¿Cuáles son las principales conclusiones del libro “Perú 1995-2012: cambios y continuidades”?
Hay varias conclusiones. La primera de ellas es que, en el periodo de estudio, ha habido más continuidades que cambios. Y no ha habido cambios porque cualquier estrategia económica, de cualquier color político, debe tener como objetivo elevar la calidad de vida de los habitantes de un país y eso no ha ocurrido, ya que los gobiernos no han integrado la estrategia económica con la social e institucional, sino que se han visto como compartimientos separados.
Creo que el gran reto de la clase política es tratar de crear esa estrategia que incorpore todo como si fuera una sola.
¿Y en qué aspectos hay una continuidad?
Hay una continuidad en el manejo económico, importancia de la disciplina fiscal, respeto al libre mercado y apertura hacia el exterior. Eso permite que la economía crezca en momentos en que el mundo está avanzando, pero genera una desaceleración. El problema con todo esto es que, vistas las cosas así, no son sostenibles a menos que se hagan reformas.
Pero, ¿no se aplicaron reformas en los gobiernos pasados?
Otra conclusión del libro es que, en el “periodo de oro” del crecimiento entre 2002 y 2010, no se hicieron reformas, entonces se desperdició un tiempo de oro. Nuestra democracia carece de partidos políticos, ya que el candidato que llega al poder, en lugar de tener listo un programa económico a ser implementado y un grupo de personas para que lo implemente, usa el primer año de gobierno para hacer diagnósticos y equipos. En consecuencia, pierde ese tiempo valioso para hacer reformas.
Se ha visto un intento de reforma social en el actual gobierno, pero los resultados no han ido a la par. ¿Se podría hablar, concretamente, de una reforma en el Estado peruano?
Si es que hay ausencia de algo, es de una reforma del Estado. El problema hoy en el Gobierno no radica en la escasez de dinero, puesto que hay en abundancia; sino que no se sabe cómo gastarlo. No hay capacidad de gestión pública. Si a lo largo de la historia nos hemos quejado de que no hay recursos para invertir en sectores sociales, ahora nos quejamos porque no sabemos cómo gastarlo.
Entonces, ¿en dónde radica la reforma del Estado?
La reforma del Estado debe estar al servicio de la población. Por ejemplo: solucionar el problema de la inseguridad ciudadana, o resolver el problema del transporte, específicamente, en la sierra rural del Perú. Además, se necesita un Estado que aborde decididamente el tema de la salud y la educación, porque algo me queda claro: democracia no es igual a desorden.
La percepción apunta a que el Estado incursione en un libre mercado, ¿se cumple la teoría económica de los libros?
Creo que la conciencia de crear un estado funcional al libre mercado siempre ha existido, pero nunca se ha implementado, ni se ha modernizado. Un detalle resalta: si una persona dice “yo creo en el libre mercado”, esa creencia tiene matices, ya que está supeditada a lo que dicen los libros de texto. Yo pienso que el Estado tiene un rol importante que cumplir.
Y un ejemplo de libre mercado sería…
Por ejemplo, el libre mercado funciona a través del Poder Judicial (PJ). Si por temas de corrupción, el PJ no vela equitativamente por los derechos de propiedad, entonces el libre mercado no prosperará.
Entonces, ¿qué atributos deben prevalecer en el Estado?
Requerimos un Estado regulador, que asegure el marco jurídico, y que reduzca la pobreza y desigualdad; en pocas palabras, que se encargue de garantizar el acceso a servicios básicos a todos los ciudadanos del país ya que está dispuesto en la Constitución Política, pero no se ha hecho.
La desigualdad se evidencia con un mal manejo de recursos, ¿se pueden aprovechar en un contexto de desaceleración económica?
He basado mi lectura en que, salvo esfuerzos aislados, entre el 2002 y 2010, se perdió un tiempo preciso para hacer reformas porque la economía caminaba bien, es decir, había recursos. Hacer reformas en un contexto de desaceleración es, por lo menos, una contradicción. No es que esté mal, sino que no es el momento.
Y en este escenario, ¿qué nos espera?
Veo dos escenarios: o las reformas abortan, es decir, no ocurren; o en todo caso se van a dar con tal lentitud que van a pasar casi desapercibidas. Las reformas deben realizarse al comienzo de cada gobierno, en los momentos de auge. La economía peruana es cíclica: en los últimos 80 años nos ha mostrado que está ligado a los precios de los metales. Hay que aprovechar el momento de subida para poder implementar las reformas que darían una vuelta positiva al Perú.
Se habla mucho del “milagro económico peruano”…
Creo que no existe tal milagro porque lo que ha movido a la economía peruana es el entorno externo. Para hablar de milagro, tiene que partir desde el interior del país y eso no ha ocurrido.
El problema interno del Perú yace en los conflictos sociales, ya que la población se muestra disconforme pese a datos positivos de crecimiento macroeconómico.
Hay un problema muy serio en toda esta evolución, que se resume en lo siguiente: los gobernantes tienen que comunicar y los gobernados escuchar. Pero no pasa lo uno ni lo otro. Estamos desconectados totalmente de lo que hace el Gobierno, ya que no concuerda con lo que deseamos escuchar. Un presidente es un líder político, pero en este momento no tenemos tal líder a cargo del país. Esta reacción se ve plasmada en las encuestas pues cuando se pregunta a la gente quién gobierna en el país, hay distintas respuestas.
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