Mundial: Las miradas del mundo sobre Brasil

Cuando los reflectores finalmente se fijan sobre Brasil, el mundo verá un gran evento deportivo, pero también descubrirá que los problemas económicos y políticos de este gigante sudamericano no han desaparecido, y que en algunos casos se han profundizado.

Río de Janeiro (AP).- El día de Brasil por fin ha llegado.

El sol estaba radiante el jueves en este país sede de su primera Copa del Mundo en 64 años. Se espera que cerca de la mitad de la población mundial, más de 3,000 millones de espectadores, observen el evento insigne del fútbol y posen su mirada sobre el país que en dos años albergará también los Juegos Olímpicos.

Pero todavía no está claro cuál será el Brasil que veremos.

¿Será la nación irreverente conocida por su espíritu festivo y despreocupado? ¿O el país que durante el año pasado ha sido un semillero de rabia por los deficientes servicios públicos, descontento por un sistema político ampliamente visto como corrupto y profundamente indignado por los US$ 11,500 millones que se gastaron en organizar el Mundial?

Quizá, veremos ambos.

“El mundo va a ver multitudes alentado por el fútbol, pero también exigiendo que nuestro país cambie”, dijo Helen Santos, una maestra de escuela, mientras caminaba hacia su casa en Río de Janeiro. “El mundo necesita ver que somos un país serio. No sólo somos una nación de fútbol, sino un país que batalla y exige que el gobierno proporcione una mejor educación y atención de salud. El mundo necesita ver la realidad de Brasil, no sólo el deporte”.

El fútbol será el centro de atención el jueves cuando ruede el balón con el choque entre Brasil y Croacia en Sao Paulo. Los brasileños están ansiosos por ver a la canarinha levantar el trofeo de su sexta Copa del Mundo ante una nación que desea tener algún motivo para celebrar después de soportar un año de protestas y huelgas.

Todavía existe la posibilidad de disturbios.

Los manifestantes contra el Mundial en Sao Paulo y al menos otras cinco ciudades importantes han convocado protestas durante el torneo. Los pasajeros aéreos que aterrizaban en Río de Janeiro el jueves se encontraron con que una parte de los trabajadores del aeropuerto estaban de huelga para exigir mayores salarios, pero Sao Paulo evitó un desastre en el transporte cuando los trabajadores del tren subterráneo votaron en contra de reanudar su propia huelga en la jornada inaugural del Mundial.

Las protestas callejeras se han reducido desde el año pasado, cuando los brasileños protagonizaron estridentes manifestaciones contra el gobierno que eclipsaron el lado deportivo de la Copa Confederaciones. En una noche, alrededor de un millón de personas de manera espontánea se volcó a las calles de varias ciudades. Durante dos semanas, decenas de lugares se vieron afectados por los disturbios.

Es incierto si los brasileños superaron esa perturbación.

“Espero que el fútbol eclipse las protestas, pero también sé que sigue existiendo un clima de rabia”, dijo Edson Carvalho, un asistente de oficina que observaba a diez jóvenes descalzos que jugaban un partido de fútbol en el barrio de Botafogo, en Río. “¿Qué verá el mundo? Estoy ansioso por descubrirlo”.

En el 2007, cuando la FIFA designó a Brasil como el país anfitrión de la Copa del Mundo del 2014, el rústico e inmensamente popular presidente del país en ese entonces, Luiz Inacio Lula da Silva, dijo en una reunión de celebración en Zurich que regresaría a casa jubiloso, pero también sintiendo la carga que acompaña la organización del evento deportivo más grande del mundo.

“En el corazón del asunto, estamos aquí asumiendo como nación, como el Estado brasileño, para demostrar al mundo … que somos una de las naciones que ha alcanzado estabilidad”, dijo Lula en ese entonces. “Sí, somos un país que tiene muchos problemas, pero somos una nación con hombres decididos a resolver esos problemas”.

Lula agregó que él “quería asegurar a los funcionarios de la FIFA” que Brasil sería capaz de organizar un gran Mundial.

Siete años más tarde, cuando los reflectores finalmente se fijan sobre Brasil, el mundo verá un gran evento deportivo cuando el fútbol regrese a uno de los lugares que lo acoge con mayor pasión, en un continente que disfruta el juego.

Pero esa atención también iluminará aquellos problemas a los que Lula se refería, los males persistentes que no han desaparecido.

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