(Bloomberg).- Se podría hablar de una economía a la deriva. De alguna manera el mundo logra mantenerse a flote, pero no avanza con rapidez.
Con el apoyo de abundante liquidez de los bancos centrales, el mundo ha eludido numerosos obstáculos y ha crecido a un ritmo constante, si bien no espectacular, desde el 2010. Por lo que parece, así seguirá estando el año próximo, desacelerado pero no paralizado, como consecuencia del voto británico a favor de salir de la Unión Europea.
“Podríamos terminar por perder un cuarto de punto porcentual” de crecimiento como consecuencia del Brexit, dijo David Hensley, director de economía global de JPMorgan Chase & Co. en Nueva York. “Eso no basta para hacernos salir del 2% a 3% con el que venimos operando en los últimos años”.
Tras la recesión más profunda desde la Gran Depresión, la lenta expansión no ha logrado desvanecer la persistente inquietud de consumidores y empresas que se vieron afectados por la crisis. Eso ha llevado a ambos grupos a contener el gasto, lo cual a su vez retarda la fuerza de la recuperación.
Los ministros de Comercio del Grupo de los 20 que se reunieron el domingo en Shanghái vieron escasos motivos para ser optimistas. La inversión transnacional global podría declinar 15% este año en tanto el comercio sigue mostrándose vacilante, dijo el ministro de Comercio de China. Los representantes del G-20 aseguraron que redoblarán sus esfuerzos.
“Ha sido una expansión decepcionante, apenas una deriva”, dijo Peter Hooper, economista jefe de Deutsche Bank Securities Inc. en Nueva York y ex funcionario de la Reserva Federal de los Estados Unidos. Ha sido, sin embargo, suficiente para reducir el desempleo, sobre todo en los Estados Unidos, señaló.
La pregunta es ahora cuánto tiempo puede durar ese statu quo deslucido. Los bancos centrales ya han llevado al límite la política monetaria al reducir las tasas de interés por debajo de cero en algunos países y aumentar la compra de bonos gubernamentales.
Presiones populistas.
Las presiones populistas crecen alimentadas por el estancamiento del nivel de vida, lo que llevó a los británicos a votar la salida de la UE el 23 de junio y condujo al inesperado ascenso de Donald Trump y Bernie Sanders en la campaña electoral presidencial en los Estados Unidos.
Por otra parte, los mercados financieros parecen desconcertados. La caída de los rendimientos de los bonos indica un aumento de la inquietud de los inversores respecto de las perspectivas, mientras que el alza de las acciones sugiere que no hay demasiada preocupación.
Por ahora, sin embargo, la deriva parece encaminarse a continuar, y en ningún lugar resulta más evidente que en la mayor economía del mundo, la estadounidense. El sorpresivo gran aumento de las contrataciones -287,000- del mes pasado despejó los temores a que la economía pierda fuerza luego de un magro incremento de 11,000 en mayo.
En lo que respecta a la economía mundial, el economista jefe global de Citigroup, Willem Buiter, resumió la situación de la siguiente manera: “Nadie está en una posición particularmente fuerte ni, hasta ahora, en una posición particularmente débil”.