(AP).- La desnutrición y el hambre agobia a nativos asháninkas en la amazonía peruana. Las incursiones y asaltos realizados durante años por madereros, mineros, colonos e integrantes de Sendero Luminoso han reducido la extensión de sus tierras. También dejó a muchos de sus 97,000 miembros desnutridos.
El problema de la desnutrición ha afectado principalmente a los niños. Según cifras de la Central Asháninka del río Ene (CARE), el 80% de los niños menores de cinco años padece de desnutrición.
El Estado peruano también ha tratado de ayudar y desde 2013 ofrece un programa alimentario para 3,200 estudiantes de las 54 comunidades nativas que habitan a lo largo del río Ene.
Desde entonces, los escolares probaron por primera vez la leche de vaca y la quinua. Y ahora también comenzaron a comer anchoveta.
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La mala alimentación se refleja en los resultados educativos. En 2014, sólo el 5% de estudiantes de las riberas del Ene aprobaron un examen realizado por la organización indígena y el gobierno.
El único puesto de salud de Potsoteni no tiene luz ni agua potable y funciona sin información sistematizada sobre las enfermedades más frecuentes, según la Defensoría del Pueblo.
El río Ene, que se extiende por 180 kilómetros en la Amazonía, es fuente de vida para los indígenas pero cada día los líderes locales lo perciben más contaminado porque ahora se ha convertido en un lugar donde se arroja la basura, a veces se defeca, o en el destino final de insumos químicos líquidos como kerosene y ácido sulfúrico que usan los narcotraficantes que procesan cocaína en medio del bosque.
“Del río se saca los peces y varias comunidades toman su agua, por eso es muy importante para nosotros”, dice Caleb Cabello, un maestro de secundaria de Potsoteni.
Las malas condiciones de vida se repiten para los más de 97,000 asháninkas que viven en la selva peruana. La desnutrición se ahondó en la década de 1980-2000 durante el enfrentamiento entre las Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso.
Más de 10,000 asháninkas fueron desplazados, 6,000 murieron y 5,000 fueron esclavizados por senderistas, según el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR).
En la actualidad, transportar leche, quinua y anchoveta a las comunidades del río Ene demora 15 días en bote. Lograr que los escolares acepten los nuevos alimentos es un reto mayor.
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“Estamos enseñando a las madres el valor nutritivo de los alimentos”, dijo Luis Contreras del programa alimentario “Qali Warma”, vocablo quechua que significa “niño vigoroso”.
Cabello, el maestro en Potsoteni, despidió a los estudiantes el último viernes de noviembre. Partieron en bote por el río Ene hacia sus aldeas alejadas.
“Ahora empieza su odisea en estos meses de vacaciones. Van a su casa medio gorditos, y van a regresar muy flacos”, dijo.