¡Atención enólogos! Diez vinos enlatados que impulsan nueva tendencia de envasado
FOTOGALERÍA. ¿Blancos, rosé, tintos o espumantes? Joel Stein de Bloomberg nos ayuda a comparar el sabor de diez vinos enlatados presentes en el mercado estadounidense. ¿Llegarán pronto al Perú?
La revolución del vino en lata comenzó su ascenso en 2004 cuando el director de cine, hotelero y enólogo Francis Ford Coppola introdujo Sofia Blanc de Blanc, un regalo a su hija, que también venía con una pajita para beberlo. Con los años, la serie Sofia acompañó el crecimiento global del vino enlatado, ampliándose hasta incluir opciones enlatadas de Riesling, rosado no espumante, chardonnay, y este año, el Sofia Brut Rosé.
El verano pasado, las ventas de vino enlatado alcanzaron US$ 14.5 millones, con ventas dos veces más altas que un año antes. Un estudio sobre los millennials indica que, si bien consideran que el vino en caja es de poca categoría, se desviven por las latas con diseños grandes y brillantes. Este verano hay más opciones no espumantes que nunca, incluida la línea interna de espumante blanco y rosado de Trader Joe, llamada Simpler Wines, que se vende por US$ 1 la lata.
Pese a ser un horrible esnob del vino, me gusta considerarme agnóstico en materia de envases, y aceptar tapones de rosca, los corchos de plástico, el vino en caja, y hasta el vino en jarro que bebí una vez en el distrito Finger Lakes de Nueva York. Si me viera forzado a hacerlo, no tendría problema en beber Château Latour con las manos. Por lo tanto, me propuse probar algunos con dos de los dueños de Augustine, el mejor bar de vinos de Los Ángeles.
Uno de ellos es Matthew Kaner, un auténtico creyente en el vino enlatado. Kaner sostiene que los espumantes, los blancos y los rosados son prácticos cuando se navega por un río, cuando se bebe en un evento deportivo donde no se permite el vidrio o simplemente para llevar en una mochila cuando no hay espacio para una linda cristalería. También ha comenzado a trabajar con Emma Toshack, graduada en la Escuela de Negocios de Harvard y ex gerente de programas de crecimiento de Snapchat, para ayudarla a crear Nomadica, una compañía de vino enlatado que pone obras de artistas en sus etiquetas.
La otra persona en la cata es su socio comercial, David Gibbs, que tiene una vida anterior de vocalista de la banda Gigolo Aunts. Gibbs se mostró escéptico inmediatamente. “Es un vehículo de envasado torpe”, dice, señalando que, a diferencia de una copa de Bordeaux, no se puede introducir la nariz en ese pequeño orificio filoso en una lata. “Se huele el jabón que uno tiene en las manos”.
Pero a medida que vamos sorbiendo de las latas y escupimos en un balde, Gibbs al menos está impresionado porque no puede discernir un sabor metálico en ninguna de las 20 latas que probamos. Y ambos hombres plantean un argumento destacado: algunos vinos son mejores que otros en lata. Una cerveza enlatada retirada directamente del refrigerador puede tolerar la temperatura de las manos, pero un tinto que comienza a temperatura ambiente no.
“En el lapso de cuatro minutos sería como un jarabe empalagoso en las manos”, dice Gibbs. Además, sostiene Kaner, en tanto una persona puede desear un espumante, un vino blanco o un rosado en la playa, la piscina, un picnic o una excursión —¿cuándo se necesita realmente un tinto para llevar? Teniendo esto presente, veamos, pues, algunos de los que más nos gustan a todos.
En 2013, esta bodega de Oregón comenzó a poner su vino en latas simples y brillantes. Y todos consideramos que es bastante agradable. “Es como poner una botella de chardonnay en una máquina expendedora de gaseosas”, dice Gibbs. “Con bastante sabor, a decir verdad”. Kaner coincide con él. “Tiene ácido”, dice, señalando que el dulzor está bien equilibrado. “Es un verdadero vino. Es un vino legítimo con el agregado de burbujas, como se hace con la cerveza”.
Gibbs retira de inmediato el pequeño sorbete sujeto a la lata y lo arroja lejos. “Soy un tipo grande. No hay muchos sorbetes en mi vida”, dice. En la copa tenía realmente mucha espuma y un sabor más que un poquito dulce. Pero a ninguno de nosotros le disgustó. “Está bien. No es para recordarlo, lo cual es bueno. No voy a recordar todas las hamburguesas que he comido”. Él sugiere mantener la lata muy fría, como una cerveza.
El dúo se quedó menos impresionado con este vino espumante de Italia, que –de nuevo- es dulce y espeso. “No está mal”, dice Gibbs. “O la fruta estaba súper-madura o le quedó algo de azúcar residual”. Kaner agrega, señalando esa pesadez mantecosa: “Tiene un agregado de roble innecesario”.
“No es que no se disfrute”, interviene Gibbs. “Pero no soporto el nombre. Si fuera a beber el doble de un vino, sería un Riesling liviano. El chardonnay pesado de la Costa Central de California viene en latas normales y latas altas”. Gibbs continúa: “Éste es muy potente con un aroma a fruta enlatada en almíbar. Pero cada tanto yo como fruta enlatada”. De todos modos, no es para repetir. “No sé si puedo terminar una copa de esto. El sabor es bueno pero empalagoso, como una chica linda con demasiado maquillaje”
Otro chardonnay, es una lata alta de una bodega de Monterey County famosa por sus botellas de pinot noir barato y su chardonnay no madurado en barrica de roble. Es uno de los pocos vinos que no se esfuerza demasiado por agradar. “De los chardonnay, es el que más me gusta, con diferencia”, dice Gibbs.
Diciendo solamente que es de California, West Side propone lindas latas con un toque de efervescencia muy sorprendente. “Tiene ese increíble sabor a crema quemada”, dice Gibbs. “Huele como un Chateau St. Jean 1986. Pero el sabor es de experimento químico. Tiene un spritz extraño. Kaner coincide con él, especialmente una vez terminada la cata. “Con virutas de roble. Uf”.
Tan simple y directo como su espumante pero levemente mejor -brillante, feliz, rosado. “Tiene el sabor de los refrigerios deshidratados con sabor a fresa de Trader Joe”, dice Gibbs. “Contiene cierta salinidad. No tendría ningún problema en beberlo”.
Este rosado adulto es de Paso Robles, donde el sol calienta, las uvas son dulces y el vino es grande —algo difícil en un rosado, aunque divertido dentro de su estilo no-Provenza. “Huele a vitaminas para niños molidas”, dice Gibbs. “Frutado intenso”.
Éste, un pinot noir de Underwood de Oregón, fue el mejor vino tinto en lata que probamos. “Si estuviera en un concierto en un Teatro Griego, compraría una lata y me sentiría muy feliz”, dice Gibbs.
Tanto Kaner como Gibbs dicen que podrían perfectamente vender este vino a sus clientes —o a cualquier bebedor estadounidense. Es 36 por ciento de uva zinfadel, el resto en su mayoría uvas del Ródano, con algo de cabernet Sauvignon.
Por: Redacción Gestion.pe