Me cambié de trabajo... Claramente me equivoqué

Zoila, desde Coruxo (Vigo), me cuenta que las ganas de irse de su anterior trabajo y de su empresa, junto con las expectativas creadas, quizá no le dejaron ver la realidad de lo que es su actual empleo.

Por: Redacción Gestion.pe

Diario Expansión de España
Red Iberoamericana de Prensa Económica (Ripe)

Lo primero que debes tener en cuenta es que tu deseo de cambiar de trabajo y la resolución al llevarlo a cabo no te convierte en un bicho raro, sino todo lo contrario.

Hoy se acabó el tener un buen puesto y mantenerlo durante mucho tiempo. Los cambios del mercado laboral transforman la forma de trabajar. Los modelos y las profesiones que antes imperaban, desaparecen o pierden importancia. No es extraño que el deseo de cambio sea cada vez mayor.

A pesar de que sientas frustración por la equivocación, e incluso creas que has fracasado profesionalmente, siempre tienes una oportunidad para volver sobre tus pasos y regresar a la antigua compañía o al trabajo que abandonaste.

La condición indispensable para que esa vuelta tenga sentido, y para que tengas alguna posibilidad es que hayas sabido irte del puesto y de la organización que abandonaste.

Si te vas por propia voluntad, debes cuidar al máximo las formas, y asegurar que has presentado la ayuda necesaria para que todo esté al día y correctamente traspasado.

Recuerda que el mundo profesional es un pañuelo y nunca se sabe cuándo podrán resultarte útiles los contactos y las personas que dejas atrás. Si decides regresar, esto es fundamental. Lo más sensato es irse de una empresa como si tuvieras muy claro que vas a regresar. Hay que marcharse sin estridencias, incluso aunque te vayas a la competencia.

Lo mejor es no hacer nada que atente contra los propios principios, porque se volverá contra uno mismo, y hay que tener en cuenta que cuando te vayas de la empresa lo más prudente es no hacer descalificaciones. Cualquier persona que denueste a su organización anterior no puede ser considerado candidato de confianza por la futura compañía y menos aún si decide regresar.

Hasta hace relativamente poco tiempo, el hecho de que una organización rescatara a quien se había ido era implanteable. Pero éste es un paradigma en revisión. Hoy muchas organizaciones no sólo admiten la posibilidad de recuperar a quien se ha marchado, sino que incluso creen que éste puede aportar más valor que quien ha estado sin moverse de la compañía.

Cuando regreses al puesto que habías abandonado has de reparar en las condiciones laborales que te encuentras a la vuelta. Éstas no pueden ser muy diferentes a las que tenías antes de irte, porque si son mucho mejores se da un mensaje perverso a los que se han quedado: la mejor forma de progresar es abandonar la compañía.

Esas condiciones tampoco pueden ser penosas para el que vuelve. El escarnio público no resulta bueno para nadie.

Si decides volver y puedes hacerlo, procura entender que los demás no tienen por qué recibirte con los brazos abiertos. Deberás ganarte de nuevo tu integración en el grupo.

Acepta tener que volver a demostrar tu valía, y cuando todo vuelva a la normalidad aprovecha para compartir con todos por qué sabes ahora que esa empresa es mejor de lo que ellos creen.

Es importante que expliques muy bien a tus compañeros de trabajo el por qué de tu regreso, y que entiendan en qué medida la compañía está abierta a aventuras profesionales como la que tú has protagonizado.