Bloomberg.- Después de años de gestión de crisis, gran falta de autoconfianza e incluso amenazas existenciales, Europa está ahora mucho mejor. El crecimiento económico está repuntando, la incertidumbre política ha disminuido y, a pesar del Brexit (o quizás en parte debido a él), la imagen de una unión regional “cada vez más estrecha” está dinamizando un nuevo pensamiento constructivo en los países centrales.
Sin embargo, traducir esto en prosperidad sostenible está lejos de ser automático y podría ser un problema sin un avance en cuatro áreas clave.
El último grupo de sólidas cifras de alta frecuencia muestra que la economía de Europa está creciendo a un ritmo mucho más saludable, del 2% al 2.5% anual, y muchos más de sus estados miembro participan de la creciente expansión.
Aunque el desempleo juvenil sigue siendo un problema agudo en varias economías, la tasa de desempleo general está disminuyendo. Y, con una amplia liquidez, los mercados financieros europeos han tenido un buen desempeño, tanto en términos absolutos como respecto de otros.
La recuperación económica y financiera endógena está abriendo el camino para reducir la prolongada dependencia de las medidas de política monetaria no convencional que implementa el Banco Central Europeo.
El BCE puede comenzar a pensar seriamente en un plan de salida tanto para las tasas de interés negativas como para su programa de compra de valores a gran escala, aunque será muy gradual, lo que también ayudará a reducir el alto riesgo de mayor desafío político a su independencia institucional.
Francia y Alemania ya celebraron sus elecciones clave, y ahora hay esperanzas de un modelo político regional constructivo cimentado por una visión colectiva fortalecida y una acción coordinada por ambos países.
Si bien la canciller alemana, Angela Merkel, se encontró con agitación política interna durante el fin de semana, la relación entre ella y el presidente Emmanuel Macron, de Francia, combina nueva energía con una experiencia profunda y credibilidad, lo que aumenta las esperanzas de progreso en algunos elementos largamente postergados del proyecto europeo.
El esfuerzo interno para las reformas se ve amplificado por varios puntos de presión.
El voto del Reino Unido a favor del Brexit ha impulsado una mayor coordinación entre los otros 27 miembros de la Unión Europea. Desde los inciertos días inmediatamente posteriores al referéndum, los países restantes de la UE han desarrollado –con razón– una confianza mucho mayor en su capacidad para seguir adelante sin el Reino Unido, especialmente ahora que la brecha del desempeño económico ha oscilado contra Gran Bretaña y se está ampliando.
El Brexit ha amplificado otras presiones externas sobre el funcionamiento efectivo de la UE. Estas incluyen el desafío común de la migración, la anexión de Crimea por parte de Rusia, incertidumbres sobre la defensa común y quejas por parte de algunos de los miembros del este.
Todo esto ubica al proyecto histórico europeo en un lugar diferente, y no solo en términos de la ubicación en el espacio. Una mentalidad de prevención y gestión de crisis reactiva está dando paso a una actitud proactiva y estratégica más segura que busca alcanzar la prosperidad común.
Sin embargo, este cambio sigue siendo tentativo y, fundamentalmente, aún debe desarrollar raíces estructurales más profundas. Esto no sucederá a menos que haya progreso en cuatro importantes áreas.
(Al contrario de lo que muchos querrían que creas, estas no incluyen la conclusión rápida de las negociaciones del Brexit. De hecho, la UE ha comenzado a avanzar más allá de este tema que domina la política en el Reino Unido y desvía la atención de otros grandes problemas).
Las cuatro áreas son:
1. Fortalecer los motores del crecimiento combinando reformas estructurales largamente postergadas en países individuales con un renovado énfasis en completar la integración económica y financiera regional, es decir, agregar una unión bancaria completa y una mejor integración fiscal a la unión monetaria.
2. Construir una relación de trabajo más colaborativa entre Alemania y Francia una vez que se forme una coalición de gobierno en Alemania. Esto se caracterizaría por agregar a la capacidad de liderazgo regional de Alemania una mayor disposición para actuar. Francia, que tiene una disposición mucho mayor para actuar pero menos capacidad, mejoraría su imagen con esfuerzos más concertados para poner en orden su economía.
3. Resolver los problemas separatistas que, en el largo plazo, son más serios tanto para la zona del euro como para la UE que el Brexit. Estos involucran a países como España, que ha apoyado la visión de una unión económica, política y social cada vez más estrecha, al contrario del énfasis predominante del Reino Unido solo en el libre comercio. Esto debería comenzar con el sentido común, con el apoyo de mediación por parte de la UE en Cataluña.
4. Desarrollar respuestas colectivas más concretas a desafíos sobresalientes que solo pueden abordarse de manera cooperativa. Los eurobonos y el alivio a la deuda de Grecia encabezan la lista de temas que se han prolongado, sin embargo, puede ser más prometedor –al menos tácticamente- comenzar con una mejor respuesta común a las preguntas más recientes presentadas por la tecnología, incluyendo un enfoque más visionario de los impuestos, la regulación y la evaluación de las implicaciones estructurales más amplias.
Tal combinación de medidas aumentaría la resiliencia y agilidad de Europa, allanando el camino para el tipo de ganancias económicas y financieras inclusivas que mejoren no solo el rendimiento real sino también la prosperidad potencial.
Sin estas medidas, los recientes avances económicos de Europa podrían convertirse en un incidente pasajero en lugar de la base duradera para un futuro mejor que sigue siendo una aspiración legítima y factible para los ciudadanos de la región.