para muchas familias”, dice la petición.
El portavoz de la CRT, Joe Coggins, argumentó que los navegantes deben enfrentarse al dilema de seguir las reglas, y conseguir un amarre permanente, o aceptar que esa vida que obliga al trasiego cada dos semanas no está hecha para ellos.
“Los barcos son un lugar fantástico para vivir, pero, en lugar de verlo como una opción barata de vivienda, queremos que las personas lo vean como una forma de vida”, explicó.