(Bloomberg).- ¿Qué esperar después de un año de fusiones y adquisiciones frenéticas, o casi sin precedente?
Las adquisiciones globales por unos US$3 billones anunciadas en 2016 estuvieron cerca del primer puesto en los gráficos históricos, pero no llegaron al récord del año pasado en gran parte porque se registraron menos acuerdos monumentales, adquisiciones por más de US$10,000 millones.
Los banqueros, de todas maneras, se mantuvieron bastante ocupados: fue el segundo año más dinámico para Estados Unidos en cuanto a volumen de acuerdos en las dos últimas décadas, mientras que la cantidad de adquisiciones realizadas a nivel mundial aún superó sin problemas el promedio de 20 años. Y hay razón para ser optimista en cuanto a 2017.
Casi al tope de la agenda del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, está el plan para estimular a las empresas a traer de regreso al país el efectivo que acumularon en el extranjero y fuera del alcance del Servicio de Impuestos Internos.
El máximo responsable ejecutivo de Cisco Systems Inc, Chuck Robbins, controla una de las reservas en efectivo extranjero más considerables, cercana a los US$60,000 millones, que espera invertir en “recompras, dividendos y actividades de fusiones y adquisiciones”. Esa no es una respuesta alentadora para alguien que espera que un poco de efectivo adicional pueda inspirar un renacimiento industrial de Estados Unidos, pero sí es una buena noticia para Wall Street. Esa es la idea, ¿no es así, Sr. Trump?
Aparte de los fondos disponibles, el otro motor de las fusiones y adquisiciones es la confianza de los máximos responsables ejecutivos, y pocas cosas inspiran más su confianza que acciones en ascenso.
El índice Promedio Industrial Dow Jones coquetea con los 20,000 por primera vez, reflejando la confianza en que Trump promoverá una agenda a favor del crecimiento y la actividad empresarial (a pesar de que parece haberle tomado el gusto a la microgestión de compañías a través de Twitter).
Y los máximos responsables ejecutivos tendrán ímpetu no solamente para fusiones y adquisiciones comunes y corrientes. Hasta ahora, los candidatos de Trump para los puestos con influencia en asuntos antimonopolio señalan un toque más ligero que lo visto bajo el mandato del presidente Barack Obama, cuyo periodo incluyó el exitoso rechazo a las fusiones entre Staples Inc. y Office Depot Inc. y entre Halliburton Co. y Baker Hughes Inc.
Pero el encarecimiento de acciones es una espada de doble filo que también hará que las fusiones y adquisiciones en ciertos sectores sean más onerosas.Tomemos como ejemplo las empresas industriales. Uno tendría problemas para encontrar un máximo responsable ejecutivo en el sector, ávido de crecimiento, que no haya manifestado un deseo de realizar fusiones y adquisiciones.
La liberación del efectivo extranjero les dará un argumento adicional y podría desencadenar una oleada de negociaciones. Muchas de las empresas que los ejecutivos podrían adquirir con ese efectivo, no obstante, han visto el aumento de sus acciones mientras los inversores apuestan al impulso de las grandes ventas provenientes de la promesa de inversiones en infraestructura y defensa de Trump.
Las cosas se vuelven costosas cuando se paga una prima sobre el precio de una acción que está fundada en gran parte del potencial alcista de Trump, pero que no cotiza ninguna de las posibles desventajas, como sus políticas proteccionistas o el hecho de que él es casi tan predecible como la lista de los visitantes de Trump Tower (hola, Kanye).
Este fenómeno –también observado en sectores que se beneficiarán de la regulación más distendida, como los bancos y las estaciones de televisión– podría alentar más acuerdos con un componente basado en acciones mientras las compañías pretenden aprovechar las alzas de sus propias monedas. Esto podría revertir una clara preferencia por el efectivo en 2016.
Los bajos tipos de interés han prestado una mano amiga a los compradores con gustos caros al hacer que prácticamente cualquier acuerdo parezca beneficioso.
Los costos de endeudamiento aún se mantienen relativamente bajos, pero con tendencia ascendente, conforme la Reserva Federal va aumentando las tasas de referencia en diciembre y pronosticando un mayor aumento para el próximo año. La presión del auge de acuerdos impulsado por las deudas ya se está manifestando. Tal como lo señaló Tara Lachapelle, de Gadfly, la buena voluntad ya está llegando a niveles preocupantes.
La fiesta no ha terminado, pero ya está poniéndose vieja.