Tras la promulgación, hace 20 años, del decreto legislativo que promovió la creación de colegios privados con fines de lucro, se ha observado la tendencia al crecimiento de la matrícula en servicios de educación privada, que llega hoy al 27% de la matricula total, de acuerdo a Grade.
Así, solo en Lima – por citar un ejemplo – la matricula privada crece de manera exponencial y concentra el 49% de la matrícula de la ciudad y un tercio de la matricula privada del país.
Esta situación también trajo otro resultado, el crecimiento de la oferta educativa sobre todo en zonas emergentes donde la oferta pública es más limitada. Con especial atención la aparición de la escuelas privadas de bajo costo, cuya mensualidad es hasta S/ 250.
Según Grade, un promedio de seis de cada diez colegios privados a nivel nacional pertenecen a este rubro.
“Alrededor del 63% de las escuelas privadas a nivel nacional tienen pensiones de menos de S/ 250 al mes. La oferta privada a nivel nacional es mayoritariamente de bajo costo compuesta por colegios de tamaño pequeño, con matrículas pequeñas, pero si le sumamos el fragmento de escuelas que cobran desde S/ 250 hasta S/ 400 al mes, llega al 73% de toda la oferta privada nacional”, refirió María Balarín tras la presentación del estudio “Mercado privado, consecuencias públicas”.
Una de las características de estas escuelas es que la oferta educativa se define a partir de la demanda de los padres de familia, pese a que las nociones de calidad que manejan las familias es difusa, incluso se caracterizan por una mayor cantidad de cursos, más horas de enseñanza y con la meta, en el caso de escuelas secundarias, de lograr el ingreso a la universidad.
Otra peculiaridad de estos colegios, es que sus docentes tienen poca o nula capacitación e incluso perciben el sueldo mínimo.
Generalmente son docentes poca experiencia y jóvenes, lo que conlleva a una calidad educativa deficiente. Otro detalle de estas escuelas es que son de subsistencia ya que no genera rentabilidad para los promotores, que generalmente son los directores del colegio.
“Lo que están generando es un puesto de trabajo para el promotor del colegio o para sus familiares, que es el mismo modelo con el funciona las micro y pequeña empresa, incluso son de muy baja productividad, pero el valor que generan es un puesto de trabajo”, explicó Hugo Ñopo de Grade.
“Son sostenibles, pero no van a poder invertir en mejor infraestructura, en materiales ni tampoco en capacitación. Lo que ocurre con estas escuelas de subsistencia es que sus clientes son padres de familia con trabajo inestable, por lo que recurren el refinanciamiento u otras propuestas, y van absorbiendo ese costo de estas familias, ellas mismas, por lo que le pagan al docente tres meses después, le fraccionan su sueldo, y van recurseándose. Tienen múltiples estrategias para subsistir”, indicó Balarín.