Por Eduardo Torres-Llosa
Gerente general BBVA Continental y líder del Sector de Servicios Financieros de CADE Ejecutivos 2013.
El crecimiento sostenido que ha registrado el Perú en los últimos 20 años ha tenido un impacto sumamente favorable en el desarrollo del sistema financiero nacional. Las cifras son elocuentes: en la última década las colocaciones se han multiplicado por casi cinco veces y el crédito de consumo por siete. La banca ha financiado miles de viviendas nuevas, muchas de ellas dirigidas a sectores populares y el acceso al crédito a la pequeña y mediana empresa ha registrado un desarrollo sin precedentes. En ese contexto de desarrollo y mayor consumo, los ratios de mora se encuentran en niveles razonables.
Ese crecimiento ha venido acompañado por una notable expansión de la presencia bancaria en todo el país. Solo en la última década, hemos pasado de tener 1,300 oficinas a más de 3,400; en cuanto al número de cajeros automáticos, el incremento pasó de 1,200 a más de 6 mil; lo mismo sucede con los cajeros corresponsales que en los últimos cinco años se han multiplicado por todo el país llegando a más de 12,800. Los bancos están invirtiendo de manera importante y sostenida en el desarrollo de plataformas virtuales que están permitiendo brindar atención a través de los canales de Internet las 24 horas del día.
Los números son alentadores y demuestran una sana evolución del sistema financiero. Se ha avanzando muchísimo en los últimos años: el ratio de créditos hipotecarios sobre PBI ha pasado en muy pocos años del 3% al 4.5%; el número de poseedores (con deuda activa) ha pasado de 2.5 millones a más de 7 millones en menos de una década; las microfinanzas peruanas son –literalmente- motivo de admiración y ejemplo en el mundo.
Sin embargo, también es cierto que el punto de partida era muy bajo. Los indicadores muestran que el porcentaje de bancarización en Perú (créditos y ahorros sobre PBI) está por debajo de la media regional e, incluso, de algunos países con menores niveles de ingreso por habitante; que solo el 25% de la población cuenta con servicios o productos financieros; y que la infraestructura bancaria peruana -aunque ha crecido muchísimo en los últimos años- es una de las menos desarrolladas de América Latina. Lo mismo se puede decir del mercado previsional y de seguros, en donde los indicadores se han disparado en los últimos años, pero siguen siendo insuficientes considerando el enorme potencial de crecimiento.
Actualmente, siete de cada diez peruanos están al margen de la formalidad y financian sus necesidades y proyectos a través de fuentes que demandan altísimos costos. Esta realidad debe cambiar para que los beneficios del sistema lleguen a los sectores más populares a través de un proceso eficaz de inclusión financiera. En la medida que la cobertura crezca y permita mayor acceso, los costos del servicio y las tasas serán cada vez más competitivas.
Responder a esta nueva realidad es el objetivo central y compartido que tienen las empresas del sistema financiero peruano. Unir esfuerzos al interior del gremio en coordinación constante con la Superintendencia de Banca y Seguros y otros actores relevantes será fundamental para lograr que la inclusión financiera se convierta en una realidad y no solo en un proyecto de buenas intenciones. Para lograrlo, será necesario buscar y encontrar formas sencillas de relacionarnos y comunicarnos con los nuevos clientes; desarrollar y utilizar tecnología al alcance de las mayorías; e integrar esfuerzos de la industria para la implementación de proyectos de alcance nacional.
En el próximo CADE, que se llevará a cabo en Paracas entre el 27 y 29 de noviembre, las empresas del sistema financiero reflexionarán sobre la evolución que se ha registrado en los últimos años. El objetivo de este ejercicio no es otro que el de ensayar una mirada sobre lo que se ha hecho bien y establecer compromisos para implementar proyectos que permitan profundizar en reformas que conduzcan a la consolidación del sistema financiero peruano con un sentido de inclusión, equidad y sencillez.