¿El ego puede ayudarle en su carrera profesional?
Hay quien piensa que una buena dosis que no sobredosis de ego puede ayudarnos a solventar ciertas situaciones profesionales, como una entrevista de trabajo.
Por: Redacción Gestion.pe
Arrogante, narcisista, obsesionado con la visibilidad, avaricioso del reconocimiento y experto de pacotilla… Más bien un gurú superficial… Así, con todos estos atributos negativos, o sólo con una parte de ellos, pueden llegar a verte los demás cuando hablen de tu ego. Del malo, porque hay uno bueno que nos puede impulsar en la carrera profesional y nos hace de verdad mejores.
Hay quien piensa que una buena dosis que no sobredosis de ego puede ayudarnos a solventar ciertas situaciones profesionales. Por ejemplo, una entrevista de trabajo. Algunos estudios confirman que una actitud narcisista en ese momento crucial puede suponer alguna ventaja. Aquí la clave está en que a los empleadores les agrada especialmente el candidato que muestra confianza en sus posibilidades y que está convencido de que puede realizar el trabajo para el que se le ha llamado. En todo caso, antes de la entrevista conviene analizar la descripción del puesto. Eso además del ego nos dará un plus de seguridad.
Ese ego encendido de forma positiva también te ayudará a la hora de pedir o negociar un aumento de sueldo, y en el caso de solicitar un ascenso o una promoción profesional: en lugar de quedarte esperando la oportunidad, decides dejar que tu ego te eche una mano para hacer públicas tus intenciones.
Plácido Fajardo, socio de Alto Partners Leaders Trust, recuerda que “el ego lleva siempre aparejada una connotación peyorativa, aunque puede verse como algo positivo en aquello que tiene que ver con la autoconciencia de uno mismo, es decir, en la habilidad para detectar las propias capacidades y el impacto que éstas generan a tu alrededor. Parece claro que la inteligencia emocional empieza por tener una autoconciencia, una imagen adecuada de lo que somos”.
Fajardo considera que la gente que parte de ahí tiene más facilidad para relacionarse con los demás y para tener empatía, y añade que la conexión emocional con los otros funciona de este modo.
Alberto Bocchieri, socio de Pedersen & Partners, coincide en que “a un concepto neutro como el ego que es la percepción que cada uno tiene de su existencia se le atribuye hoy una connotación negativa”. Asegura que, efectivamente, existe un ego bueno: “A los reclutadores les gustan los candidatos con confianza en ellos mismos y que tengan una alta valoración de su propia capacidad de aportar. Esta actitud tiene que ver con la capacidad de transmitir al interlocutor valores positivos y de causar un gran impacto”.
Derivaciones positivas
José María Gasalla, profesor de Deusto Business School, se refiere asimismo a algunas derivaciones positivas del ego: “Algunos vectores determinan la acción o la motivación. Está el vector del poder y el de la filiación. O el del reconocimiento, que puede hacer que las personas aparezcan con un deseo desmedido de protagonismo. Una derivada de esto es la ambición que, como concepto, puede tener también una connotación negativa, aunque a todos nos interesaría trabajar o contar con profesionales que ambicionan la superación. Así, al hablar de ego, dependerá de dónde desemboque: si es en una necesidad de reconocimiento o en una ambición sana, puede considerarse positivo. Y en todo caso, ese ego sirve para reforzar tu propia identidad diferencial”.
Por su parte Guillem Recolons, socio de Soymimarca, identifica la gestión de marca personal con el arte de invertir en uno mismo para crear valor hacia los demás. Recolons cree que “algo de ego es bueno, pero nunca entendido como narcisismo, sino como una mejora en la autoestima y un equilibrio del buenismo que a veces nos puede hacer pensar más en el bien ajeno que en el propio”.
Añade que hay diversas formas de cultivar el ego bueno que pasan por ser generoso. Existen multitud de perfiles fuera y dentro de la Red que basan su estrategia de comunicación y networking en la máxima exposición de su yo, pero sin basarse en la calidad natural de sus aportaciones sino en su insistencia, cercana a la pesadez.
El ego bueno es el del que asiste a presentaciones, tertulias, conferencias ajenas, el de quien aprende cosas y luego las difunde atribuyendo al autor original el mérito. Es el de aquel que comparte en Internet contenidos de los demás, porque su calidad convertirá en referentes también a los distribuidores. Concluye que el ego bueno no da resultados a corto plazo, pero sí a medio, y éstos, además, se sostienen en el tiempo.
Recolons resume en cuatro claves la manera de practicar ese ego positivo. La primera es buscar a los principales referentes del sector, una vez que conozcamos nuestro territorio de competencia.
El siguiente paso es seguirlos de cerca, asistiendo a sus charlas, suscribiéndose a su blog, a las alertas de Google con su nombre, leyendo sus libros… Es la forma de entender qué les hace ser mejores y de analizar sus propuestas de valor.
La tercera clave es compartir y difundir sus contenidos de más valor dentro y fuera de la Red. Y la cuarta, mantener la coherencia y tener paciencia. Recolons cree que el resultado, en forma de reconocimiento profesional, llegará lentamente, pero permanecerá.
Intercambio
En este sentido Andrés Pérez Ortega, experto en estrategia personal, explica que “no es ego (del malo) hacer recomendaciones, dar opiniones o compartir lecciones aprendidas. De este modo no eres tú quien dice que eres bueno; serán otros los que lo juzguen. No se puede confundir el ego exceso de autoestima con la visibilidad”.
Pérez añade que “el egoísmo es letal para cualquiera que pretenda tener un mínimo de éxito en las redes sociales o en el mundo real. Podría decirse que quien sólo se preocupa del in no tendrá éxito en el off ni en el on. Una red social real o virtual se mantiene unida porque los nodos, las personas que la integran, intercambian algo. Así que cualquier profesional que sólo pretenda acaparar o aprovecharse de otros quedará anulado antes de empezar”.
Diario Expansión de España
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