(Bloomberg) La economía de Vladimir Putin se contrae desde hace 18 meses pero él todavía no tiene un plan para volver a ponerla en marcha.
Después de poner el acento casi exclusivamente en la política exterior desde comienzos de 2014, la necesidad de hacer arrancar la economía otra vez está obligando al presidente ruso a enfrentar una dolorosa elección: ceder a las demandas de los mercados o proteger su sistema centrado en el Kremlin.
“Putin toma las decisiones políticas y geopolíticas con seguridad, pero demora las económicas porque le resultan más difíciles”, dijo Yevgeny Yasin, ex ministro de economía. “Se necesitan medidas serias y decisivas” para sacar a la economía de su actual estancamiento, agregó. “Pero tengo la sensación de que el presidente no está preparado para tomarlas”.
El peor momento de la contracción –la más larga en los 16 años de gobierno de Putin- parece haber pasado. Pero hasta los funcionarios del Kremlin reconocen que en el horizonte no se vislumbra ninguna señal de algo que pueda impulsar una recuperación, salvo un salto en el precio del petróleo, cosa que pocos pronosticadores prevén.
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Los precios bajos del crudo redujeron seriamente los ingresos del gobierno y las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea limitaron el acceso al capital, dejando fuera del alcance de Rusia el tipo de estímulo que reencarriló la economía después de la recesión de 2009. El banco central dice que tampoco hay margen para expandir el crédito rápidamente, debido a una inflación superior al 7%. Las empresas y los consumidores todavía están reduciendo gastos.
En los últimos meses, Putin reunió un par de equipos de asesores de alto nivel para que aporten ideas sobre cómo acelerar la economía. Dice apuntar a un crecimiento de 4% anual, muy por encima del 1.2% que esperan los economistas para el año que viene. Ese porcentaje, de todos modos, es inferior a los índices que se vieron durante sus dos primeros mandatos en 2000-2008, cuando el aumento del precio del petróleo recalentó la economía. La persistencia del estancamiento también es una amenaza para sus ambiciones geopolíticas, ya que deja menos para gastos militares.
Ya han surgido divisiones entre una amplia variedad de especialistas que proponen ideas para reactivar la economía, según algunos funcionarios y otras personas que participan en el proceso. Esto contrasta con el manejo de los conflictos de Ucrania y Siria, en los que Putin recurría al asesoramiento de un estrecho círculo de sus más íntimos colaboradores.
El más destacado de sus asesores económicos es Alexei Kudrin, a quien se atribuye el mérito de haber sentado los cimientos de la estabilidad fiscal como ministro de economía en 2000-2011. Su designación de abril para ocupar un alto cargo en uno de los paneles del Kremlin alentó las esperanzas de que Putin respondiera a los pedidos de Kudrin de reducción del control del Estado sobre la economía para estimular la empresa privada y disminución del déficit fiscal para bajar la inflación. El Fondo Monetario Internacional avaló esa receta en su revisión anual de la política económica rusa este mes.
Pero hasta ahora, el presidente parece estar buscando una varita mágica para volver a poner en marcha la economía, como ocurrió gracias al aumento del precio del petróleo a mediados de los años 2000, dijeron las personas que participaron en las conversaciones. El tipo de medidas que ha propuesto Kudrin plantea el riesgo de distanciar a los poderosos que ocupan cargos en las empresas estatales, al restarles poder, y de debilitar el apoyo público al gobierno si se recorta el gasto.
Ambas cosas son peligrosas para Putin con vistas a las elecciones de 2018.