(Bloomberg).- ¿Acaso en los Estados Unidos pasaron por alto la circular del sector turístico declarando que Cuba es el nuevo destino más atractivo?
Aparentemente sí. El servicio hacia el viejo enemigo estadounidense comenzó en septiembre, pero transcurridos apenas cinco meses, el mayor operador hacia la isla, American Airlines Group Inc., redujo un 25% los vuelos diarios y en algunas rutas cambió a aviones más pequeños.
Por su parte, Silver Airways Corp. redujo los vuelos semanales a seis ciudades cubanas y JetBlue Airways Corp. redujo de tamaño sus aviones para responder a una demanda menor que la esperada.
“(Cuba) tardará mucho, mucho tiempo en convertirse en un destino caribeño popular como lo son algunos otros”, dijo a Bloomberg News en noviembre Andrew Levy, director financiero de United Continental Holdings Inc.
El resto del Caribe está animado con la multitud estadounidense del receso de invierno, pero Cuba tiene algunos problemas singulares. El principal es que las aerolíneas, sin tener una idea clara sobre la demanda fueron excesivamente ambiciosas cuando se enfrentaron por las rutas limitadas autorizadas por los reguladores estadounidenses.
Con un decreto que habilita solo 110 vuelos estadounidenses diarios --20 a La Habana, el destino más popular-- los operadores tropezaron unos con otros el año pasado para obtener una porción del pastel, dejando la isla con un exceso de postulantes.
La fiebre del aire en Cuba “no se fundó en la demanda sino en la especulación. No disponían de antecedentes para analizar”, dijo Karen Espósito, gerente general de Cuba Travel Network, que se especializa en tours a la isla. Ahora sí.
Silver Airways describió otros obstáculos, señalando las complicaciones que implica organizar viajes estadounidenses a Cuba, además de la excesiva capacidad de los operadores más grandes. No obstante, la portavoz Misty Pinson dijo que la aerolínea con sede en Fort Lauderdale, Florida, “es optimista en cuanto al potencial de crecimiento futuro en Cuba”.
Glasnost de Obama.
El ex presidente Barack Obama anunció una apertura de las relaciones con Cuba en diciembre del 2014, calificando de fracaso la política estadounidense anterior, que se proponía aislar al gobierno comunista.
Pese a los esfuerzos de Obama por impulsar el compromiso estadounidense con el país, lo cual incluyó una visita de Estado en marzo, el embargo estadounidense de 54 años continúa vigente. La ley prohíbe el turismo de estadounidenses a la isla y vuelve pesadas las transacciones financieras.
En este momento, la mayoría de las personas que viajan a Cuba individualmente se clasifican como participantes de intercambios “people-to-people” (programa pueblo a pueblo), una de las doce categorías que autorizan los viajes conforme las regulaciones del Tesoro estadounidense.
El deshielo de la política generó un aumento inmediato de los “usuarios pioneros” que querían ver la isla tropical, dijo Tom Popper, presidente de Insight Cuba, un operador de tours de New Rochelle, Nueva York. “El número de pasajeros que enviábamos se triplicó en poco tiempo y duró todo 2015 y la mayor parte de 2016”, dijo. “Y gran parte se debió simplemente al nivel extraordinario de conciencia” de los cambios de política en Cuba.
Pero con la liberalización llegó una dolorosa lección sobre capitalismo --en todo caso para los turistas. El nuevo interés por Cuba generó una inflación rápida en los precios (del 400%) para los hoteles estatales, los taxis y otros servicios para viajeros --antes de que comenzaran los vuelos comerciales estadounidenses.
Algunas habitaciones cuestan actualmente US$ 650 la noche, lo cual actúa como un importante factor de disuasión para los estadounidenses que buscan nuevos destinos de clima cálido.