Hay dos incógnitas conocidas cuando miramos a las economías de América del Sur: China y todo lo demás. Durante la última década, el auge de precios de los commodities impulsado por China elevó indiscriminadamente las economías de materias primas de la región, por bien o mal que hayan sido manejadas.
Pero ahora que el auge ha terminado, la categoría de “todo lo demás” está empezando a causar problemas. Este ha sido el caso de Argentina, Brasil, Chile y Venezuela-países que, en mayor o menor medida, están sufriendo los alborotos políticos que produce un crecimiento desacelerado.
Y Perú, por mucho tiempo la estrella económica del continente, no es ajeno a esto. El fin de semana, Luis Miguel Castilla, respetado ministro de Economía y Finanzas del país, renunció inesperadamente a su cargo.
Durante la última década la economía peruana ha crecido en promedio un asombroso 6.5% al año – cifra que incluye los efectos de la crisis financiera global. Con una industria minera que representa el 60% de los ingresos por exportaciones, el país aprovechó el auge de las materias primas y algo más.
Los mercados y la moneda repuntaron, mientras que la pobreza cayó a tasas al estilo chino, impulsadas a la baja por un auge de la inversión que triplicó la producción peruana a US$ 216,000 millones en un año. Sin embargo, ahora el “milagro peruano” parece haber terminado. En el segundo semestre de este año, la tasa de crecimiento cayó a 1.7%. El déficit por cuenta corriente también se amplió a 5% del PBI, de forma preocupante.
Luis Miguel Castilla había sido uno de los hombres clave en ayudar a sostener la tasa de crecimiento de Perú y mantener la confianza de los inversionistas. Cuando Ollanta Humala llegó a la presidencia en 2011, muchos temían que fuera un Hugo Chávez; pero la designación de Castilla como ministro de Economía les dio confianza.
Castilla, ex economista del Banco Mundial, sobrevivió a seis cambios de gabinete en tres años, hizo todo lo posible por sacar adelante reformas estructurales que fomenten el crecimiento y, probablemente, agotó al máximo sus esfuerzos en el proceso (Castilla dijo el domingo que dimitió por razones estrictamente personales).
Su reemplazo, Alonso Segura, ex economista del FMI, recibió el apoyo del sector empresarial del país. Pero eso no significa que su trabajo será fácil.
La desaceleración de la economía de China y el decreciente auge de las materias primas ha deprimido la tendencia de crecimiento del Perú en 2 puntos porcentuales a 4% anual. Aunque este crecimiento sigue siendo respetable, no es lo que solía ser. Tampoco es probable que se produzca un “rebote natural”, especialmente si suben las tasas de interés en Estados Unidos.
Sin embargo, si bien este es el caso de Perú, también es la situación que se vive en gran parte del resto de la región. Por lo menos en Lima reconocen la necesidad de reformas económicas estructurales y nuevas fuentes de crecimiento: casi la mitad de los 19 ministros del gabinete son economistas. Lo mismo no se puede decir de la mayoría de sus vecinos.
Países como Brasil, Argentina y Venezuela – que durante los últimos 10 años han seguido políticas muy diferentes a Perú, haciendo hincapié en el consumo sobre la inversión – ahora enfrentan una recesión.