Perú está entre los cinco países menos felices de América Latina según el Índice de Felicidad Mundial 2016, que coloca a Dinamarca y Suecia en la cumbre de la tabla y a Siria y Burundi en la cola.
El Informe de Felicidad Mundial 2016 busca cuantificar la felicidad como manera de lograr que las sociedades sean más saludables y eficientes. Las Naciones Unidas publicaron este estudio por primera vez en 2012.
Dinamarca y Suecia son los países más felices del mundo, Siria y Burundi los más miserables y Costa Rica lideró el ránking de alegría latinoamericana, según un índice mundial divulgado el miércoles.
Así como el año pasado, Dinamarca, Suecia, Islandia, Noruega, Finlandia, Canadá, Holanda, Nueva Zelanda, Australia y Suecia ocuparon los primeros diez lugares.
Si se mira solamente los países latinoamericanos, la lista está encabezada por Costa Rica en el lugar 14, seguida de Brasil (17), México (21), Chile (24), Panamá (25), Argentina (26), Uruguay (29), Colombia (31), Guatemala (39), Venezuela (44), El Salvador (46), Nicaragua (48), Ecuador (51), Bolivia (59), Perú (64), Paraguay (70), República Dominicana (89), Honduras (104).
En el reporte se explica que la felicidad ofrece una mejor medida del bienestar humano que la medición de la educación, la salud, la pobreza, el ingreso y el buen gobierno por separado.
CNN afirma, citando a los editores del reporte, que las personas que viven en los países más felices tienen una esperanza de vida más larga, más apoyo social, más libertad para tomar decisiones en la vida, percepciones más bajas de corrupción, experimentan más generosidad y tienen un producto interno bruto más alto per cápita.
Se cita los casos de Islandia e Irlanda, que a pesar de haber sufrido severas crisis bancarias y un menoscabo de sus economías, la felicidad de sus habitantes no se ha afectado en gran medida porque cuentan con un alto grado de apoyo social. Islandia figura en tercer lugar del ranking e Irlanda en el puesto 19.
Centrarse estrictamente en el bienestar financiero puede oscurecer un cuadro más completo, según John Helliwell, de la Universidad de Columbia Británica.
“En Noruega, es bastante común que las personas pinten las casas de otros a pesar de que pueden permitirse el lujo de pagar a alguien”, dijo Helliwell, coeditor del informe y codirector del Instituto Canadiense para la Investigación Avanzada.
El acto de ayuda “se convierte en un evento social” dijo Helliwell. “En la comercialización de la actividad -cuando las personas son más propensas a comprar cosas que hacerlas ellas mismas- perdemos algo en el camino”.