(Bloomberg) El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ofreció a las empresas del país una visión tributaria amplia cuya promesa final de tasas más bajas y mayor competitividad global depende de una cosa: la longevidad. Dados los costos inciertos del plan, la longevidad quizá sea algo que la propuesta no pueda cumplir.
El plan impositivo presentado el miércoles por el principal asesor económico, Gary Cohn, y el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, proporcionó mucho para el regocijo de las corporaciones multinacionales: contempla la reducción de la tasa del impuesto sobre la renta de las sociedades a 15%, de 35%, y la aplicación de una tasa única y baja a alrededor de US$ 2.6 billones en beneficios en el extranjero que hasta ahora han eludido el pago de gravámenes en Estados Unidos.
El plan también contempla pasar a un sistema territorial para los impuestos corporativos en el cual, más adelante, la mayoría de los beneficios extranjeros estarían exentos de impuestos en Estados Unidos. En la actualidad, Estados Unidos grava la renta corporativa sin importar dónde se obtenga.
Pero no está claro si o cómo se pagarían las propuestas de impuestos corporativos; Mnuchin ha dicho que el crecimiento económico resultante de los recortes impositivos cubriría gran parte del costo, pero los economistas cuestionan esa afirmación.
El asunto es más que meramente académico: para conseguir aprobación en el Senado sin ningún voto demócrata, ningún plan tributario puede aumentar el déficit por un período presupuestario superior a 10 años.
Por lo tanto, si la ley no fuera de recaudación neutral a largo plazo, sus recortes de impuestos tendrían que ser temporales, venciendo al menos dentro de una década y tal vez antes.
“Para que los recortes de las tasas corporativas y la territorialidad tengan su pleno efecto positivo en el crecimiento, las empresas finalmente necesitarán más certeza de que se mantendrán”, dijo Michael Mundaca, codirector del Centro de Impuestos de las Américas de Ernst & Young y ex autoridad tributaria del Tesoro de Estados Unidos.
Si las medidas fueran sólo temporales, las empresas estadounidenses podrían eventualmente tener incentivos para volver a la práctica actual de acumular ganancias no gravadas en el extranjero, dijo.
El economista Kyle Pomerleau, de Tax Foundation, entidad de orientación conservadora que se ocupa de asuntos tributarios, dijo en un mensaje de Twitter el miércoles que no había suficientes detalles para proporcionar una estimación de costos del plan tributario de Trump.
Mientras que el Centro para un Presupuesto Federal Responsable, organización sin orientación partidaria, publicó una estimación aproximada de que costaría entre US$ 3 billones y US$ 7 billones durante la próxima década, potencialmente “perjudicando el crecimiento económico en lugar de impulsarlo”.
Pasar a un sistema territorial pondría a Estados Unidos en pie de igualdad con otras naciones desarrolladas, que no gravan la renta corporativa en el extranjero. También pondría fin al llamado efecto de “bloqueo”, por el cual las empresas mantienen miles de millones de dólares en ganancias en el extranjero para evitar impuestos estadounidenses.
En la actualidad, las empresas pueden diferir los impuestos sobre sus ganancias en el exterior hasta que las traigan a Estados Unidos. Y cuando “repatrian” sus ingresos extranjeros, pueden reclamar créditos contra sus facturas de impuestos extranjeros que ya pagaron.
Los líderes republicanos del Congreso recibieron con frialdad el anuncio de la Casa Blanca, con una declaración por correo electrónico que decía que los puntos destacados servirían como “pautas cruciales” en lo que se espera sea una labor de meses de revisar el código tributario de Estados Unidos.