Todo país emergente tiene una gran aspiración: convertirse en una nación desarrollada, próspera, con alto bienestar para sus habitantes y, además, de ingresos por persona elevados. El Perú, por ahora, está lejos de alcanzar ese sueño.
La razón de ello es que nuestros ritmos de crecimiento actuales no son suficientes para lograrlo. De hecho, según estima el exministro de Economía, Luis Carranza, si el PBI per cápita crece a 3% en promedio por año, recién en el 2044 seríamos un país de ingresos altos. Para que ello pase con la producción por habitante-agregó- la economía nacional tiene que crecer incluso por encima del 4%.
Pero el sueño podría no ser tan distante si aceleramos el paso. Si el PBI crece 6% por año, entonces dentro de 15 años estaríamos en ese nivel de ingresos, que es unos US$ 26,000 por habitante.
Es importante precisar, sin embargo, que todos los índices de bienestar y desarrollo están estrechamente correlacionados con el nivel del PBI per cápita; pero Carranza resalta que otras condiciones también son importantes para evitar la trampa del ingreso medio.
“El truco pasa por tener políticas que promuevan el crecimiento y generen condiciones para tener políticas que, a su vez, reduzcan la desigualdad y mejoren la calidad de vida de las personas”, explicó durante el 12° Simposium Internacional del Oro y la Plata organizado por la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE).
Rol de la minería
Si bien la minería no es una condición ni necesaria ni suficiente para alcanzar altos estándares de desarrollo, Carranza sostiene que es “la ruta más rápida a la prosperidad”. Pero para aprovechar esa vía rápida, primero hay que aprovechar las oportunidades que tenemos. Si no lo hacemos -advierte- seguiremos siendo un país de renta media.
El exministro considera que lo mejor que podemos hacer para aprovechar las oportunidades mineras es tener una estructura productiva que ‘saque el jugo’ a sus encadenamientos, tal como hacen Canadá y Australia.
¿Cómo afectaría ello los indicadores sociales? El economista hizo un cálculo de sensibilidad de la pobreza. En el año 2004, el 40% de peruanos era pobre; y al año pasado se situó casi en 20%.
Si no hubiéramos tenido una producción minera creciente -dijo- la pobreza estaría en torno al 30%. Pero si hubiéramos aprovechado bien los encadenamientos, hoy el indicador habría caí- do hasta 14%.
Oportunidad perdida
Hoy hay importantes proyectos mineros paralizados (ver página 2) que, para Carranza, son una oportunidad perdida de acelerar la llegada al sueño de ser un país rico.
“Si en el 2011 no se paralizaban importantes proyectos, hubiéramos seguido con crecimiento de inversiones y hubiéramos tenido en los próximos años entrada de importantes minas. Es decir, no hubiéramos desaprovechado oportunidades de crecimiento”, afirmó.
Esta cartera de proyectos asciende, aproximadamente, a US$ 60,000 millones que están a lo largo y ancho del país. Con ello, se podría crear más de 50,000 empleos directos, lo que implica cerca de medio millón de puestos de trabajo indirectos.
El otro punto que no tiene pierde para llegar a la prosperidad -dice Carranza- es el de atacar la brecha de infraestructura. “En los últimos años, no hemos tenido una ambición por seguir cerrándola”, lamentó.