Troud (AFP).- Es la historia de dos agricultores búlgaros que iban a la misma escuela. Pero ahora uno es millonario y la otra no puede ni comprarse un tractor, un ejemplo de las desigualdades que generan las subvenciones europeas a la agricultura.
En Trud, en el centro de Bulgaria, Svetoslav Rusalov, de 43 años, es la imagen del éxito, con ingresos confortables, una explotación moderna y su estatuto de presidente de la asociación nacional de productores de cereales.
Todo lo contrario de Nadia Petkova, que justo al lado tiene una explotación ecológica y sueña con tener un tractor que sabe que no se puede pagar.
“Lo hago todo a mano, retiro las hierbas una a una”, explica esta agricultora que fue ingeniera de edificios y que, los días en que hay mercado, cuenta con la ayuda de sus padres, ya mayores. “He pensado en abandonar muchas veces pero es mi vocación”, asegura.
Las dos situaciones son el reflejo de la manera en que Bulgaria distribuye las subvenciones de la política agrícola común (PAC), un programa de la Unión Europea (UE) que otorga ayudas en función del número de hectáreas.
Hasta hace muy poco, en Bulgaria no existía un tope a las ayudas que podía recibir una explotación agraria, lo que ha favorecido la creación de explotaciones gigantes de cereales en detrimento de los cultivos tradicionales del país.
Estas “megaexplotaciones” tienen 2.430 hectáreas de media (la mitad de la superficie de Manhattan, diez veces más grandes que la media europea de 250 ha), y han cambiado por completo el paisaje del país más pobre de la UE, según el instituto de investigación agronómica de Sofía (Eri).
La consecuencia es que los cultivos tradicionales del país, forjados durante la etapa comunista, están desapareciendo y en los mercados los consumidores se quejan de la mala calidad de las judías de Brasil o del ajo chino.
Lo mismo pasa con la carne después de que las cooperativas fueron desmanteladas con la caída del comunismo.
“Éramos un país conocido por las exportaciones de queso en salmuera. Ahora exportamos cereales pero importamos leche y carne. Las verduras también han desaparecido”, lamenta Ognian Boyukliev, un investigador del Eri.
Mucho, mucho dinero
Según un estudio reciente del Eri, la PAC, tal y como se aplica en Bulgaria, ha dado tierras y ayudas a un grupo de millonarios. Sólo un centenar de empresas reciben el 75% de las ayudas, un total de 380 millones de euros en 2016.
“Si un agricultor tiene 30,000 hectáreas, multiplique esa cifra por 150 euros [de subvención] y tendrá una idea de la importancia de esa suma para un agricultor en un país como Bulgaria. Es mucho, mucho dinero”, dice Boyukliev a la AFP.
Según el analista agrícola Nikolay Valkanov, el gobierno “ha deformado el mercado, convirtiendo las subvenciones en una fuente de ingresos para los agricultores que luego se compran casas y coches”.
Bulgaria, que entró en 2007 en la Unión Europea, decidió finalmente este año limitar a 300,000 euros el máximo de subvenciones que puede recibir un agricultor. Pero según varios expertos las empresas agrícolas evitan esta norma pidiendo a sus colaboradores crear nuevas sociedades.
Los grandes productores de cereales replican recordando que sus esfuerzos han permitido dar valor a tierras fértiles que estaban abandonados desde los años 1990.
Tras la caída del comunismo en el país, en 1989, y la disolución de las cooperativas agrícolas, la tierra fue devuelta a sus antiguos propietarios. Pero los herederos no tenían ni los medios ni los conocimientos para explotarla, por lo que prefirieron venderla o alquilarla a empresas agrícolas.
“No hay nada malo en que los agricultores reagrupen terrenos y saquen beneficio de ello. Es la recompensa de los riesgos que tomaron”, dice Rusalov.
La Comisión Europea también sale en defensa de las subvenciones. Las grandes explotaciones agrícolas “son una tendencia a largo plazo, no sólo en la UE, y no se pueden atribuir a la PAC”, dijo una fuente europea a la AFP.