Proyecciones y motores del PBI 2017-19

Los términos de intercambio y el impulso al desarrollo de infraestructura estimularán el crecimiento.

Algunos analistas, sobre todo aquellos que todos los años –independientemente de lo que nos suceda– tratan de sorprender al empresariado diciéndole que llegó nuevamente la recesión al Perú, hoy están tratando de sustentar que podríamos crecer menos del 2% este año y recién la recuperación de la economía podría esperarse hacia el 2019.

La verdad, dichas aseveraciones –en mi opinión– distan de la realidad, dado que no consideran el impacto sobre el crecimiento de dos elementos importantes. De un lado, no sopesan apropiadamente el hecho de que la demanda interna, en economías como la peruana, depende también de la evolución de los precios de los metales y estos no serán nada negativos para el 2017. De otro lado, minimizan en extremo el impacto del proceso de reconstrucción y expansión de nuestra infraestructura para el periodo 2017-19. Permítanme presentarles un apretado sustento.

Primero, debemos considerar que, dentro de la dinámica de la inversión, el componente que se ha licuado significativamente ha sido el de la Inversión Directa Extranjera (IDE). Su progresiva caída explicó alrededor del 75% de la contracción de la inversión total los últimos cuatro años. Esta retracción de la IDE estuvo alimentada por la caída de los precios de los minerales en el mercado internacional y su impacto en la posibilidad de rentabilizar nuevos proyectos. Sin este efecto, nuestra inversión se hubiera sostenido.

Segundo, no debemos perder de vista que así como la baja de los precios de los metales y la pérdida de términos de intercambio nos perjudicó en el comportamiento de la IDE, de la inversión total y de la demanda interna; un alza en los precios de los minerales podría generar el inicio de un nuevo círculo virtuoso a favor de la aceleración del crecimiento.

Tercero, lo señalado se corrobora, sin duda, cuando observamos que la demanda interna y, su componente clave, la inversión privada, han mostrado un crecimiento real anual significativo –de hasta dos dígitos– únicamente cuando los precios de los commodities nos han sido favorables. Entre el 2006 y el 2011 –con la sola excepción del 2009– la demanda interna creció hasta 15% anual y la inversión privada lo hizo hasta 25%. Es claro, pues, que cuando los precios de los metales muestran tendencia al alza, arrastran positivamente a la inversión y a la demanda interna.

Cuarto, después de cinco años consecutivos de continua pérdida de términos de intercambio, este año se espera, de acuerdo a lo estimado por nuestro BCR, un incremento importante por encima del 5%, siguiendo la tendencia interanual creciente del precio de los metales observada desde febrero del año pasado.

Choques de oferta, la urgencia de China de no desacelerar aún más su crecimiento, así como la necesidad de trabajar por encima del break-even en el mercado internacional de metales y la parcial recuperación de la economía norteamericana, abonarían a favor del impulso de precios de minerales, activando con ello el primer motor a favor del crecimiento de nuestro PBI para el 2017.

Quinto, la reconstrucción, modernización y ampliación de infraestructura, el segundo motor, también alimentará la recuperación de la demanda interna e inversión los próximos tres años. Dando prioridad a las áreas afectadas por el desastre de El Niño, el sentido común básico nos debe llevar a arrancar, en un primer año, apoyando la reconstrucción vial y de la infraestructura educacional y de salud; el segundo, implementar la reubicación urbana de parte de las zonas devastadas para reimpulsar; el tercero, debemos perseverar ejecutando lo rescatable de los megaproyectos, cosechando el replanteo del esquema de APP que ha presentado ProInversión.

Sexto, el esquema esperado de reconstrucción y fortalecimiento de la infraestructura debe incorporar también la necesidad de cumplir la promesa electoral de dotar a parte importante del país de agua y desagüe. Solo para ello se requiere de más de US$ 10,000 millones en los próximos cuatro años.

Esto, más la expansión de la infraestructura tanto pública como privada (vía APP), garantizarían también un nuevo impulso a la demanda. Obviamente, debemos pensar un nuevo marco legal excepcionalmente concebido para no generar dilaciones y minimizar corrupción al interior de los gobiernos locales y regionales.

Séptimo, debemos recordar que hoy disponemos de diferentes fuentes para financiar el impulso integral a la infraestructura (FEF por más de US$ 8,000 millones, depósitos del sector público por casi US$ 20,000 millones, Fondos asociados al Desastre de El Niño por casi US$ 1,000 millones).

Si a esto le agregamos el relativamente bajo endeudamiento público que disponemos y nuestra buena percepción de riesgo país, no debe existir excusa alguna para apalancar inversión. La brecha fiscal es controlable y nadie se va a escandalizar internacionalmente si la ampliamos temporal y responsablemente en circunstancias excepcionales.

Para el próximo trienio, tendremos dos motores para estimular crecimiento: los términos de intercambio y el impulso al desarrollo de infraestructura. Con estos podremos crecer entre el 2-3% en el 2017 y para el trienio 2017-19 un mínimo de 4.5% promedio anual, aun si el primero de los dos motores mencionados falla luego del 2017. Los vientos seguirán a favor del Perú, no se deje sorprender.

Por Juan José Marthans León
Economista del PAD – Escuela de Dirección de la Universidad de Piura

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