Editorial: Lima 2039
“Lima no posee un plan de desarrollo urbano, ni programa de promoción del deporte de alta competencia”.
Por: Redacción Gestion.pe
JUEGOS PANAMERICANOS. Han pasado tres años desde que Lima obtuvo la sede de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos del 2019. Desde entonces, seguimos en lo mismo: repetidas postergaciones del inicio de las obras –escenarios deportivos y la Villa Panamericana, que alojará a los atletas–, y promulgación de normas legales orientadas a asignar fondos públicos y/o agilizar las licitaciones.
Siendo insensatamente optimistas, los trabajos comenzarían en el segundo trimestre del 2017, lo que significa que deberán estar concluidos en apenas dos años, algo que suena poco creíble. Si bien se ha reducido el número de recintos necesarios –lo que en teoría implicaría una menor inversión–, el Gobierno Nacional ha asumido el grueso del gasto, dejando de lado la idea inicial de que el sector privado participaría en la financiación.
Aunque no existe un análisis oficial de costo-beneficio, hay que subrayar que solo las ciudades con planes de desarrollo de largo plazo y que contaron con auspicios privados, han podido sacar provecho de la organización de juegos deportivos (Vancouver, Londres, Sídney). Y comenzaron sus obras con suficiente antelación. Como sabemos, Lima no posee un plan de desarrollo urbano de largo plazo, ni nada que se le parezca. Obviamente, tampoco hay un programa de promoción del deporte de alta competencia.
Además, los antecedentes nos desfavorecen: algunos deportes de los Bolivarianos Trujillo 2013 tuvieron que trasladarse a Lima y los atletas fueron alojados en hoteles, colegios y hasta cuarteles, porque la villa no estuvo lista.
En esta columna hemos advertido en repetidas ocasiones que los continuos retrasos ponían en riesgo una óptima organización de los Panamericanos. Es verdad que el plan trazado por el Gobierno le daría un impulso a la reactivación económica, pero quizá valdría la pena repensar Lima 2019 y evaluar si ese dinero puede destinarse a otras obras públicas que reactiven la inversión, pero que cubran necesidades más urgentes (y a nivel nacional).
Roma y Hamburgo han renunciado a sus candidaturas para organizar las Olimpiadas del 2024. Sería saludable que Lima siga ese ejemplo y se prepare mejor, quizá en veinte años podremos estar listos.