BBVA Research: El nivel y la volatilidad del desempleo disminuyen con el nivel educativo

Columna exclusiva. Según Rafael Doménech, su economista jefe de Economías Desarrolladas, hay evidencia abrumadora sobre los efectos positivos del capital humano en la productividad, el empleo y sobre todo, del ingreso per cápita.

Nuestro futuro pasa por mejorar el capital humano
Por Rafael Doménech, economista jefe de Economías Desarrolladas de BBVA Research

Cuando todavía seguimos en España inmersos en un proceso crucial de ajustes y reformas estructurales para iniciar la recuperación económica, el informe anual Education at a Glance 2013 que acaba de publicar la OCDE nos debe hacer reflexionar sobre la importancia de que, entre estas reformas, destaque la mejora de los resultados del sistema educativo y del capital humano. No sólo es urgente, también es importante, sobre todo ante una economía mundial cada vez más globalizada, en el que la capacidad de adaptarse y competir viene determinada fundamentalmente por el capital humano.

Sin entrar a valorar el rendimiento educativo en términos de calidad, lo que requeriría otro artículo, de la abundante información disponible en Education at a Glance 2013 me parece especialmente relevante extraer algunos hechos y resultados con implicaciones importantes a largo plazo para la economía española.

Primero, a pesar de los esfuerzos realizados en las últimas décadas, la distancia con los países con mayores niveles educativos es todavía considerable: solo un 52% de la población española entre 25 y 64 años tiene al menos estudios secundarios superiores, frente al 92% de los países líderes en la OCDE.

Segundo, algunos de los países que todavía hoy llamamos emergentes tienen una población adulta con mayor capital humano que España. Este es el caso de muchas economías del centro y este de Europa (Polonia, Chequia, Eslovenia o Eslovaquia) y de Asia, particularmente Corea.

Tercero, el porcentaje de la población española con al menos estudios secundarios aumenta al 66% entre los 25 y 34 años. Pero este aumento sigue el patrón del conjunto de la OCDE sin que destaquemos frente a ellos. Algo muy distinto se observa en algunas economías emergentes como Chile (88%), Eslovenia (94) o Corea (98), en los que el porcentaje de la población entre 25 y 34 años que tiene al menos estudios secundarios mejora significativamente al del resto de la población adulta y es muy superior al de los jóvenes españoles.

Cuarto, por cada punto de disminución de la brecha en el porcentaje de población con al menos estudios secundarios superiores la brecha en renta per cápita disminuye también en un punto. Este resultado es muy similar al que obtenían de la Fuente y Doménech (2012) con datos de 2010 para una muestra amplia de países de la OCDE: por cada año de escolarización de la población adulta la renta per cápita aumenta un 13%.

Quinto, los dos puntos anteriores implican que, salvo que corrijamos la tendencia actual, algunos países que ya hoy nos han superado en renta per cápita, como Corea, irán distanciándose de España puesto que sus generaciones más jóvenes acceden al mercado de trabajo con más capital humano que las nuestras.

Sexto, la posición relativa de España mejora cuando se compara el porcentaje de la población adulta con estudios universitarios, que alcanza el 39% entre 25 y 34 años España está en la media de los países de la OCDE, con una posición similar a la de Holanda, Suecia, Suiza, Finlandia, Francia o Estados Unidos, y mejor que la Alemania o Italia. Después de muchos años con excelentes resultados educativos ya no es sorpresa que los países con un mayor porcentaje de población joven con estudios universitarios sean Corea (64%) o Japón (58), pero llama la atención la mejora que se ha producido en Irlanda (47%).

Séptimo, esta significativa diferencia entre la posición relativa de España en estudios secundarios superiores y universitarios indica que una de las principales debilidades de nuestro sistema educativo tiene que ver con el fracaso escolar en enseñanza secundaria y el amplio margen de mejora en el porcentaje de la población que podría proseguir sus estudios tras la educación secundaria obligatoria, por ejemplo, con una formación profesional superior.

Octavo, el nivel y la volatilidad de la tasa de desempleo disminuyen con el nivel educativo. En España la tasa desempleo de la población con educación por debajo de la secundaria superior es 2.4 veces mayor (3 veces en la UE y 2.7 en la OCDE) que la de la población con educación universitaria.

Noveno, el capital humano no solo aumenta significativamente la probabilidad de estar empleado sino que también aumenta la productividad y los salarios. La población adulta española con educación universitaria obtiene salarios un 40% más elevados que los de la población con educación secundaria superior (más del 57% en la OCDE y en la UE) y un 74% por encima de los salarios de los trabajadores que no alcanzan la educación secundaria superior (el doble de media en la OCDE y en la UE).

Décimo, dado que los años medios de escolarización de la población adulta cambian muy lentamente debido a la elevada inercia de la demografía, incluso con una mejora significativa de los niveles educativos de las generaciones más jóvenes llevará décadas converger a los niveles educativos de los países líderes: al cabo de 20 años sólo se reduciría a la mitad la brecha actualmente existente.

En resumen, la evidencia respecto a los efectos directos e indirectos del capital humano sobre la productividad del trabajo, la renta per cápita y el empleo es abrumadora. La mejora de los niveles educativos de la población permite que los trabajadores sean más productivos y tengan mayor capacidad de adaptación a entornos económicos cambiantes. Estas ventajas no sólo aumentan su empleabilidad sino que también generan incentivos adicionales para que las empresas inviertan en más y mejor capital físico y tecnológico, aumentando su competitividad. Un mayor capital humano facilita la mejora del entorno macroeconómico y propicia instituciones más sólidas, eficientes e inclusivas, lo que incentiva la inversión y la creación de empleo. Junto con la calidad de las instituciones con las que interactúa generando un círculo virtuoso, el capital humano es el determinante más importante de la renta per cápita, la productividad y el crecimiento económico a largo plazo de una sociedad.

España tiene que seguir abordando importantes reformas estructurales en ámbitos muy diversos, pero no debemos olvidarnos que nuestro futuro pasa fundamentalmente por mejorar la calidad y cantidad del capital humano. Es lo que César Molinas propone acertadamente como un Plan Marshall en educación, investigación y emprendimiento. Necesitamos un pacto de Estado que permita reducir nuestra distancia con las sociedades líderes en capital humano, creando un entorno favorable y estable en el que mejorar significativamente el sistema educativo y la formación. Es imprescindible que la sociedad española transmita a sus jóvenes el valor de la educación, les convenza de los beneficios que pueden conseguir con su esfuerzo y con el desarrollo de su talento, y les incentive para que continúen formándose al terminar su educación obligatoria.

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