(Bloomberg) Suele ocurrir que al público no le impresionen las explicaciones sobre por qué los Premios Nobel de Economía son merecidos.
La obra del galardonado en 1985, Franco Modigliani, incluía un influyente modelo de ahorro en el ciclo vital, y recuerdo haber oído que el profesor Modigliani ganó el premio por señalar que las personas necesitan ahorrar para la vejez.
Este año tenemos dos ganadores: Oliver Hart, economista británico de la Universidad de Harvard, y Bengt Holmström, economista finlandés del Instituto de Tecnología de Massachusetts, que son teóricos de la economía y cuyos trabajos son difíciles de leer, incluso para muchos economistas profesionales.
Sin embargo, su labor ha profundizado significativamente nuestro conocimiento de los contratos y las corporaciones. Elaboraron un marco de referencia técnica que sirve de base para el trabajo de otros economistas, lo cual es mucho más difícil de hacer que arrojar ideas útiles.
Por lo tanto, no se sientan poco impresionados si parte de la obra de los galardonados, cuando se transmite fragmentariamente, suena como algo que ustedes escucharon la semana pasada en los pasillos del trabajo.
Hart, en una serie de papers con coautores, procuró determinar cuándo una empresa debe comprar los activos de otra empresa. Las fusiones y adquisiciones son habituales, pero ¿cuándo maximizan el valor del negocio? Hart pudo descifrar cómo las transferencias de propiedad influyen sobre decisiones previas de invertir en el valor de los activos de una compañía.
Por ejemplo, si Bayer adquiere Monsanto, para los gerentes de Bayer los incentivos para agregar valor pueden aumentar, y para los gerentes de Monsanto los incentivos pueden disminuir.
El éxito de una fusión puede depender de si la ganancia aquí supera la pérdida. En un trabajo relacionado, Hart ayudó a formalizar un lenguaje técnico para analizar cuándo demasiados puntos de veto posibles en un acuerdo empresario pueden frenar su avance.
Hart, también en esto con coautores, escribió un artículo seminal sobre cuándo debemos preferir la propiedad estatal antes que la del sector privado.
La mayoría de nosotros preferimos comer en un restaurante privado y no del sector público porque pensamos que tendrá menor costo, comida más rica y más innovación. Al mismo tiempo, las cárceles privadas tal vez no sean una idea tan buena.
Las empresas dueñas de cárceles procurarán recortar costos, pero el resultado serían instalaciones insuficientemente humanas. A veces la burocracia aparentemente ineficiente funciona mejor para el cumplimiento de objetivos sociales.
Por qué las adquisiciones empresariales no hacen un mejor trabajo a la hora de disciplinar a los malos gerentes es un interrogante persistente.
Hart, junto con Sanford Grossman, escribió el paper más influyente relacionado con esta cuestión. Digamos que una acción se vende en US$ 80 pero un cazador de empresas puede hacer que la acción de la compañía valga US$ 100.
Los accionistas resistirían una oferta de US$ 90, a la espera de un aumento que les reporte los US$ 100 de valor. Quizás no sean demasiados los que vendan, y así la compra a mayor valor no siempre ocurre; una lógica similar explica por qué la renovación urbana, a través de “la compra de una manzana” a veces también fracasa.
Holmström ha trabajado en temas bastante paralelos de contratos y corporaciones. Digamos que usted está preparando un contrato para un trabajador o, es más, para un director ejecutivo. ¿Cuánto debería usted retribuir por la percepción del esfuerzo y cuánto por algún indicador de resultados, como la medición de ganancias o el éxito del área de ese trabajador?
Y un interrogante relacionado con el anterior es cuánto riesgo debe asignarse a la parte con la que se está contratando. Las compañías de seguros se enfrentan con este problema cuando tratan de calcular un deducible (franquicia) óptimo.
Una franquicia mayor en un seguro médico reduce la cantidad de visitas innecesarias a médicos, pero también recorta el valor del seguro al colocar más riesgo financiero en el paciente. Holmström demostró que no hay una manera rigurosa de hacer bien esta conciliación.
Ambos economistas nos mostraron lo difícil que es redactar contratos que funcionen realmente bien porque resolver un problema de incentivo por lo general crea otro. Tal vez lo más importante sea que crearon una formalización sistemática para demostrar por qué esto es así.
En otro ejemplo específico, Holmström analizó por qué las “preocupaciones profesionales” pueden inducir a los empleados a enviar falsas señales de valor en vez de hacer sus trabajos en forma correcta.
En otros casos, un trabajador puede holgazanear para que el jefe no descubra lo talentoso que es. Revelar todo el talento a veces hace que el jefe exija más esfuerzo.
Holmström también demostró por qué las crisis financieras con tanta frecuencia giran en torno a deudas, cuando los bancos proporcionan suficiente liquidez o pueden requerir asistencia de liquidez del gobierno, y exactamente cómo y por qué más activos financieros líquidos pueden ofrecer menos rendimientos iniciales.
Su análisis en la década de 1990 de la crisis financiera nórdica de entonces resultó profético para problemas posteriores en Estados Unidos y otros países.
Los dos ganadores de este año dedicaron mucho tiempo a interactuar con el sector privado y también con gobiernos, y eso fue lo que los ayudó a elaborar marcos relativamente abstractos que resultarían tan útiles para nuevos avances en el campo de la investigación.
Si eso no es siempre tan obvio a primera vista, es en parte porque no cualquiera gana un Premio Nobel.